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Chaparrón, euforia... ¡y a por Cristiano!

Miles de jóvenes se concentraron junto el estadio blanco para vivir la victoria de España contra Chile. La tromba de agua no frenó su pasión por la Roja

EFE

MIGUEL OLIVER

Ni la lluvia, ni los rayos, ni los truenos... La historia del España-Chile es la historia de los «300» irreductibles —en realidad fueron unos 20.000— que ayer se reunieron a la sombra del Santiago Bernabéu para vibrar con la selección. Un choque que para algunos será inolvidable y en el que al final todos quedaron contentos. Mojados, pero contentos.

Marta ya se había quedado sin uñas mucho antes de comenzar el encuentro. Es de Albacete, pero hoy sábado coge un avión con sus padres hacia Praga para comenzar las vacaciones. «Decidimos venir un día antes a Madrid —comenta—, para vivir la experiencia de ver un partido de España junto al Bernabéu». Sus padres le esperan en un hotel cercano, pero ella ha querido mezclarse entre la muchedumbre. «Vi el ambiente que se formó en el partido contra Honduras y quería vivirlo en carne y hueso».

Una camiseta de Torres

Castaña, ojos marrones y menudita, tiene que hacer esfuerzos para que la marea de la Roja no se la lleve por delante. Una camiseta de la selección (con el «9» de Torres), y la bandera española en la cintura es el uniforme elegido para la ocasión. Comienza el partido y no tarda en pegar el primer chillido. Su ídolo manda a las nubes un balón que parecía gol. «Vamos niño, no te agobies que la próxima va dentro», le chilla. España arranca algo despistada. Los chilenos se hacen fuertes y comienzan a agobiar a Casillas. Los «irreductibles», entre chapuzón y chapuzón, aplauden y animan para no dejarse intimidar.

A Marta le empieza a cambiar el gesto. España no consigue dominar y el rival ya ha disparado dos veces con peligro. La joven, que era la viva imagen del nerviosismo hace unos minutos, se transforma en estatua. «No lo veo claro. Ya estamos haciendo el tonto como contra Suiza». Saca el móvil y manda un SMS a unas amigas. «Esto no me gusta. ¿Qué os parece?», escribe. Una patada de un defensa rival a «su» Torres le ayuda a despertar del letargo. «Cómo le vuelvas a

dar te arranco esa melena que llevas», le grita a Ponce. Dos chicos que estaban delante se giran. «Yo, por mi Fernando ma-to», les dice entre risas.

Marca España. Gol de Villa. En la Castellana todos se abrazan con todos. Marta hace lo mismo con unos extraños. Incluso un joven le planta un beso en la mejilla. «Ha sido un calentón del momento», le dice. Mira el móvil y sus amigas le responden el SMS. «¿Y ahora cómo lo ves? Nos vamos a comer una empanada chilena». Unos minutos después, Iniesta aumenta la diferencia: 2-0. El delirio regresa a la Castellana, un paseo que durante el choque está casi vacío en sus 6,5 kilómetros de longitud, pero que concentra miles de «manchas» rojas junto al Bernabéu. Tres brasileños se acercan a ver el final de la primera parte. «No os hagáis ilusiones, Sudáfrica es nuestra», les suelta.

El gol de rebote de Chile provocó un bajón entre los «300», que duró apenas unos minutos. Enseguida España comenzó a esconderles la pelota. Los minutos pasaron y la selección se hizo fuerte. «Ya nadie nos quita el primer puesto del grupo». El árbitro pita el final. La selección acaba primera de grupo y el martes jugará los octavos contra Portugal. Contra Cristiano Ronaldo. Marta sentencia: «También nos lo comeremos... con gomina y todo».

MADRID

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