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Jamón contra la altitud

JULIÁN ÁVILA

El penúltimo debate periodístico ha logrado superar las primeras capas que resguardan a la selección. Entre el dibujo táctico y el estado físico de los internacionales se ha logrado una mezcolanza peligrosa, un abono de cizaña esparcido en un terreno propenso a ser anegado. Mandan los resultados y la derrota ante Suiza aún colea. Hay mucha tensión en la antesala del encuentro ante Chile, donde se espera que Iniesta regrese al equipo inicial en detrimento de Navas. Mientras en los medios de comunicación se destripa cada decisión táctica del seleccionador, en el cuartel general de España se miden los tiempos. No hay mucho margen de maniobra. Un espacio que se recortará sustancialmente (24 horas) si el equipo finaliza segundo del grupo en lugar de primero. Por este motivo, los responsables de la parcela física y de la nutrición están hilando fino. Javier Miñano es el actual preparador físico. Hombre calculador, fino en la estrategia, sabe que los jugadores han llegado hasta aquí con el depósito en la reserva, y es consciente de que el objetivo es mantener en los próximos quince días la respuesta física.

DE hecho, hay algunos jugadores que han llegado muy justos al Mundial y precisan de todo mimo. Desde que arrancó la competición se suprimieron las dobles sesiones y ahora interesa mantener y mantener. Otra de las parcela a cuidar es la alimentación. Tan vital como precisa. En la selección no se conjuga la palabra prohibir. Está descartada. Impera el sentido común. Los jugadores de hoy han entendido que para ser competitivos sólo hay un camino. Trabajar y cuidarse. Esforzarse y descansar. Concienciarse y responsabilizarse. No hay otra vía. Para alcanzar este punto, la Federación Española de Fútbol ha contratado un grupo de profesionales que miman desde los músculos hasta lo más básico: los hábitos en la comida. Todo bajo la supervisión del doctor Óscar Celada.

Pendientes de la báscula

En Sudáfrica es invierno. Sinónimo de ausencia

de calor. Un escenario que debería contribuir al rendimiento del jugador, sin embargo hay otros factores que lo dificultan. El más importante es la altitud. Una trampa. La mayoría de las selecciones no están acostumbradas a jugar partidos por encima de los 1.500 metros, un escenario que se da en la mayoría de los estadios del interior del país. En altitud hay un ambiente más seco y por lo tanto el cuerpo del jugador pierde agua y sales a la misma velocidad que si estuviese en una playa a cuarenta grados. Por tanto hay que estar más pendiente para que se hidraten bien (España juega ante Chile en Pretoria a 1.450 metros). El peso a diario sirve para controlar si hay variaciones..

Y la comida. El modelo es el bufé, combinado con la comida a la carta. No se trata de ningún privilegio. Al contrario. Al que no come verdura se le recomienda para que mejore sus hábitos. El bufé es bastante completo. Prescinden de la bollería industrial y la cocina utiliza el aceite de oliva virgen en lugar de mantequillas y margarinas. Evitan las salsas y los condimentos, además del embutido. El día de la «lotería» se cambia el mantel. El capricho viene se llama tortilla de patata y jamón. Por un día hay barra libre, siempre después de partido y lejos del siguiente.

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