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España concluye una presidencia gris, con muchos objetivos y pocos resultados

La crisis económica lastró un semestre en el que fallaron dos de las tres cumbres anunciadas

ABC

LUIS AYLLÓN

No se puede decir que la cuarta presidencia española de la Unión Europea, a la que le quedan sólo unos días para concluir, haya sido precisamente un éxito. Sobre todo si se tienen en cuenta las expectativas que el Gobierno abrió, confiando en que estos seis primeros meses del año servirían para recuperar la deteriorada imagen de José Luis Rodríguez Zapatero.

La realidad ha sido muy distinta. Las miradas estuvieron puestas en Zapatero, pero no por la conjunción planetaria con Obama, anunciada por Leire Pajín y frustrada por el propio presidente de Estados Unidos, sino por su tardanza en afrontar las reformas exigidas por la crisis.

Quedan aún flecos por salvar, pero los calificativos que se han dado por toda Europa a la presidencia española van desde el comprensivo: «Víctima de las circunstancias» hasta el implacable: «Fracaso total», pasando por los más ajustados de «discreta», «anodina» o «apagada». Lo cierto es que, desde el principio, y de manera algo injusta, desde el «Financial Times» y otros medios británicos, se pretendió deslegitimar al Ejecutivo español para estar al frente de Europa teniendo en cuenta la situación de crisis económica que vive España.

Evidentemente, Zapatero no estaba en las mejores condiciones para asumir con eficacia liderazgo alguno, y aunque la maquinaria diplomática española es tan eficaz como cualquier otra, si no hay quien marque con determinación los criterios políticos los resultados no pueden ser muy buenos. A Zapatero no se le vio a la cabeza de la toma de decisiones cuando hubo que afrontar el problema griego. La canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Nicolas Sarkozy, le marcaron el camino cuando hubo que adoptar el plan de rescate de la Unión Europea.

Y si en las cuestiones económicas la impronta española ha sido escasa, otro tanto ha sucedido en la política exterior. Se habló de revisar la Agenda Trasatlántica, pero no siquiera hubo cumbre con EE.UU. en Madrid. Se anunció la Cumbre de la Unión por el Mediterráneo en Barcelona, pero hubo que retrasarla porque Francia y Egipto no consideraban que fuera el momento adecuado ante la falta de avances en el conflicto árabe-israelí.

Se celebró la cumbre con América Latina, y se consiguió el acuerdo con Centroamérica y relanzar la negociación con Mercosur, aunque, sin muchas perspectivas de futuro, por la oposición de la mitad de los Veintisiete. Se quiso suprimir la Posición Común de la UE sobre Cuba, pero el rechazo de la mayoría ante la falta de gestos de la dictadura castrista lo hizo imposible.

El acuerdo de principio alcanzado ayer en Madrid sobre el nuevo Servicio Europeo de Acción Exterior no ha podido concretarse en el Parlamento y quedan pendientes los reglamentos de personal y financiero. De igual modo, la Iniciativa Ciudadana Europea ha sido redicida a un trámite simbólico. Y en la impronta de Igualdad de Género, no se creó de hecho el Observatorio contra la Violencia de Género, y cuando se quiso aprobar la

orden europea de protección contra las víctimas, se produjo un enfrentamiento entre el ministro español de Justicia, Francisco Caamaño, y la comisaria europea Viviane Reding.

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