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Saramago

Día 21/06/2010 - 11.07h
«EL hombre que ha llegado al extremo de reconocerse a sí mismo en todos los seres, considera como suyos los sufrimientos infinitos de todo lo que vive. Se apropia así del dolor del mundo». Este pensamiento de Schopenhauer puede aplicarse, sin duda, a José Saramago que el viernes dejó este mundo. Las personas que son referencia en nuestras vidas, aquellas que nos brindan estabilidad emocional o tranquilidad espiritual, aquellas que no vemos a menudo y a veces nunca, que son como esas estrellas que brillan lejanas suspendidas en el firmamento, nos parecen inmortales. Son esas las personas que aún sabiendo que por su edad la despedida resulta ya inevitable, aún nos sorprende su marcha.
Sobre Saramago se ha abundado notablemente en la idea del escritor comprometido. De modo automático surge a la hora de valorar al escritor luso o, más a su gusto, ibérico. Pero Saramago fue también la conciencia o el recurso a la conciencia. Su opinión era siempre moral, de moralidad atea se entiende y, por tanto, no pragmática, no desprovista de una fe en la humanidad y sus posibilidades. De Saramago queda fundamentalmente su obra, y su testimonio integrado en la memoria de una generación que, lamentablemente, vamos testificando la pérdida de buena parte de nuestros maestros. Ojalá su testimonio sea simiente que permita seguir hablando de los hombres y mujeres que consideran suyos los sufrimientos infinitos de todo lo que vive.
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