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Carlos Monsiváis, el cronista pop

JUAN ÁNGEL JURISTO

Es sustancial a los países fundados en el ideal ilustrado tratar a sus escritores más conocidos como representantes de la nación, al modo en que en la Antigüedad se hacía con los sumos sacerdotes. México es una nación proclive a ello y no hace falta remontarse a los funerales de Octavio Paz para saber de ello.

Carlos Monsiváis fue un escritor y periodista dueño de una obra ingente que consiguió lo que pocos intelectuales mexicanos han logrado: ser realmente populares. Toda su vida habla en razón de ese destino y ello hasta el punto de que en su Autobiografía, escrita a los veintiocho años, y se refería a sí mismo como una mezcla de Albert Camus y Ringo Starr. La ironía, por tanto, es esencial a su mundo, un mundo, México, que retrató en sus innumerables crónicas con el amor por el pueblo, como se decía antes, hasta el extremo de identificarse en gran parte con él.

Así, hizo de los enmascarados de la lucha libre un símbolo de la resistencia popular contra las injusticias, así las ácidas crónicas a los periodistas, políticos, empresarios y representantes de la Iglesia que retrató en su columna titulada, «Por mi madre, bohemios». Frecuentar esto con éxito indemne toda la vida sólo está reservado a unos cuantos. Monsiváis sigue en ese sentido la estela de los grandes periodistas y caricaturistas de lo mejor de la prensa desde el XIX. Ha sido una suerte de Daumier de la pluma, no del dibujo. Su gente se lo recompensó en vida.

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