Esta historia comienza con un crimen. Mejor dicho, con dos. Los de Kevin Zhen Xing Yang, ciudadano chino, y Cici Xi Zhou, su novia. Los cadáveres son descubiertos el 9 de agosto de 2008 en un piso próximo al centro de Newcastle (Inglaterra). A él le cortaron la garganta; a ella le habían machacado la cabeza.
Según las autoridades de inmigración, Kevin era estudiante de posgrado. Una persona cordial, al decir de sus vecinos. Sin embargo, la policía demostrará que nada es lo que parece: la víctima formaba parte de una trama internacional. Los miembros de su organización asistían a los partidos de fútbol ingleses y los retransmitían al mercado asiático de apuestas ilegales. El error de Kevin fue traicionar a sus jefes... y olvidar que los tentáculos de la mafia alcanzan cualquier rincón del planeta.
El panorama que retrata Declan Hill no puede ser más desolador: «Kevin Yang, Cici Zhou y sus asesinos forman parte de una revolución internacional, un fenómeno universal en el que las apuestas y los amaños de partidos están transformando las sociedades y destruyendo el deporte. En la práctica, esta corrupción ha acabado ya con gran parte de las ligas asiáticas [...] y de las de Europa del Este. Ahora, las mafias han llegado a Europa Occidental y a Norteamérica y han empezado a amañar centenares de partidos».
«Se pueden manipular todas las ligas del mundo: la Premier League inglesa, la Liga de Campeones, la Copa del Mundo»
Grave acusación que el periodista canadiense sustenta con pruebas. En su mayoría, testimonios. Como el de quien confiesa que, desde la cárcel y provisto de un teléfono móvil, logró maravillas: «Me encargaba de todo. Partidos europeos, de la Copa del Mundo, internacionales». O el de quien alardea sin complejos: «Fui a las olimpiadas de Atlanta de 1996 y amañé un partido, el de Túnez contra Portugal. Soborné a algunos jugadores de Túnez para que perdieran por una clara diferencia y así lo hicieron».
Zona de sombras
Y luego está, claro, quien nos «instruye»: «La gente ve las cantidades que se pagan en los traspasos, pero ese dinero no va a parar a los jugadores. Para llegar a los jugadores, hay que ponerse en contacto con sus representantes. Digamos que ganan 50.000 libras esterlinas semanales. Nosotros les ofrecemos 150.000 por una hora y media de trabajo. ¿Cree usted que lo van a rechazar? Es muy fácil conseguir que acepten. Se pueden manipular todas las ligas del mundo –la Premier League inglesa, la Liga de Campeones, la Copa del Mundo–. Yo tenía jugadores en el Crystal Palace, el Wimbledon y el Liverpool. ¿Grandes equipos, dice usted? Son una mierda. Podemos sobornarlos. Cree usted que, como los clubes ganan mucho dinero con los traspasos, los jugadores no aceptarán un soborno. Se equivoca. Cogen el dinero».
Naturalmente, son testimonios con nombres y apellidos. El resultado de una larga pesquisa que ha provocado más de una redada y la apertura de un departamento anticorrupción en la UEFA. Aunque habrá quien haga otra lectura del libro y piense de él –sobre todo ahora, con el nuevo Mundial– que es un jarro de agua fría.