El salsa rosa de los Clásicos Populares
¿Sabían ustedes que Beethoven era un hombre de extremada tacañería, o que su carácter foribundo le obligó a mudarse de vivienda ochenta veces en cuarenta años? ¿Que Chaikovsky, homosexual, fue inducido al suicidio tras un escándalo?, o ¿que Liszt, quien ya inventó el fenómeno ... de las fans, compaginaba su sacerdocio en los últimos años de su vida con alguna aventurilla menos celestial...? Éstas y muchas otras historias sobre el carácter fieramente humano de algunos de los mejores compositores forman parte del libro «Los clásicos también pecan. La vida íntima de los grandes músicos» (Plaza & Janés), escrito por Fernando Argenta.
Gran conocedor y amante de la música desde su niñez (es hijo del director de orquesta Ataulfo Argenta), el periodista y escritor ha dedicado gran parte de su vida a su difusión a través del programa de «Clásicos populares», que dirigió durante décadas en Radio Nacional. También ha presentado el programa de televisión «El conciertazo».
Ahora, con el lenguaje ameno al que nos tiene acostumbrados, le da la vuelta a la tortilla para abrir en canal a algunos compositores y mostrarnos sus miserias. «Muchas veces se conoce mejor a las personas por sus defectos que por sus virtudes, y se puede profundizar más en su pensamiento y en su alma a través de ellos», afirma Argenta en el libro.
Genios, locos... Mozart es el máximo representante de este paradigma. El niño prodigio que deslumbró a las cortes de toda Europa con apenas seis años con su talento musical asombraba también por su doble carácter, o dicotomía mental. «¿Era Mozart un savant?», se pregunta el autor al referirse a que el cerebro del músico austriaco funcionaba de dos maneras contrapuestas: en una parte, habitaba la genialidad; en la otra, un ser estúpido, infantil.
Argenta también expone las dos versiones sobre la muerte de Chaikovsky, cuyo pecado fue la homosexualidad y su gusto por los jovencitos. La oficial, y más conocida, afirma que fue causada por el cólera al beber un vaso de agua; otra, más reciente, habla del suicidio del músico inducido por un «Comité de Honor» tras conocerse su affaire con el hijo de un conde muy próximo al zar.
Los líos de faldas -o de pantalones- son la sal de la vida de los protagonistas de este libro. Así lo recrea Argenta en el caso de Haydn, con su amada señora Polzelli, que no era su esposa precisamente, con la que le casaron a la fuerza. «Durante aquellos «ensayos» se entregarían el uno al otro en mil juegos amorosos en el diván, sobre el clavicémbalo, debajo de los atriles, entre las butacas de la vacía sala de ópera. ¡Aaah! ¡Qué locura! ¡Qué felicidad para el bueno de «Papa» Haydn». Aunque no siempre era así, pues a veces terminaban desembocando en auténticos infiernos que dejaron su huella en partituras como «Tristán e Isolda», que Wagner escribió pensando en su amada Mathilde Maier, que finalmente le abandonó para volver a los brazos de su marido.
Desde Vivaldi a Debussy, el texto se detiene en la trastienda vital de trece compositores, aunque el autor aprovecha también el viaje para contarnos sus revolucionarias aportaciones a la música, además de reivindicar el papel de algunas de las mujeres que con su apoyo y paciencia contribuyeron a ellos.
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