La memoria del «señor Bocaccio»
El señor Bocaccio no se llamaba Giovanni, sino Oriol. Oriol Regàs. El otoño del 65, el año en que casi todo el mundo quería vivir peligrosamente, una conversación en Calella de Palafrugell con el fotógrafo Xavier Miserachs, la modelo Teresa Gimpera y el cineasta Carlos ... Durán derivaría en la discoteca Bocaccio. Iba a llamarse «Snobísimo» pero aquel nombre no convenció al intuitivo Oriol: «El snobismo no deja de ser un quiero y no puedo del universo del saber, fluctuante y disperso». Así lo recuerda en «Los años divinos» (Destino) memoria personal de la Barcelona que aprovechó el desarrollismo franquista para vindicar vocación europea.
La libertad estaba en el aire y aquel empresario, descendiente de una familia de restauradores, quiso respirar a fondo. Cuando Bocaccio abrió sus puertas, el 13 de febrero del 67, mezclando «Good vibrations» de los Beach Boys con la película «Mourir a Madrid» de Rossif, nacía lo que el periodista Joan de Sagarra llamó la «gauche divine».
Con su bombín Carnaby Street, Regàs congregó, en noches de revoluciones de terciopelo, lámparas Tiffany´s y gintonics, a la escuela de cine de Barcelona de Gonzalo Suárez, Jacinto Esteva, Carlos Durán; Serrat y María del Mar Bonet con el rock progresivo de Smash y su «garrotín»; el surrealismo daliniano; las arquitecturas de Bofill y Bohigas; editores y escritores: Herralde, Barral, Beatriz de Moura, Marsé, Gil de Biedma y el «boom» latinoamericano; las fotografías de Miserachs, Colita, Maspons y Pomés. «Puede que no fuera más que eso: una gran tertulia en donde platicar de todo en libertad», apunta Vargas Llosa. Para Joan Manuel Serrat, en aquella época, «había que leer Le Nouvel Observateur, reírse de los chistes de Perich y enamorarte de la mujer de tu mejor amigo».
Los de Bocaccio llevaban corbata (el Partido Comunista de Cadaqués): nacionalistas y obreristas los miraban de reojo. Sobre la pátina frívola de la barra y los sofás de Bocaccio se deslizaron flirteos y, también, muchos proyectos. Lo de Regàs era más que una discoteca: su logo psicodélico adornó la revista homónima, Bocaccio records, Bocaccio films, Bocaccio diseño, Bocaccio style, Bocaccio viajes y Bocaccio teatro.
Y el señor Bocaccio llevó su invento a Madrid. El 4 de abril del 72. Así lo explicaba Natalia Figueroa a los lectores de ABC: «En Barcelona, es algo muy serio. ¿Teníamos aquí algo similar? No, no del todo... En el Bocaccio catalán aparece, por ejemplo, ese enorme escritor que es Gabriel García Márquez . Y se dan cita los actores de teatro y la estrella extranjera muy famosa que rueda una película en la ciudad, y los arquitectos vanguardistas, y el cantante de moda, la duquesa y las niñas elegantes. Cada vez que he estado allí me he hecho la misma pregunta: ¿Cuál es su secreto?».
Como en mayo del 68, todo el mundo asegura que una noche pasó por la mítica discoteca. Oriol Regàs, ahora sin bombín, sigue siendo el «señor Bocaccio».
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