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Familia: manual de supervivencia

Nos casamos tarde, cada vez menos, y los hijos y suegros erosionan nuestra relación de pareja. Pese a ello, los jóvenes españoles ven en la familia el eje de sus vidas y un flotador en tiempos difíciles

Familia: manual de supervivencia

En España nos casamos bien entrados en la treintena, sólo un veinte por ciento se enamora a primera vista y el 85% de los matrimonios jóvenes confiesa discutir con su pareja. Sin embargo, esponsales y familia cobran en la actualidad más fuerza que nunca. Así lo concluyen los sociólogos Julio Iglesias de Ussel y Pau Marí-Klose, autores del estudio «Matrimonios y parejas jóvenes», una exhaustiva investigación publicada por la Fundación SM. «La imagen que nos habla de que cada vez hay más solteros en nuestro país es sesgada y no responde a la realidad -ataja Marí-Klose- es cierto que los jóvenes han retrasado la edad de emancipación y que existe un descenso de la nupcialidad en favor de la cohabitación, pero casi siempre concebida como una etapa previa al matrimonio: al final se acaban casando».

El informe de la Fundación SM, realizado a través de 2.500 entrevistas a individuos de entre 16 y 39 años analiza los proyectos familiares de las parejas españolas jóvenes y pone de manifiesto cómo los avances en reproducción, los cambios legales y los medios de comunicación han cambiado los vínculos interpersonales.

Entre las conclusiones del informe, Pau Marí-Klose destaca que «una de cada cinco mujeres tienen muy presente que el tener un empleo puede resentir o deteriorar su relación con la pareja y los hijos». En este sentido, el texto hace alusión a «un sentimiento de injusticia» que existe en la vida familiar ya que sólo en uno de cada cinco hogares jóvenes se da la equidad en las cargas domésticas.

Precisamente, el reparto de las tareas del hogar cuando la esposa trabaja fuera es uno de los factores que más erosionan la pareja. «Lo nuevo no es que la mujer trabaje, es que no sale del trabajo: ellas llevan la misma vida ocupacional en su trayectoria vital que los varones y eso exige una transformación de los servicios de protección. En España, a diferencia de muchos países europeos, no existen políticas familiares que acompañen a esta nueva realidad», explica Julio Iglesias.

Red familiar al rescate

En nuestro país se produce una gran paradoja: gobiernos y empresas no abogan por instrumentos que fortalezcan la familia y, sin embargo, la red familiar es la que está sacando a flote la sociedad en la época de crisis actual. «No hay un Plan E para ésto», comenta el profesor Iglesias.

Según la encuesta, un 46% de los jóvenes que se van a vivir con su pareja lo hace ayudado por sus padres, igualmente el 35% de los avales para la adquisición de un piso proviene del nucleo parental. Aquí confluyen dos aspectos, por un lado la crisis de accesibilidad a la vivienda y que «el umbral de bienestar que los jóvenes demandan a la hora de iniciar la vida familiar en la actualidad es muy superior al de generaciones precedentes», observa Iglesias.

La crisis que vive España afectará, según los sociólogos, al número de matrimonios que registren años venideros. Una realidad que se suma a unos datos estadísticos elocuentes: cada vez hay menos matrimonios, civiles o eclesiásticos.

Pese a que, en nuestro país, es superior el porcentaje de matrimonios por la Iglesia (54%), el crecimiento del porcentaje de los enlaces civiles es vertiginoso. De hecho, en algunas comunidades como en las catalanas, Valencia y Madrid ya se celebran mayor número de uniones iviles. En estos datos influyen notoriamente los segundos matrimonios de divorciados. Precisamente, los autores destacan un increíble aumento en las segundas y posteriores relaciones de convivencia en pareja entre los jóvenes. «De hecho -añade Iglesias- la cohabitación en España es más de post-divorcio que de pre-matrimonio».

Donde reside el desamor

Según los resultados de la encuesta, para los jóvenes españoles el riesgo de desmoronamiento de su matrimonio está relacionado, por un lado, con los hijos, y por otro, con la mala relación con la familia política. Los datos son esclarecedores: tener conversaciones interesantes, reirse y dialogar calmadamente con el cónyuge es inversamente proporcional al número de hijos que se tengan. En este aspecto, ellas llevan las de perder: «el riesgo de desenamoramiento es muchísimo mayor en el caso de las esposas con hijos que en el de sus parejas», lamenta Marí-Klose.

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