Del nivel intelectual de parte de nuestra clase política dice mucho lo ocurrido en Cáceres. Se espera que la alcaldesa de una capital de provincia y su equipo de gobierno tengan un mínimo de cultura general y, si no dominan todas las áreas, al menos se dejen aconsejar. Pero no. El pasado 25 de marzo Cáceres, sin querer, ha pasado a formar parte de ese retablo genuinamente español que haría las delicias cinematográficas de Berlanga.
Desde 1958 lleva erigido un monumento a los conquistadores en Cáceres. Algo muy lógico dada la importancia de Extremadura en el descubrimiento, conquista y colonización del Nuevo Mundo. Muy lógico que se alzase en la plaza llamada de Colón. Y muy lógico que, siendo los Reyes Católicos los monarcas impulsores de dicha proeza, su escudo figurase en el monumento. Cincuenta y dos años han tenido los cacereños para enterarse que se trataba del escudo de España en época de los Reyes Católicos.
Pero se ve que la alcaldesa Carmen Heras y su concejal de Infraestructuras, Miguel López, o no han estado atentos ese tiempo o no fueron buenos alumnos en la escuela. Porque, sin mayores problemas, han considerado franquista el citado escudo y lo han retirado con gran aparato publicitario y señalando que contribuían a la convivencia, en virtud de la Ley de Memoria Histórica. El escudo que coloquialmente se dice franquista se inspira en el de los Reyes Católicos, pero tiene notables diferencias.
El águila de San Juan es propia del escudo de Isabel y Fernando; como el yugo y las flechas, emblema ideado por Antonio de Nebrija para simbolizar a los monarcas y su unión; en el escudo de éstos figura el blasón del reino de Nápoles, en vez de Navarra. Casi quinientos años después, Franco cambiaría en el escudo las armas de Nápoles por las cadenas navarras, y añadiría las columnas con el Plus Ultra, que proceden del escudo de Carlos V, y el lema «Una, grande y libre». Notables diferencias, pues.
Bastó un artículo de opinión en la prensa local para descubrir la pifia. Y aún así, Miguel López, el concejal iconoclasta y zoquete, se justificaba con que el escudo retirado tenía «reminiscencias franquistas». O sea, que se preparen en la Universidad de Salamanca y en la Capilla Real de Granada, que López está dispuesto a suprimir todos los escudos que las adornan. Y en Córdoba, en la base del monumento al Gran Capitán en la plaza de las Tendillas, figura otro de iguales características al retirado en Cáceres. Cuidado.
Más progres que nadie, rectificando la historia a golpe de cainismo y estulticia. La alcaldesa de la ciudad que, por cierto, aspira a ser Capital Cultural Europea en 2016, ha salido en defensa del «exceso de celo de su concejal y el afán de hacer las cosas bien». Pero ante las pruebas irrefutables, ayer mismo ya admitía la reposición del escudo, pidiendo no obstante el asesoramiento de «una comisión especializada del Ministerio de Cultura». Señora, con que lea los libros de texto ya puede usted asesorarse, no hace falte que apele a tan altas instancias.
Sería injusto terminar sin advertir que acaso todo esto no ocurre por casualidad. La alcaldesa y el equipo que «representa» a los cacereños son del PSOE y perdieron las elecciones frente al PP, pero gobiernan gracias a unas minorías. El Ayuntamiento de Logroño también se abonó al esperpento, cuando publicó el calendario de 2010 con fiestas musulmanas y olvidando las cristianas. También aquí los socialistas tienen la Alcaldía gracias a pactos con minorías. Decididamente este país no es serio.

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