Domingo , 28-03-10
HACE ya veinte años desde el congreso de la «refundación» del PP, celebrado en Sevilla. Como afirma hoy José María Aznar en el suplemento D7, fue un momento de gran trascendencia en la historia de España porque puso en marcha una «alternativa real» al socialismo. El centro-derecha iba a romper pronto su famoso techo electoral, llegando a alcanzar una mayoría «suficiente» en 1996 y, cuatro años después, un triunfo espectacular por mayoría absoluta, con el 44,5 por ciento de los votos. Había llegado el momento de unas generaciones que asumieron los valores de la Transición, aunque entonces eran demasiado jóvenes para ser protagonistas. En el PSOE, en cambio, eran los tiempos de un proyecto declinante, con un gobierno desfondado y un país angustiado por el ambiente de corrupción galopante. Así, la larga etapa de Felipe González concluyó entre escándalos permanentes, instituciones fallidas y líderes amortizados. Mientras tanto, Aznar ganaba peso específico, incluso entre sus críticos de primera hora, y demostraba día a día el acierto de Manuel Fraga al designarle como sucesor después de muchas y complejas maniobras internas.
La historia nunca se repite en los mismos términos, pero es importante aprender de las experiencias pasadas. En este sentido, el PP liderado por Aznar a partir del congreso de Sevilla actuó con la máxima determinación para ofrecer a los ciudadanos un proyecto ilusionante de regeneración de la vida pública frente a la decadencia irremediable del PSOE. Surgió así un partido con vocación de gobierno tal y como recuerda Francisco Álvarez-Cascos, entonces nuevo secretario general y depositario de la carta «reconstruida» en la que Aznar ofrecía a Fraga su dimisión en blanco, pero que el presidente fundador rompió simbólicamente ante los compromisarios. Este significativo texto -que ayer ofrecía ABC- es fiel reflejo del ambiente constructivo que presidió aquella época de renovación. Por fin el centro-derecha plantea un mensaje de unidad y armonía después de muchas experiencias históricas fallidas. Por eso, a día de hoy, el espíritu de Sevilla es y debe ser algo más que un recuerdo nostálgico para convertirse en fuente de inspiración de cara al futuro.

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