Jolgorio en la casa familiar

Decenas de personas revoloteaban anoche dentro y fuera de la casa familiar de Aminatu Haidar, en el número 14 de la calle Bir Chtit del barrio de Casapiedras de El Aaiún, capital del Sahara. «Ferhán» (alegría), repite varias veces Sherif, de 22 años, hermano de madre de la activista saharaui mientras por la escalera suben cajas con comida. Los hombres en un salón hacían con sus dedos la V de la victoria con las mujeres en otra estancia. Era una verdadera fiesta, aunque algunos familiares pedían prudencia hasta ver a la activista efectivamente en casa.

Con lla noticia de la salida de Haidar del hospital de Lanzarote, Ghalia Dijimi, que estuvo con ella cuatro años en la cárcel, besa a Mohamed, el hijo de 13 años de la activista. «Este es el triunfo de los derechos humanos», dice Djimi.

La alegría es sin embargo contenida y nadie quiere creerse aún que Aminatu va a llegar en breve. La experiencia de su regreso frustrado de hace dos semanas les hace ser prudentes a todos. La televisión encendida es su referencia más directa. Antes de que se conociera el despegue del avión de Lanzarote, aún temían «que ocurra como la otra vez», dicen prudentes varios compañeros de activismo de Haidar mientras esperan noticias más convincentes.

Algunas de las chicas que se encuentran en la vivienda de Haidar se retiran serias pensando que el informador y la compañera que va con él son dos policías. Confirmado que no, regresan. «La gente está temblando», reconoce Mohamed Baba Mohamed, tío de la activista.

«Es un horror»

Lo que le ha ocurrido a Aminatu «es un horror, un maltrato de los derechos humanos, siempre entre palos y cárceles», explica su hermano Sherif en hassanía, la lengua local. Le traduce Mohamed Baba. ¿Y la familia le apoyaba hasta el final en la huelga de hambre? «Todo», contesta esta vez Sherif directamente en castellano, para dar más énfasis a su respuesta.