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Cuidado con los monstruos

VÍCTOR Frankenstein, el hijo literario de Mary Shelley, aprendió en su propia carne el riesgo que desencadena la creación de un monstruo. Los monstruos crecen, engordan y hasta pueden llegar a reproducirse, como les ocurre a los diecisiete hijos del «café para todos» que, contra la razón y en desprecio de la Historia, engendró el Título VIII de la Constitución del 78. Por quitarle a tres territorios españoles las notas diferenciales y la autonomía que habían consagrado en la República, se extendió el planteamiento a toda España y de ahí, anuladas las diferencias, surgió la carrera de las identidades y prerrogativas específicas que, con gran inoportunidad, tanto nos distraen de los más graves problemas que tiene la Nación.

Doce diarios catalanes, mayoritariamente editados en castellano, publicaron ayer un editorial conjunto que, bajo el título de «La dignidad de Cataluña», señala el esperpento que protagoniza el Tribunal Constitucional después de largos debates y muchas filtraciones interesadas en torno a su sentencia pendiente sobre la constitucionalidad de un Estatut que, a falta de un recurso previo de inconstitucionalidad, viene inspirando la actividad legislativa del Parlament en los últimos tres años. Los periódicos catalanes trasladan al territorio un concepto, como la dignidad, que sólo tiene asiento en las personas y, en eso, cabe agradecerles que, puestos a la pirueta altisonante, no hayan hablado del «Honor de Cataluña».

Los redactores del editorial, que tratan de coaccionar al TC, lo que verdaderamente parecen perseguir es un cambio de la Constitución -tan necesitada de remiendos- por un procedimiento impropio y, de paso, enmendar la Declaración Universal de Derechos Humanos que, en su artículo primero, reza: «Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos». Los catalanes, como seres divinos, parecen reclamar más dignidad y más derechos que el resto de los españoles. Les invitó a ello la imprudencia política de José Luis Rodríguez Zapatero cuando, para merecer el respaldo del tripartito que gobierna en Cataluña, prometió lo que no debía. Resulta lamentable que en tiempos de gran tribulación y con cuatro millones de ciudadanos en el paro, instalados en la cola de la UE, las energías nacionales se consuman en estos rifirrafes familiares, innecesarios y muy distantes de la demanda social. Cuidado con los monstruos.

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