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El calvario de un condenado que salió vivo de su ejecución

Eran las dos de la tarde del pasado 15 de septiembre cuando el guardián de la prisión de Lucasville en Ohio leyó su sentencia de muerte a Romell Broom , un hombre negro de 53 años. Dos horas más tarde, salía con los brazos y las piernas magullados pero vivo de su ejecución.

Es la primera vez en 60 años en Estados Unidos que un condenado puede contar su ejecución (En 1946 Willie Francis sobrevivió al primer intento tras un fallo en la silla eléctrica). Es lo que ha hecho Romell Broom, tres días más tarde, en un testimonio bajo juramento, cuya transcripción ha logrado AFP.

Él estaba tendido durante los preparativos de la inyección mortal.

El equipo toca las intravenosas que difundirán enseguida tres productos: uno que anestesia al condenado, uno que paraliza sus músculos y otroo que para el corazón.

«Había tres guardias en la habitación, uno a mi derecha, otro a mi izquierda y un tercero a mis pies», relata el preso. «La enfermera intentó tres veces acceder a mis venas en la mitad de mi brazo izquierdo, la enfermera intentó tres veces llegar hasta mis venas en mitad de mi brazo derecho».

Primera pausa. Detrás del cristal de la sala de ejecución, cuatro periodistas y tres miembros de la familia de la víctima contemplan los preparativos a través de una retransmisión de vídeo.

Tras los numerosos incidentes ocurridos en el pasado, Ohio ha puesto en marcha un protocolo que prevé que las intravenosas sean marcadas en la celda antes de la ejecución.

Nuevos intentos, «dos veces en el brazo izquierdo». «La enfermera debió de tocar un músculo porque el dolor me hizo aullar».

«Tres veces en el brazo derecho». Una vena parece ser bastante sólida. La enfermera intenta instalar el catéter pero ésta cede. «La sangre comenzó a correr por mi brazo», cuenta Romell Broom.

«La enfermera abandonó la habitación, el oficial de la prisión le preguntó si ya estaba. «No», respondió ella».

Segunda pausa. Un guardia le da una palmada en el hombre y le aconseja parar. «En ese momento, yo estaba muy mal, las heridas debidas a los pinchazos me impedían extender o mover mis brazos».

De vuelta con toallas calientes que la enfermera aplica sobre los brazos del condenado, el equipo lo intenta esta vez con las manos. Romell Broom intenta intervenir ayudando a las enfermeras. Nuevo intento, tercera pausa, segunda palmada en el hombro y recomendación de estarse quieto.

«Empecé a ponerme nervioso. Lloraba, estaba mal y mis brazos se habían hinchado, las enfermeras pinchaban en las zonas ya contusionadas, pedí que pararan y solicité hablar con mi abogado», explica.

El equipo de ejecución le hizo sentarse y pinchó la rodilla derecha. «La aguja chocó contra un hueso, fue muy doloroso, grité».

«Mientras la enfermera intentaba acceder a una vena de mi pierna izquierda, otra se ocupa de mi rodilla derecha». Después vuelve dos veces más sobre la mano derecha.

«El grado de dolor llegó a su máximo. Me pincharon al menos 18 veces en numerosos puntos del cuerpo para administrarme una inyección que me mataría», prosigue Broom, al que le aconsejaban estarse quieto.

Finalmente, el director de la prisión le hace saber que la ejecución se suspende. Un guardia le propone un café y un cigarrillo.

Condenado por la violación y la muerte de un adolescente de 14 años, aunque él se declara inocente, Romell Broom estaba muy tranquilo antes de su ejecución frustrada. No recibió ninguna visita. Antes del 15 de diciembre, había pasado 25 años en el corredor de la muerte.

Sus abogados han recurrido contra una nueva ejecución y otras dos ejecuciones previstas para este otoño en Ohio se han suspendido.

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