No hubo espacio para la improvisación. Ni siquiera un mínimo margen a la sorpresa y aún menos un pequeño hueco para el susto animado, que tan bien hubiera quedado después de que «Up» subiera el telón festivalero el pasado día 13. El Festival de Cine de Cannes ha puesto punto y final a su 62 edición encorsetado en un guión establecido y que ha tenido como máximo protagonista al director Michael Haneke.

El filme "El lazo blanco", dirigido profunda y magistralmente por el austríaco, ha sido galardonado con el premio más importante del Festival francés, la Palma de Oro, la más deseada y codiciada al otro lado de los Pirineos. El galardón se lo entregó en la ceremonia de clausura, como si de una bella premonición o déjà vu (que por algo estamos en Cannes) se tratase, la presidenta del jurado de este año, la actriz francesa Isabelle Huppert, para más señas actriz fetiche de Haneke (que no se asusten ni pongan colorados los malpensados, que la película de Haneke bien valía una Palma de Oro). "El lazo blanco", ambientada en un pueblo protestante del norte de Alemania durante los meses previos a la Primera Guerra Mundial, le dio por fin al director un galardón que rozó con la punta de los dedos en 2001, con "La pianista", y en 2005 con "Escondido".

En toda ceremonia de premios que presuma de categoría y abolengo no puede faltar el espacio (igualmente poco improvisado) para el homenaje y la devoción. Una devoción que todo el cine francés y parte del extranjero siente hacia el director galo Alain Resnais, que hace cincuenta años estrenó en Cannes "Hiroshima mon amour", y que esta noche ha recibido el Premio Especial del Festival. Resnais participaba en la competición oficial con el filme "Les herbes folles".

Bajando los escalones de los galones, el segundo premio en importancia, el Gran Premio del Jurado, se lo llevó "Un prophète", la intensa película del director parisino Jacques Audiard, cuyo retrato de un joven emigrante en una cárcel francesa ha merecido los aplausos de crítica y jurado en esta edición de Cannes.

Muy repartidosConocidos ya los platos fuertes del palmarés, poco margen de interés deparaba ya una noche descafeinada por el tono convencional, sobrio y correcto de sus participantes. No obstante, todos merecemos nuestro minuto de gloria, sobre todo cuando esa gloria se llama Cámara de Oro, otro de los premios destacados de Cannes y que fue a parar a la cinta "Samson et Delilah" del australiano Warwick Thornton. Y ya que de (pocos) misterios del guión iba la noche, «Spring fever», dirigida por Lou Ye, se llevó el premio al mejor guión.

Toca digerir el mal sabor de boca al ver regresar de vacío a Pedro Almodóvar, quien por una vez no fue abrazado por su antaño bien amado Cannes, e Isabel Coixet, perdida en su incomprendido «Mapa» de la condición humana

Siguiendo con el reguero de galardones, Brillante Mendoza logró la estatuilla a la mejor dirección por «Kinatay», mientras que en lo que respecta a las categorías de actores Charlotte Gainsbourg consiguió el premio a la mejor interpretación femenina por su papel en «Anticristo», de Lars Von Trier, y Christoph Waltzz la masculina por «Malditos Bastardos» de Quentin Tarantino. Dos galardones «actorales» estos últimos que parecen compensar la vuelta a casa de vació de Tarantino y Von Trier. Con respecto a este último y el «Anticristo» que montó en Cannes por el elevado (por decir algo suave) grado de violencia de la cinta, la hija de Serge Gainsbourg y Jane Birkin agradeció al certamen que el film fuese seleccionado a concurso y quiso compartir el galardón con el realizador danés por ofrecerle la experiencia más intensa, más dolorosa y emocionante de su vida.

El final del guión lo marcaron, "Fish Tank", de Andrea Arnold, y "Thirst", de Park Chan-wook, quienes obtuvieron ex aequo el premio del jurado de manos de la actriz italiana Laura Morante.

Vista, leída y disfrutada la película de la 62 edición del Festival de Cannes, ahora toca digerir el mal sabor de boca al ver regresar de vacío a Pedro Almodóvar, quien por una vez no fue abrazado por su antaño bien amado Cannes, e Isabel Coixet, perdida en su incomprendido «Mapa» de la condición humana. Siempre nos quedará Amenábar y su bella lección de historia, filosofía pero, sobre todo, vida. Lástima que no concursara.