Es posible que el virus de la gripe se vuelva más virulento en sólo seis meses. Esto ya ha pasado antes, con las epidemias de 1889, 1918, 1957 y 1968. La primera oleada de la gripe es la que siembra el pánico, la segunda es la que mata.
Esa es por lo menos la opinión de John M. Barry, profesor visitante de la Universidad de Tulane, en Nueva Orleans, y autor de «The Great Influenza», un colosal estudio de la mayor epidemia de gripe de la historia, la que entre 1918 y 1919 mató entre 50 y 100 millones de personas en todo el mundo. Eso teniendo en cuenta que muchos países ocultaron las cifras reales, temerosos de sus efectos en la moral pública en la Primera Guerra Mundial.
Esta es la irónica explicación de que aquella pandemia haya pasado a la historia con el nombre de gripe española: no porque apareciera en España sino porque al no participar España en aquella guerra, había menos presión para mentir al público sobre la verdadera cifra de infectados. Entonces parecía que los enfermos españoles eran más que los de otros países.
Los productores de cerdo se quejan ahora de lo mismo, que el nombre de gripe porcina no hace justicia a la enfermedad, que para empezar no hace daño a los cerdos. Lo que ocurre es que los cerdos son como los porteros del virus: lo recogen de las aves y lo trasladan a los humanos y viceversa, con el agravante de que dentro del cerdo el virus se perfecciona para atacar a los mamíferos.
John M. Barry apunta una hipótesis inquietante: y es que la cepa mexicana del virus ya es de segunda generación, es decir, ya ha sacado las garras, mientras que en Estados Unidos y Europa por ahora sólo se ha visto la primera. Según él es habitual que después de una primera gran alarma el virus parezca decaer y desaparecer bajo tierra. Cuando en realidad está incubando y haciéndose fuerte. Seis meses es un período bastante lógico para la mutación. Cuatro meses es lo estimado para tener a punto una vacuna. No hay tiempo que perder.

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