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Raúl y su no tan nueva Cuba

Raúl Castro ha completado el proceso de sucesión dinástica. La totalidad del gabinete ya le responde disciplinadamente, con la excepción de Ramiro Valdés, un comandante histórico experto en coger gente presa y maltratarla sin compasión, con el que estuvo enemistado por muchos años. Fidel, pues, ... es ya irrelevante, y su muerte, cuando ocurra, será un suceso político que no tendrá otra importancia que la curiosidad de saber si lo creman y esparcen sus cenizas en la Sierra Maestra, lo momifican y lo acuestan, como a Lenin, rosadito y dócil, en la Plaza de la Revolución, o lo entierran en Birán, donde parece que están convirtiendo su casa natal en un mausoleo rural con olor a bosta de vacas y cantío de gallos. Mientras tanto, el viejo Comandante, enfundado en un chándal, cuando las tripas y las neuronas lo autorizan, se entretiene escribiendo unos parrafillos tontilocos a los que pomposamente califica de “reflexiones”, en lo que el forense le notifica que se acabó el baile.

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