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Pakistán se doblega ante la Sharía

Pakistán se doblega ante la Sharía

En pleno rediseño de la estrategia norteamericana para ganar la batalla de Afganistán, el Gobierno paquistaní anunció ayer que ha llegado a un acuerdo con los dirigentes talibanes para establecer la ley islámica, la Sharía, en gran parte de la frontera noroeste.

Según lo anunciado por fuentes oficiales en Peshawar -capital de la provincia Fronteriza del Noroeste-, el Gobierno ha decidido además suspender las operaciones militares a lo largo de la frontera con Afganistán. A cambio, los talibanes paquistaníes y sus aliados de Al Qaida se comprometen a suspender sus ataques contra las fuerzas de seguridad. Los choques, que comenzaron a finales del 2007, han producido una sangría constante de muertes -entre civiles, militares e islamistas- y un éxodo masivo de la población hacia zonas más seguras.

Las operaciones militares, puestas en marcha por el entonces presidente Musharraf por presión de Washington, fueron contestadas por una campaña de terror talibán que incluyó la destrucción de al menos 200 colegios de niñas (el código islamista prohíbe la educación femenina), la quema del rostro de colegialas, la decapitación de campesinos, y acciones más simbólicas como los ataques a comercios de productos occidentales o las amenazas a los peluqueros que afeitasen barbas.

Amir Haider Khan Hoti, gobernador de la provincia del Noroeste, anunció que las autoridades impondrán la ley islámica en la región de Malakand, que incluye el Valle del Swat, otrora un lugar privilegiado del turismo en Pakistán. El anuncio fue recibido con alborozo por los talibanes de esa región, después de varios días de negociaciones secretas en Peshawar.

Una fuente oficial consultada en Islamabad por la agencia Associated Press afirmó que el presidente Ali Zardari estuvo «indirectamente» implicado en estas negociaciones. El viudo de Benazir Bhutto y líder de un partido formalmente laico y prooccidental, estaría convencido de que la concesión de la Sharía en el noroeste es la única manera de poner fin al pánico creado por los talibanes entre la población civil.

La medida ha recibido un aluvión de críticas en Pakistán entre quienes temen que el roto producido en el Estado de derecho tenderá a aumentar, porque el objetivo de los talibanes es extender la Sharía a todo el país. Para Occidente, y en particular para la nueva Administración Obama, la decisión no puede ser más desafortunada. Los talibanes afganos tienen en la frontera paquistaní su principal bastión, que se verá fortalecido por el actual acuerdo con Islamabad que les concede -de hecho- crear un miniestado islámico dentro del Estado.

Aquellas lluvias

La insólita decisión del presidente Zardari tiene sus precedentes en la errática política del mandatario anterior, Pervez Musharraf. Pese a que el general se presentó en todo momento como el «principal aliado» de Estados Unidos en el mundo musulmán, no dudó en sus últimos años de mandato a la hora de coquetear con los partidos islamistas de Pakistán para debilitar a los dos grandes partidos laicos de la oposición. Fruto de esa política fue la llegada al poder de los religiosos integristas en la provincia del Noroeste y en la levantisca de Baluchistán.

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