La crisis vuelve a abrir el debate sobre la duración de los horarios españoles
¿Salir pronto? ¿con la que está cayendo? La crisis ha hecho que el propósito de no regalar ni un minuto de más a la empresa desaparezca de la lista de buenas intenciones de año nuevo. Pero en el caso de los españoles ese tiempo ... no es oro, siquiera euros. Según el Euroíndice IESE Adecco 2006, el nuestro es el país menos productivo por hora trabajada debido a la extensión de su jornada laboral (41,1 horas semanales, la tercera mayor de toda Europa). Y no sólo estamos a la cola en este aspecto, también somos los que menos posibilidades tenemos de ajustar nuestras horas de entrada y salida (un 9% frente a una media del 23%), pese a las graves consecuencias que ello conlleva.
Ignacio Buqueras, presidente de la Asociación para la Racionalización de los Horarios Españoles, ARHOE, habla de la relación de nuestros horarios con el liderazgo en siniestralidad laboral, en absentismo... pero, sobre todo, «en descenso de natalidad, rupturas familiares y fracasos personales»: «Si no llegamos a casa hasta las nueve... ¿Cuándo vamos a hacer nuestras gestiones? Tenemos que aprovechar el tiempo libre y nunca vamos a estar descansados para ir a trabajar al día siguiente».
Esa es una pieza fundamental de la maquinaria productiva: el trabajar en plena forma. Nuria Chinchilla, directora del Centro Internacional de Trabajo y Familia del IESE insiste en que las largas jornadas laborales «hacen que descienda nuestra creatividad y nuestro rendimiento. Tendemos a pensar que trabajar de más nos conducirá al éxito en base a lo que hemos visto en otros o vivido anteriormente... y no es así». Es más, Helena Thomas, profesora de Psicología Social y Relaciones Laborales de la Universidad Rey Juan Carlos, precisa: «El rendimiento, tanto mental como físico, tiene una representación de U invertida; nos cuesta arrancar pero, a medida que pasa el tiempo, llegamos a un momento de calidad que no dura para siempre. Después el cansancio hace mella, y ya no sólo somos menos productivos, sino que nos estamos quitando de un descanso que del que no nos recuperaremos para el día siguiente».
Optimización del tiempo
Por estas razones y porque cada vez son más las voces e informes que prueban que cuanto menos se trabaja mejor se rinde -el Euroíndice Adecco 2007 revela que los países con jornadas medias más breves (Holanda, Alemania y Bélgica) son los más productivos-, España por fin se ha puesto manos a la obra.
El primer paso, la reciente puesta en marcha de una subcomisión parlamentaria: «Administración, sindicatos y patronal están trabajando para encontrar fórmulas que permitan optimizar las horas del convenio», comentan desde ARHOE para quienes el cambio debe ser prioridad para todos los actores sociales: «Se ha sugerido a televisiones y radios el adelanto en los prime time, y se está intentando hacer lo mismo con el resto del ocio, cines, restaurantes...».
Propuestas difíciles -«pero factibles, ¿acaso no hemos dejado de fumar en centros públicos?», comenta Buqueras- que podrían incluir, según adelanta Chinchilla, la adscripción de España al horario Greenwich, o lo que es lo mismo, que compartamos reloj con ingleses y portugueses: «Estamos fuera del ciclo solar. Nos levantamos, comemos... más tarde que nuestros vecinos porque tenemos mal asignada nuestra hora».
Pero para salir pronto no basta con que nos urjan a hacerlo. Aunque «cada vez sean más las empresas que apagan sus luces obligatoriamente a una hora determinada», especifica la directora del Centro Internacional de Trabajo y Familia del IESE, también hay que instaurar una nueva concepción de trabajo.
Hay que decir adiós al presentismo. «No hay más que ver lo que tardan los empleados en marchar una vez que se ha ido el jefe -comenta José María Acosta, profesor de ESIC Business School-. Ese tiempo que nos quedamos de más es, entonces, innecesario. Pero, claro, el cafelito, las reuniones absurdas, las comidas interminables...». Una cuestión cultural pero también paternalista, porque, tal y como comenta este experto, «tendemos a proyectar nuestra vida familiar en la oficina. Tratamos a las visitas de clientes como lo hacían nuestros padres a sus invitados; a los compañeros de trabajo como a nuestros amigos...». Y lo peor de todo, no sabemos decir que no y, menos, en tiempos de crisis. Acosta habla de éste como el principal enemigos en el trabajo. «Podemos negarnos a una propuesta sexual del jefe pero no a otra que nos haga quedarnos más. En ambos casos estamos hablando de nuestra libertad personal».
Trabajar menos y en crisis
Pero nada es tan fáci. Para Ignacio Buqueras la actual situación puede ser toda una oportunidad para «cambiar drásticamente la concepción del trabajo; a grandes males grandes remedios», pero también para minar el terreno avanzado. De hecho, el último congreso Nacional de la asociación que preside, ARHOE, hizo pública una carta abierta a empresarios españoles en la que se hablaba de los riesgos de aumentar aún más los horarios ante la crisis. «Caería más la productividad, habría un gran gasto energético y seguiría descendiendo la motivación», concluye Buqueras.
Disciplina
Los responsables de la «irracionalidad» horaria española son:
A. La desorganización de directivos y empresas
B. Los empleados, que gestionan mal su tiempo
C. La más que asentada «cultura del presentismo»
D. La idiosincrasia española que alarga la duración de cualquier actividad
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