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Ni mano dura, ni mano tendida

Tras el acercamiento de los gobiernos de Felipe González y la firmeza de Aznar, hemos llegado a la condescendencia de Zapatero, quien ha dicho que es «probable» que viaje a Cuba en 2009

Ni mano dura, ni mano tendida

Las relaciones entre España y Cuba en los últimos 50 años han pasado por muchos altibajos. Ni las políticas de mano dura ni las de mano tendida hacia el régimen han logrado abrir mayores espacios de libertad a los habitantes de la última colonia que España tuvo en América. El castrismo nos tiene tomada la medida.

Durante el franquismo, los dos dictadores se miraron con respeto, aunque no faltaron los incidentes, como la expulsión en 1960 del embajador español en La Habana, el marqués de Lojendio, que reprochó a Castro unas declaraciones que consideró calumniosas para España. Con la UCD, las relaciones no fueron malas y Adolfo Suárez viajó a La Habana en 1978.

Pero quien emprendió una política de acercamiento a Fidel Castro fue Felipe González. En 1986 viajó a Cuba, donde Castro le acogió con los brazos abiertos, mantuvo con él largas conversaciones y le acompañó al ballet Tropicana. Castro consiguió un ventajosísimo acuerdo para el pago de las indemnizaciones a los españoles expropiados tras la revolución, que sólo hizo en parte y además no con dinero, sino con pasta de guayaba, caramelos y hasta inodoros.

Aun así, las relaciones no fueron una balsa de aceite, porque Castro se empeñó en meter el dedo en el ojo a España. Llamó «tipejo fascistoide» al entonces presidente del Congreso, Félix Pons, expulsó del país a varios senadores del PP y, en 1990, introdujo sus «topos» en la Embajada española, para impedir que un grupo de cubanos que se había refugiado en ella abandonaran el país.

En 1992, aprovechando la Cumbre Iberoamericana, Castro visitó España, incluida Galicia, la tierra de sus padres, donde Manuel Fraga le dispensó una gran acogida.

Poco después de llegar José María Aznar a La Moncloa en 1996, Castro retiró el plácet que había concedido al nuevo embajador, José Coderch, porque éste declaró a ABC que la Embajada estaría abierta «de par en par a la oposición». Aznar reclamó a Castro cambios democráticos, pero además mantuvo la legación sin embajador cerca de 500 días.

Tanto es así que Aznar recibió en 1998 a Castro en la Moncloa y el ministro de Exteriores, Abel Matutes, viajó a La Habana, donde incluso se reunió con disidentes. Castro esperaba, a cambio, una visita de los Reyes a Cuba, único país iberoamericano que no han visitado oficialmente, pero sólo logró una prolongación de su estancia en La Habana.

En la Unión Europea, España abanderó la adopción de una posición común que vincula las ayudas a la isla a la apertura democrática del régimen.

Todo cambió con la vuelta al poder del PSOE. El Gobierno de Zapatero abogó, desde el primer momento, por abolir esas medidas contra Castro, que incluían invitar a los disidentes a las embajadas. El régimen respondió descongelando las relaciones con los europeos, mientras los opositores a Castro se sintieron abandonados.

En 2007, Moratinos, ante lo que pudiera pasar si moría Fidel, viajó a Cuba, donde se reunió con Raúl Castro. Zapatero ha anunciado que probablemente visitará Cuba en 2009.

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