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«No te enrolles, Charles Boyer»

«No te enrolles, Charles Boyer»

Hace ocho años ingresaba en la Real Academia Española el actor, escritor y director Fernando Fernán-Gómez, y hacía para su ingreso en ella un discurso sobre «la aventura de la palabra en el siglo XX». Ocho años después, mañana, el director y escritor y también actor José Luis Borau leerá su discurso de ingreso en la RAE, que versa sobre la palabra del cine en nuestro lenguaje. Ocupará el sillón «B», no de Borau, pues es el que dejó vacante Fernando Fernán-Gómez. A José Luis Borau lo propusieron los académicos Antonio Mingote, Emilio Lledó y Antonio Fernández Alba. «Desde que me llegó la noticia de mi propuesta para la Academia, que fue para mí una sorpresa absoluta, estoy un poco nervioso por la lectura del discurso. Me ha salido muy largo, a pesar de mi total acuerdo con el dicho... «Ni los discursos ni las películas han de ser largos»... Espero, al menos que resulte entretenido».

Hablará, dice, de la enorme influencia que tiene el cine en nuestro hablar cotidiano: «Muchas de las cosas que hacemos o decimos tienen su origen en las películas de toda la vida. Las expresiones cinematográficas que forman parte de nuestro lenguaje habitual son muy numerosas, además de las obvias, como rebobinar o primer plano, están las que decimos como frases hechas, y las hay a centenares, más o menos graciosas, y como recién horneadas en Hollywood: «No te enrolles, Charles Boyer», o «La cagaste Burt Lancaster», o esta otra tan graciosa de «El hombre propone..., y Basil Rathbone»... o las frases de películas, como «Siempre nos quedará París», «Qué bello es vivir», «Asignatura pendiente»... En fin, el panorama es infinito, pues incluso el cine ha servido para darle encanto al lenguaje publicitario: «Los mejores servicios de catering, con Catering Hepburn»».

José Luis Borau confiesa no tener ni idea de cuál será su cometido en la Real Academia a partir del lunes: «Lo que sí sé, seguro, es que me pondrán a trabajar, porque cada vez que alguien te propone para algo y te dice, «no te preocupes, si esto no es nada, se resuelve fácilmente», ya sé que lo que me espera es un montón de trabajo». Dice esto con expresión de cansancio, y hace con ella -y con una confesión de edad: «tengo casi ochenta años»-, un recuento de actividades: «Los lunes, Academia de San Fernando, de la que también soy miembro; los jueves, Real Academia Española; luego, esta Fundación Borau que se acaba de poner en marcha y que necesita mucha atención por mi parte..., más la presidencia de la Sociedad General de Autores... Llego al final de semana completamente agotado, y además he de atender mis cosas, mis escritos, mis guiones...». «Cualquier propuesta -continúa-, en eso no me engaño, es trabajo, más trabajo. Y esta filosofía me la reveló hace mucho tiempo Carmen Martín Gaite, que siempre se negó en rotundo a entrar en la Real Academia Española, y eso que se lo llegaron hasta a suplicar... Sabía que lo que le iban a dar era más trabajo, claro».

El cabreo de Azcona

También reconoce su enorme alegría por ser miembro de la Real Academia, aun dentro de esta hiperactividad, porque es una preocupación que le viene a él de lejos: «Desde que René Clair entró a la Academia francesa en 1962 pensé que era necesario que un cineasta, un guionista, en realidad, estuviera también en la Academia española. Recuerdo que Berlanga y yo nos reunimos a finales de los años noventa con el entonces director de la RAE, Lázaro Carreter, para señalarle lo adecuado que sería que un cineasta-guionista entrara como miembro. Estuvo muy de acuerdo y nos dijo que a quién veíamos apropiado. Tanto Berlanga como yo propusimos de inmediato a Rafael Azcona y a Fernando Fernán-Gómez. Berlanga me pasó a mí «el muerto» de decírselo a Azcona, tan reacio siempre a todas estas cosas. Quedé con él a comer y en cuanto le dije nuestro propósito de hacerlo académico se enfadó muchísimo. Azcona era así, te montaba un pollo por darle un premio o proponerle para algo fabuloso. Total, que nuestra propuesta recayó por completo en Fernando Fernán-Gómez, grandísimo en todos los terrenos, aunque la imagen que se proyectaba era la de un cómico que entra en la Academia, más que la de un guionista».

Mañana lee su discurso de ingreso José Luis Borau, que será contestado por Mario Vargas Llosa, viejo amigo del cineasta desde los tiempos del guión de «Pantaleón y las visitadoras» (fue guión antes que novela), que estuvo a punto de dirigir Borau. El discurso de Vargas Llosa no sabemos por dónde va, pero sí de dónde viene: del Congo, donde ha estado de «cacería» de datos y ambientes para su próxima novela.

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