Viernes, 14-11-08
POR LUIS MIRANDA
CÓRDOBA. En «El libro de las aguas», el Valle de los Pedroches es más que un escenario o un nombre rotulado cuando la película ha dicho adiós con el último plano. Es casi un personaje, un ente con vida propia que marca la vida y la forma de ser de los personajes y que casi condiciona su destino entre los peñascales, los huertos, las encinas y las casas con austera solería de granito.
Este paisaje por el que la modernización pasó casi de puntillas y que ha resistido con toda su sobriedad tradicional al paso del tiempo llena desde hoy las pantallas del cine con el estreno de «El libro de las aguas», una película dirigida por Antonio Giménez-Rico basándose en la novela homónima de Alejandro López Andrada. La cinta se dio a conocer ayer en los multicines de El Tablero con la presencia de sus máximos responsables, incluido el largo elenco de actores y actrices.
Pocos meses después de su rodaje en multitud de localidades y parajes de la comarca, la película se pudo ver por fin en dos pases: uno matutino, dirigido a los medios de comunicación, y otro vespertino. Antonio Giménez-Rico tenía sus dudas de que los habitantes de la comarca estuviesen satisfechos con la imagen mostrada de sus pueblos y de sus tierras. Al menos desde su experiencia: «Siempre piensan que van a salir ellos, o su casa, o su calle». Pero lo cierto es que desde el comienzo el inconfundible color de la tierra ya deja ver dónde está rodada.
Un largo plano de un autobús sobre un campo de cereales salpicado de alguna encina solitaria y con Sierra Morena al fondo da comienzo a la película, que comienza cuando el protagonista, Ángel Pedrosa vuelve a Bruma, el pueblo en el que pasó su infancia y primera juventud.
Si Alejandro López Andrada no deja lugar a dudas de que la novela se desarrolla en su tierra, tampoco la película lo hace, porque comienza con una vista en detalle del pueblo de Pedroche, al que llega el protagonista para encontrarse con su pasadO. En la que fue su casa está el Libro de las Aguas, en el que sU padre apuntaba las incidencias del clima y sus efectos en la vida.
Es entonces cuando comienza su recuerdo: la vuelta al pueblo al finalizar la Guerra Civil, el recuerdo reciente de la muerte de sus padres durante el conflicto y la amenaza constante de que alguien revele su pasado de que colaboró con el ejército republicano durante la contienda.
Sucesos, vicisitudes, enamoramientos y las revelaciones de una misteriosa evidente, a la que da vida Ana Diosdado, se mezclan entre la vida sencilla del campo, sea en las comidas al aire libre o en la limpia austeridad de las casas.
El director explicaba al terminar la película que su máxima preocupación había sido el poder trasladar la atmósfera poética de la novela de Alejandro López Andrada a la gran pantalla. No en vano, recuerda, se trata de una narración de un poeta, con lo que las metáforas son frecuentes a lo largo de toda la obra.
Reflejar esa atmósfera desasosegante y melancólica que imprega las páginas de «El libro de las aguas» ha sido su objetivo, sin olvidar mostrar los horrores de la posguerra, «que a veces puede ser más terrible que las mismas trincheras de la guerra».
El joven actor Álex González fue el encargado de dar vida al joven Ángel Pedrosa. Junto a él estuvo Elena Furiase, en su debut cinematográficO, dando vida a Amalia, el amor de juventud de Ángel. Su madre en la vida real, Lolita, hace el papel de la tía Lorenza mientras que Álvaro de Luna es el abuelo del protagonista. Pepe Sancho, Ramón Langa y Jorge Sanz, éste en un pequeño papel, también aparecen en la película.

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