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La política como narrativa personal

La política como narrativa personal

Se dice que todo candidato a la vicepresidencia de Estados Unidos debería venir con un botón para quitarle, de forma conveniente, el sonido. La opción resulta especialmente tentadora para Joseph Biden, el veterano senador demócrata elegido por Barack Obama como «número dos». Su reconocido gran problema es la «logorrea» (meter la pata por hablar demasiado). Pero sin una fácil solución astringente dentro de la política americana que exige unos niveles de narrativa personal que pueden violentar, por ejemplo, a ciertas sensibilidades europeas con más pudor hacia las vidas privadas de los políticos. Pero está claro que a este lado del Atlántico, lo personal es política y la política es personal.

En el muy anticipado debate vicepresidencial celebrado el jueves en Saint Louis, seguido por una plusmarca de más de 73 millones de televidentes, Joseph Biden -y no Sarah Palin- ha monopolizado el ángulo maternal de la noche al recordar la muerte en 1972 en accidente de tráfico provocado por un conductor borracho de su primera esposa, Neilia Hunter, y su hija pequeña Naomi. De hecho, Biden tomó posesión de su primer escaño como senador federal en el hospital donde lograron recuperarse sus otros dos hijos gravemente heridos, Beau y Hunter.

Con la voz entrecortada, y ganándose buenos puntos, Joseph Biden ha exhibido esa peculiar mezcla americana de privado público al decir: «No es verdad la noción de que porque soy un hombre, no sé lo que es criar a dos chicos solo o desconocer si van a salir adelante. Yo lo entiendo. Yo entiendo también, con todo el respeto para la gobernadora o cualquiera, lo que siente toda esa gente sentada en las mesas de sus cocinas. ¿Y adivinen qué? Están buscando ayuda. No están buscando más de lo mismo».

Humildad poco humilde

En el caso Biden, según ha detallado esta semana el «New York Times», esa «mesa de cocina» está situada dentro de una casa en Delaware valorada en tres millones de dólares y con vistas a un lago. Lo cual no impide al senador y profesor de Derecho contar y recontar sus orígenes humildes en Pensilvania, donde nació hace 65 años, y su costumbre de ir a trabajar en Washington (más de una hora por trayecto) en transporte público ferroviario. Hasta el punto de presumir de ser el miembro con menor patrimonio del centenar de senadores que componen la Cámara Alta, con tintes de selecto club de millonarios.

Al seleccionar a Joe Biden, Barack Obama ofreció un vistazo de sus inseguridades como candidato presidencial. Ya que el senador por Delaware tiene más de tres décadas de experiencia política y sólidas credenciales en materia de relaciones internacionales y seguridad nacional. Aunque la decisión de sumar cambio más experiencia ha sido cuestionada entre los fervientes seguidores del líder afroamericano, que hubieran querido seguir burlando todo tipo de tradiciones, tópicos y convencionalismos electorales.

Ambiciones y crisis

Durante su extensa carrera política, Joe Biden ha cultivado sus propias ambiciones presidenciales. En 1987, tras comenzar con fuerza, tuvo que retirarse entre acusaciones de haber plagiado un discurso del británico líder laborista Neil Kinnock y haber exagerado de mala manera su currículum. Su más reciente intento en este ciclo electoral acabó el pasado enero tras quedar en quinto lugar en los indicativos «caucuses» de Iowa.

En 1988, sufrió un grave aneurisma. Pero una vez recuperado, este católico defensor del aborto se hizo cargo de la presidencia del comité judicial del Senado, donde ejerció su influencia sobre todo tipo de cuestiones domésticas y en el decisivo proceso de confirmación de magistrados para el Tribunal Supremo. En la actualidad, preside el comité de exteriores de la Cámara Alta. Plataforma utilizada para convertirse en una de las principales voces diplomáticas del Partido Demócrata. Casado de nuevo con la maestra Jill Jacobs, y padre de otra niña, el senador acaba de despedir a su hijo Beau, que como capitán jurídico en una unidad de la Guardia Nacional, ha sido destinado un año de Irak. Predicamento que comparte con la gobernadora Sarah Palin.

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