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Fernando Sebastián: «Algunos gestos del Papa Francisco se están manipulando»

Es el único español que el Papa ha elegido en la primera elección de cardenales de su Pontificado

BEGOÑA LÓPEZ - Actualizado: Guardado en: Actualidad

Aragonés, nacido en Calatayud, Don Fernando Sebastián Aguilar será investido cardenal por el Papa Francisco el 22 de febrero en Roma. Un broche de oro a una vida de 84 años, de los cuales, 69 ha estado dedicado al servicio de Dios, entre otras funciones como obispo de León, arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela, Gran Canciller de la Universidad Pontificia de Salamanca, Administrador Apostólico de la Diócesis de Málaga o secretario general de la Conferencia Episcopal.

–¿Cómo se enteró de que es uno de los primeros obispos, en su caso arzobispo emérito de Pamplona y Tudela, nombrados cardenales por el Papa Francisco?

-De un modo curioso. Concelebraba la Misa de las 11:30 con el obispo de Málaga, en la Catedral. Celebrábamos la fiesta del Bautismo de Jesús y por eso vino el obispo, así que me quedé en segundo lugar. Una persona subió al altar y le susurró algo al oído. Vino hacia mi y me preguntó si podía dar la noticia. Le pregunté, ¿qué noticia? Y me dijo que me habían nombrado cardenal. Y así me enteré, sentado en mi silla en la Catedral, ¡qué mejor sitio para recibirlo!.

–¿Qué es lo primero que pensó y en quién?

–En primer lugar pensé en el Papa, con un sentimiento de agradecimiento. También en los encuentros que he tenido con él, en dos o tres ocasiones. Gratitud, gratitud y vergüenza, porque creo que hay otros con más méritos a los que les hubiera venido bien. Pensé en mis padres, los dos ya en el cielo, en la alegría que les hubiera dado. También pensé en todos aquellos que me han ayudado en la vida, en mis educadores…

–¿Qué supone para usted ser nombrado Cardenal?

–Un consuelo, un reconocimiento del Papa de la Iglesia Universal. Será señal de que tan mal no lo he hecho, una alegría por todas las cosas que puede representar. No creo que me vayan a encargar trabajos nuevos, tengo ya mucha edad, pero dedicaré mis energías y el tiempo que Dios me dé al servicio del Reino de Dios y lo haré con más alegría, decisión y gratitud.

–En su dilatada trayectoria al servicio de Dios y de la Iglesia ha conocido a varios Papas. ¿Qué destacaría de cada uno de ellos?

–Nací en los tiempos de Pío XI, al que casi no recuerdo y con quien nunca hablé. En mis tiempos de seminarista y de sacerdote, el Papa era Pío XII, el Papa de Europa, el de la primera apertura de la Iglesia al mundo contemporáneo, el precedente del Concilio Vaticano II. Después llegó Juan XXIII. ¡Qué le voy a decir de él!, sino su bondad, su paternidad, la docilidad con la que convocó el Concilio Vaticano II… Pero nunca le saludé. Tras él, Pablo VI, el de mi madurez, el del Concilio. Se acercó al talante de la Era Moderna. Creo que fue incomprendido y, a veces, poco querido en España. Era inteligente y bueno. Pude saludarle. Juan Pablo I estuvo poco tiempo y no le conocí. Juan Pablo II fue el Papa de los derechos humanos, el de la lucha contra el monstruo del comunismo, el de la convocatoria de la Iglesia Universal, el de los viajes para hacer frente al laicismo. A Benedicto XVI le conocí y seguí cuando era profesor en Alemania, estuvo en España, en Pamplona, cuando yo era arzobispo. Le nombraron Doctor Honoris Causa en la Universidad de Navarra. Es un pensador, profesor y, como santo, un ejemplo admirable.

–Y, ¿del Papa Francisco?

–Nos trae la alegría, el entusiasmo, la confianza en nosotros mismos. Es el Papa del Concilio, el que lo pondrá en ejercicio.

–¿Cree que se están manipulando algunos gestos del Papa Francisco, como el bautizo de un bebé de padres no casados o declaraciones sobre los homosexuales?

–Sí, se están manipulando. El Papa tiene gestos que demuestran la voluntad de la Iglesia y de Jesucristo de atraer a los alejados, de abrir las puertas de la Iglesia a los hijos que, por circunstancias de la vida han vivido al margen de la doctrina de Jesús y de la Iglesia. Y algunos lo interpretan como que da la razón a los disidentes, pero no es más que comprensión y misericordia y deseo de acoger a los descarriados. Les está invitando a venir a la comunión de la Iglesia.

–¿Qué opinión le merece el proyecto de ley para reformar la normativa actual sobre el aborto?

-Si restringe el aborto, ya me parece mejor que la anterior, pero es una pena que haya tanta duda y tibieza. El debate del aborto en España está pervertido. No se parte de su verdad. No es una interrupción del embarazo, ni una enfermedad, ni una elección de la mujer, porque cuando una mujer lleva un hijo en las entrañas, ya es madre y debe cuidar de la vida de su hijo. Que nos hayan vendido una ley como la que hay, con la que se puede matar a un hijo en el seno materno, es una aberración. Porque se trata de una persona independiente, distinta, que crece al abrigo de su madre.

–¿Qué recuerdos tiene de su etapa en Navarra?

–Fueron 15 años. Recuerdo su paisaje, su tierra, sus santuarios. Pero también recuerdo los atentados… Y las javieradas; Ujué, Roncesvalles, Estella… Y el Año Javeriano, un año antes de mi jubilación, en 2007. Javier siempre ha sido uno de los puntos que recuerdo con más cariño. Mi vocación se debe en parte al ejemplo de Francisco de Javier.

–Es usted claretiano. Los claretianos tienen una impronta misionera. ¿Cuál es el papel actual de los misioneros y dónde está?

–La función de los misioneros no es en primer lugar resolver la pobreza, sino llevar la noticia de que Jesús es el Hijo de Dios y Salvador de toda la Humanidad. Es el molde, el ideal, el norte de la Humanidad. Esa es la gran noticia de los misioneros. Me hice claretiano para ir a Japón, pero la vida me ha llevado por otros derroteros. El lugar de los misioneros está en todo el mundo y en donde las situaciones son más difíciles, el amor al prójimo se convierte en socorro de los pobres y confirma el anuncio del Evangelio de Jesús.

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