Zarzuela: la más primorosa
Domingo, 07-06-09
QUE hayan pasado varias horas y todavía retenga en la memoria melodías e imágenes del espectáculo que vi el viernes es un muy buen síntoma. Me pasó lo mismo la semana pasada en Valencia, al día siguiente de alucinar con el wagneriano «Ocaso de los dioses» de La Fura dels Baus y Zubin Mehta. Ahora no me refiero ni a Wagner ni a un presupuesto de millones, sino al recital «Me llaman la Primorosa» con el que el Liceu despedía sus «Sesiones golfas», un programa que hoy se repite en el Foyer liceísta a cargo de la soprano Ángeles Blancas y del director de escena Emilio Sagi. ¿El menú musical? Todo lo contrario de «papá» Wagner: zarzuela.
Con este espectáculo, despedido con una ovación, el Liceu comenzó a enmendar esa deuda que tiene como teatro público ante el género de la zarzuela, históricamente parte fundamental de la tradición teatral de la ciudad (y del propio Gran Teatre), al que en las últimas décadas le había vuelto la espalda de manera inexcusable. Además, con el recital, volvía a la cartelera liceísta un director de escena español que igual te dirige un wagner en París que un barbieri en Santiago de Chile: Emilio Sagi. Resultaba muy poco comprensible que un artista de su categoría no figurara en la programación del Liceu. Así las cosas, el espectáculo mató dos pájaros de un tiro. Y lo hizo con un éxito arrollador.
Sagi montó un «show» cabaretero y con olor a vodevil, con lo justo de picante, dramático y cómico, ya que las romanzas seleccionadas apuntaron a estas tres aristas propias del teatro musical castizo, con ejemplos de género chico y de zarzuela grande.
Todo estuvo moldeado a la justa medida de esa gran comunicadora que es Ángeles Blancas, digna heredera de la estirpe que conformaron sus padres, el barítono Antonio Blancas, y la gran soprano Ángeles Gulín. La cantante se movió como pez en el agua en ésta, su primera incursión en las lides zarzuelísticas interpretando con intensidad, con desparpajo y emoción. Después de debutar nada menos que la temible Abigaille del «Nabucco» verdiano en Zúrich, Blancas volvió a Barcelona como una «show-woman» impresionante, devolviéndole al género «glamour», fuerza y genialidad. El impecable vestuario de Jesús Ruiz, el olfato teatral de Emilio Sagi y la fuerza escénica de esta cantante excepcional confluyeron para fascinar a los golfos que fuimos al Liceu a disfrutar de lo mejor de la zarzuela.
Pablo
Meléndez-
Haddad
LA VIDA EN SOLFA

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