Su premeditación le llevó a ensayar el accidente en el vuelo anterior a la tragedia, el de Dusseldorf-Barcelona. Andreas Lubitz redujo la altitud para colocar el avión a la altura mínima, 100 pies, unos 30 metros. Lo hizo primero durante tres segundos. Eran las 7:20 de la mañana. Luego corrigió, pero desde las 7:22 hasta las 7:24 volvió a manipular varias veces el control de altura del piloto automático, y pudo hacerlo porque, como en el fatídico vuelo de vuelta, Andreas Lubitz se encontraba solo en la cabina. El piloto había salido al baño, pero esta vez sí le dejó entrar. Nadie se percató de lo que hacía porque el gesto que tuvo el copiloto en el vuelo de ida fue durante un descenso programado normal y no tuvo impacto sobre la trayectoria del avión. La investigación de las cajas negras detalla cómo Lubitz ignoró hasta once llamadas de emergencia del control aéreo de Marsella y las cuatro del comandante entre las voces de los pasajeros. Su licencia de piloto tenía una limitación. El médico que debía renovar sus certificados debía saber todo su historial médico, en poder de Lufthansa. -Redacción-
