Lo primero es el Astor Caffé, un establecimiento delicioso situado en una pequeña callecita justo detrás de la Plaza del Duomo. Buscarlo en un excelente entretenimiento para reconocer la zona. Por la mañana sirven desayunos y café deliciosos y por la tarde, a partir de las seis, principalmente en invierno, te pides una bebida y te hartas de comer en la barra. Ponen una suerte de tapas o degustaciones, platitos de pasta variada, taquitos de queso para mojar en tomate... todo gratis. Tienen prensa internacional y por la noche se ambienta muchísimo. Lógicamente me encantó, no se le puede pedir más a una cafetería.
Vamos con otra recomendación. Il Porcellino, en la Loggia del mercado nuovo. La tradición marca que hay que colocar una moneda en el hocico y si cae dentro de la fuente, eso significará que irremediablemente volverás a Firenze. Puede que sea una trampa parta turistas, pero y lo agradable que resulta...
Por supuesto otro asunto inexcusable es admirar el David original de Miguel Ángel. El original, oiga. Es un espectáculo en sí mismo... puro arte. Está en la Galleria dell´Accademia, via Ricasoli. Si sigues la misma calle hacia adelante, te encuentras la Escuela de Arte donde se respira un ambiente extraordinario de creación. Los estudiantes de pintura, dibujo... andan con sus obras a medio hacer.
El Mercado de San Lorenzo es otro asunto que no debe quedar postergado. Posiblemente sea el lugar más indicado para comprar los clásicos regalitos del viaje, sobre todo cosas de cuero. Se encuentra de la Piazza San Lorenzo a via dellÁriento en todo el entorno de la basílica. A regatear tocan.
Seguimos con la tumba del genio Miguel Ángel, que se encuentra en la Iglesia de Santa Croce. No sé, a mí me hizo ilusión ver dónde descansa (por cierto sin la importancia que merece) el artista más impresionante de todos los tiempos... También se puede investigar para dar con la casa donde vivió en su niñez.
Luego toca la típica imagen de los puentes con la ciudad como decorado. Se puede conseguir desde muchos lugares, pero hay dos absolutamente preciosos que son de obligado cumplimiento: la Basílica de San Miniato in Monte y casi mejor la piazzale Michelangelo, presidida por cierto por una una reproducción del David en bronce. Son las vistas capaz de enamorar al más insensible.
Más cosas. Está el Orsanmichele, una iglesia ubicada en pleno centro que hace esquina con la via Calzaiuoli. Resulta extraordinariamente curiosa porque está construida sobre un antiguo edificio que era un almacén de trigo y guarda la estructura inicial.
Por cierto, si avanzamos por esta calle, la via Calzaiuoli, nos daremos cuenta de que es imprescindible recorrerla si somos carne de tiendas, es la más comecial y peatonal. Están todas las firmas de ropa, pero lo mejor son las heladerías, tienen los mejores helados de la ciudad. Todo un gustazo ver escaparates con una buena tarrina entre las manos. Un cono también vale.
Lo último, ya que estamos hablando de helados, hay que darle una oportunidad a la heladería Vivoli, la de mayor fama en Florencia. Pura artesanía. Dicen que el espíritu de Lorenzo de Médicis sigue dando buena cuenta de los helados por las noches.
