Así son los 17 lugares de España que optan al Mejor Rincón 2015
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Así son los 17 lugares de España que optan al Mejor Rincón 2015

Ya está en marcha la cuarta edición del concurso de la Guía Repsol, con 17 nuevos sitios mágicos de España, uno por cada Comunidad

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Ya está en marcha la cuarta edición del concurso de la Guía Repsol, con 17 nuevos sitios mágicos de España, uno por cada Comunidad

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  1. Plaza Mayor de Graus, Huesca

    «¡Caramba, qué rico sabor tiene esta plaza!». Eso dijo el pintor Ignacio de Zuloaga al ver la Plaza Mayor de Graus, que luego trasladaría a uno de sus lienzos. Rodeada de soportales y nobles casas de alegres colores, tomó su forma actual en el siglo XVI y ha sido escenario de ferias y mercados, corridas e infinitas fiestas. Aquí es donde, durante las fiestas patronales (del 12 al 15 de septiembre), se ejecutan los famosos dances (el baile de las Espadas y el de las Cintas) y se representa la Mojiganga, un espectáculo que repasa en clave satírica todo lo que ha sucedido a lo largo del año.

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  2. Villa Fortificada de Buitrago del Lozoya, Madrid

    Al pie del puerto de Somosierra, en otro tiempo paso frecuentado por ejércitos moros y cristianos, encontramos Buitrago del Lozoya, la única población madrileña que conserva completo su recinto fortificado: una muralla de más de 800 metros de longitud y nueve de altura que desde el siglo XII, si no antes, se erige imponente sobre una cerrada curva del río Lozoya. El adarve está perfectamente acondicionado para recorrer por arriba toda la muralla y la visita guiada cuesta sólo dos euros. Si estas piedras de este imponente recinto hablaran, nos hablarían del Marqués de Santillana, que solía venir aquí a cazar (osos, jabalíes y, a juzgar por sus serranillas, también amores), y de Juana la Beltraneja, que de niña fue custodiada por los Mendoza en su castillo.

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  3. Minas de Riotinto, Huelva

    Vistas de las minas que dan nombre a la localidad onubense de Minas de Riotinto
    Vistas de las minas que dan nombre a la localidad onubense de Minas de Riotinto - EFE / Julián Pérez

    Tartesios, fenicios, cartagineses, romanos, almohades, ingleses… Todos arrancaron sus tesoros a estas tierras coloradas, dejando un paisaje extraordinario, con cráteres de hasta 350 metros de profundidad, que no es que parezca Marte, es que nos sentiremos allí mismo. Por eso la Nasa y la Agencia Espacial Europea han venido aquí a hacer experimentos y probar equipos para futuras misiones al planeta rojo. La visita al Parque Minero de Riotinto comienza por el museo, donde puede verse una reproducción de una mina romana y el archilujoso Vagón del Maharajá, que fue construido para la reina Victoria de Inglaterra y traído a Riotinto para una visita de Alfonso XIII.

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  4. Monasterio de Nuestra Señora de Valvanera, La Rioja

    Se nota que la Virgen de Valvanera es la patrona de La Rioja, porque tiene la mejor casa de la región: un santuario a 1.000 metros justos sobre el nivel del mar, en un valle verde a más no poder de la sierra de la Demanda, rodeado de montes (el Mori al norte, el Umbría al sur, el Cándalo al este y el Pancrudo a oeste), bosques y aguas mil (Valvanera, según los que saben, viene de Vallis Venaria: Valle de las Venas de Agua). En el camino, lleno de curvas y vistas impactantes, una cruz con un aviso: «Ninguna mujer entre hasta el término (…) y si entra, quede detenida hasta que pague sesenta sueldos al procurador del rey». Eso era hace mil años, claro, porque hoy todas y todos son bienvenidos a este monasterio benedictino, donde se pasa el día (o los días) oyendo el canto gregoriano en la iglesia gótica y el de los pájaros en el bosque, paseando y pedaleando por los caminos del monte y reponiendo hidratos con un buen plato de caparrones (alubias rojas de Anguiano) en el restaurante de la hospedería. Bueno, y también con un chupito del licor que hacen los monjes, que además es digestivo, gracias al enebro de los collados y la manzanilla serrana.

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  5. Bárcena Mayor, Cantabria

    Declarado Conjunto Histórico-Artístico, este pueblo del valle de Cabuérniga pasa por ser el más antiguo de Cantabria, pero cuesta creerlo viéndolo tan acicalado, con las calles tan bien empedradas, las solanas (o balconadas de madera) llenas a reventar de hortensias, geranios y panojas, y sus anchos portalones, como nuevos después de siglos y siglos de cobijar bajo ellos los carros. Las típicas casas montañesas, de dos alturas, que conforman este pequeño pueblo donde orientan sus fachadas hacia el sol del mediodía para recoger su calor y hacer frente al frío que se adueña gran parte del año de esta zona de montaña.

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  6. Monumento Natural los Barruecos, Cáceres

    Peñas del Tesoro desde el lado opuesto de la Charca del Barrueco de Abajo
    Peñas del Tesoro desde el lado opuesto de la Charca del Barrueco de Abajo - Mario Modesto Mata

    El Tiburón, el Caracol, la Seta, la Tortuga…, son algunas de las muchas moles graníticas, esculpidas artísticamente por el azar geológico, que salpican el paraje de Los Barruecos. Apenas se ven árboles. Sólo rocas y más rocas pero que impresionan y que parecen todavía más numerosas al reflejarse en el agua de las charcas. Sobre las grandes peñas anida una de las mayores colonias de cigüeñas de Europa, tan numerosa que llenan con su extraña música (el castañeteo de los picos) todos los recovecos de este no menos extraño paisaje. Debajo de las peñas también hay que mirar, porque allí se esconden pinturas y grabados rupestres que atestiguan la fascinación que los hombres han sentido desde siempre por este pétreo lugar. Si en vez de granito, las rocas fueran de imán, no podrían atraer más al visitante, como si el paraje estuviera encantado.

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  7. El Charco Azul, Valencia

    Chulilla es un pueblo de postal que se apiña como un blanco rebaño en la ladera del cerro del Castillo, junto al foso natural del río Turia, que discurre encañonado entre paredes de 160 metros de altura convertidas hoy en uno de los santuarios de la escalada deportiva en España, con más de 500 vías. Allí, al pie de los paredones, con sólo caminar media hora desde el pueblo, se descubre el Charco Azul, un remanso de aguas tersas que duplica como un espejo la belleza de este paisaje vertical de pura roca. El Charco Azul es un buen lugar para refrescarse y para recordar otros tiempos, cuando el río corría libre, sin presas que lo contuvieran, y la madera de la sierra era transportada hasta la ciudad de Valencia flotando sobre sus aguas. Al llegar a esta angostura, donde las altas paredes casi se tocan, se formaban aglomeraciones de troncos y no pocos gancheros o madereros, al tratar de deshacerlas, perdían la vida, razón por la cual se construyó una ermita en las inmediaciones. La ruta del Charco Azul es una de las nueve sendas autoguiadas que recorren el entorno de Chulilla. Empieza y acaba en la plaza de la Baronía, la principal del pueblo, está bien señalizada y es muy fácil, ideal para hacer con niños.

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  8. Ermita Rupestre de los Santos Justo y Pastor, Palencia

    Vista interior de la iglesia de los Santos Justo y Pastor
    Vista interior de la iglesia de los Santos Justo y Pastor - valdavia

    En España hay cientos de oratorios y ermitas acondicionados en cuevas, pero lo de Olleros de Pisuerga supera ampliamente el concepto: es toda una iglesia, consagrada a los santos Justo y Pastor, que fue excavada cuan grande es, con sus dos naves y sus bóvedas apuntadas, a fuerza de pico en el interior de un cerro de roca arenisca al lado mismo del pueblo. Requiere mucho esfuerzo y tesón dejar hueca una montaña. Probablemente, los que empezaron a picar fueron monjes mozárabes que huyeron en el siglo IX de los musulmanes, y luego la obra se prolongó hasta adquirir, ya en el XII, su tamaño y su traza románica. Cuatro pilares separan las dos naves, pero son decorativos, como las bóvedas, porque la roca excavada se sostiene sola. Todo está labrado como si fuera funcional, hasta los falsos arcos fajones que refuerzan las simuladas bóvedas. Más que una obra de arquitectura, la iglesia es una escultura. Mejor visitarla al atardecer, cuando el penúltimo sol, entrando por la puerta y las ventanas, arranca destellos dorados de la roca arenisca.

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  9. Salto del Usero, Murcia

    La naturaleza suele darnos gratis cosas que, si tuviéramos que comprarlas, nos costarían una fortuna, no podríamos. Buena muestra de ello es el Salto del Usero, a tres kilómetros al sur de la localidad de Bullas, donde el río Mula cae en una cascada de cuatro metros sobre una poza de dimensiones olímpicas a la que los vecinos llaman la vaera y en la que todos (o casi todos) han aprendido a nadar de niños. Para más lujo, esta piscina natural está parcialmente cubierta por una cúpula de travertino (la misma roca sedimentaria de la que están hechos gran parte de los monumentos e iglesias de la antigua Roma), que ha sido labrada durante milenios por la erosión remontante del río. Cualquier día es bueno para zambullirse en esta agua, pero la noche de San Juan es aquí muy especial. Se celebra la Bajada de la Mora, que congrega al filo de la media noche a cientos de personas en torno a la poza que forma la gran cascada de agua, para encontrarse con la «reina mora» y ser bendecidos por sus milagrosas aguas.

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  10. Monasterio de Santa María de Irantzu, Navarra

    El Monasterio de Iranzu (1176). El claustro (ss. XII-XIV) y el gótico cisterciense
    El Monasterio de Iranzu (1176). El claustro (ss. XII-XIV) y el gótico cisterciense - José Luis Filpo Cabana

    Escondido en el verde valle de Yerri, al pie de la sierra de Andía, está el monasterio de Santa María de Irantzu, una majestuosa abadía cisterciense erigida entre los siglos XII y XIV. Abandonado desde la Desamortización de 1835, el lugar fue reconstruido en 1942 y repoblado por monjes teatinos que habitan entre auténticas piedras vivas del monasterio, piedras con las que se puede (y es un placer) conversar. Quien prefiera el silencio, se aislará dentro del lavatorio del claustro gótico, que es la paz hecha fuente hexagonal.

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  11. Bufones de Pría, Asturias

    Los bufones, aparte de payasos de las antiguas cortes, son agujeros semejantes a chimeneas que se forman por la disolución de la roca caliza de los acantilados y que, al llenarse con un golpe de mar, resoplan como ballenas, empapando al que se arrima para diversión de quien lo contempla a prudente distancia. Desde Llames (no confundir con Llanes, la capital del concejo) hay que dirigirse a la playa de Guadamía y continuar a pie unos 200 metros por un camino de tierra reservado para vehículos agrícolas que conduce al Bramadoriu de Llames, extenso campo de bufones y altos acantilados que en los días de fuerte marejada, con el mar enfurecido, ofrece un espectáculo tremendo, surtiendo aquí y allá chorros como géiseres de hasta 20 metros, cuyos bufidos se sienten a kilómetros de distancia.

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  12. Cala S'Alguer, Gerona

    Casas de pescadores en la Cala S'Alguer
    Casas de pescadores en la Cala S'Alguer - alberttm

    Cala S'Alguer es una foto de la Costa Brava de antes de que se inventaran el turismo y la propia fotografía: una instantánea del siglo XVI, cuando el pescador Pere Resador construyó, con permiso de los condes de Palamós, una caseta para guardar su barca y sus artes. Luego el maestro calafate Pere Sureda hizo lo mismo, y después otros más, hasta formar esta barriada perfectamente integrada con la pineda, la playa pedregosa y el mar. En 2004 Cala S'Alguer fue declarada Bien de Interés Cultural para evitar que esta foto cambie, para que siga siendo siempre un rincón de barcas varadas en la orilla y de casitas blancas donde sus afortunados dueños hacen paellas familiares y erizadas con los amigos, cantan habaneras al atardecer y duermen arrullados por el oleaje.

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  13. Nacientes de Marcos y Cordero, La Palma

    A La Palma le dicen la Isla Bonita, pero también, con no menos razón, la isla de los senderistas, porque está hecha que ni adrede para ellos, con su dramática orografía volcánica y sus más de mil kilómetros de sendas señalizadas. Entre todas ellas, destaca por lo bella, rara y divertida, la ruta de los Nacientes de Marcos y Cordero, en el municipio norteño de San Andrés y Sauces, que sigue el canal que recoge y conduce monte abajo el agua de estos copiosos manantiales, obligando al caminante a atravesar trece angostos túneles, uno de ellos de 400 metros. Hay que llevar linterna y, sobre todo, un buen impermeable, porque los túneles gotean constantemente. Además de húmeda, la ruta es bastante exigente (24,5 kilómetros y 1.200 metros de desnivel). Por eso no suele hacerse entera, sino atajando desde la Casa del Monte, a donde se accede en taxi todoterreno. Desde allí, son sólo dos horas hasta el naciente más alto, el de Cordero. Luego se puede volver por el mismo camino o bajar al Centro de Visitantes cruzando el Bosque de los Tilos, un frondoso bosque de laurisilva que fue declarado Reserva de la Biosfera en 1983, 19 años antes de que lo fuera toda la isla.

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  14. Santa María de Zumarraga La Antigua, Guipúzcoa

    Construida hace alrededor de siete siglos en la ladera meridional del monte Beloki, a dos kilómetros de Zumarraga, la ermita de La Antigua otea el valle del alto Urola y una buena porción de los Montes Vascos: desde el picudo Txindoki, hasta la afilada cresta del Amboto, pasando por el macizo de Aizkorri, donde tiene su santuario la patrona de Gipuzkoa, la Virgen de Arantzazu. Pero no son las vistas las que dejan atónito al visitante, ni tampoco el exterior del edificio, cuya austeridad delata haber sido previamente una construcción defensiva, sino su asombrosa cubierta de madera, un auténtico bosque de robles cuyo ramaje de vigas, tirantes y tornapuntas aparece profusamente decorado con ruedas, cruces gamadas, cabezas y bustos de mujer e incluso un dragón. Un interior, pues, de neto sabor rural, que recuerda tanto en su estructura como en la ornamentación a los caseríos vascos.

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  15. Castillo de Almansa, Albacete

    turismo de almansa

    Además de bonito, el de Almansa es un castillo bien plantado: se adapta tan perfectamente a la afilada cresta del cerro del Águila que, en vez de obra de hombres, parece una prolongación natural de la roca. Pero sí que fue obra de la mano del hombre, y de hombres bien grandes, además. Como el infante Don Juan Manuel, que reconstruyó la vieja fortaleza almohade. O como el Marqués de Villena, cuyas armas figuran en las claves de las bóvedas de crucería de la torre del homenaje. Luego los hombres grandes desaparecieron y el castillo, casi sin uso desde el siglo XVI, estuvo a punto de perderse. En 1919, el alcalde de Almansa denunció su estado ruinoso y solicitó permiso para demolerlo, pero gracias a los informes realizados por las academias de Historia y de Bellas Artes, no sólo se salvó, sino que fue declarado Monumento Histórico Artístico Nacional.

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  16. Muiños do Folón e do Picón, Pontevedra

    Muíños do Picón e do Folón
    Muíños do Picón e do Folón - turgalicia

    Lo habitual, en la mayor parte de España, era que hubiera uno o dos grandes molinos en cada pueblo, pero aquí, en Galicia, había casi tantos muíños como familias, muy chiquititos. Así, desde luego, se ahorraban colas y discusiones. El mejor ejemplo son los del Folón, 36 pequeñas aceñas de los siglos XVIII y XIX que se suceden una detrás de otra junto al arroyo del mismo nombre, como peldaños de una escalera de gigantes. Todos han sido restaurados y algunos permanecen abiertos al público, que puede admirar tan increíble panorama siguiendo una ruta de senderismo circular, de tres kilómetros y unas dos horas de duración. Puentes y pasarelas de madera permiten remontar el riacho bravo que se desborda y brinca en numerosas cascadas. Arriba del todo, aguarda a los caminantes un mirador desde el que se contempla gran parte del concello de O Rosal y la vecina A Guarda, con el monte Santa Tecla al fondo. También se otea el curso final del río Miño, que hace de frontera natural con Portugal. La ruta se completa bajando por la ladera contraria, para ver los 24 molinos del Picón. En total, 60 muíños.

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  17. Torre des Verger, Mallorca

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    Yendo de Banyalbufar a Estellencs, a 1,5 kilómetros de la primera población, se descubre sobre un acantilado, desafiante y vertiginosa, la torre des Verger. Data de 1579 y se construyó para alertar de los ataques de los piratas (con humo de día, con fuego de noche), como tantas otras atalayas que salpican la costa mallorquina. Pero no es una más. Para el Archiduque Luis Salvador, que la adquirió en 1875, cuando acabó su vida útil, era un lugar «paradisíaco, uno de los más bellos de la isla, sino el que más, me aventuro a decir, ya que la vista que se contempla, vastísima, abarca, por un lado toda la costa hasta el huraño perfil de la isla Dragonera, y por el otro toda la línea del mar hasta el cabo Gros de Sóller».

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