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turismo

48 horas en Santander: todo lo que conviene saber

Dos intensos días para visitar una ciudad enclavada en una de las bahías más hermosas de España

48 horas en Santander: todo lo que conviene saber

guía repsol

Enclavada en una de las bahías más hermosas que existen, Santander enamora por su dinamismo, su ambiente y su apuesta por la cultura y la modernidad. Con sus playas, paisajes, parques y paseos, es todo un despliegue de belleza natural a orillas del Cantábrico. Cuando paseemos por las calles y avenidas de esta ciudad, notaremos cómo nos invade una sensación de estar en un lugar elegante y sofisticado. Vamos a descubrirlo.

Primera mañana

10.00 h - En el corazón

Empezamos nuestra ruta santanderina por el mismo corazón de la ciudad. Y no hay nada mejor que acercarnos al Mercado de la Esperanza para tomar la temperatura de su actividad diaria. Este mercado de abastos que encontraremos en la Plaza de la Esperanza, frente a la iglesia de San Francisco es un edificio modernista, construido a principios del siglo xx sobre los restos de un antiguo convento franciscano. Merecerá la pena fijarnos en la fachada de piedra recién restaurada y en el pescado fresco que ofrecen en algunos de los 166 puestos que hay en su interior. En la plaza que rodea el mercado, también hay otros puestos.

11.30 h - Rumbo al mar

Dejamos momentáneamente el centro para encaminarnos hacia la auténtica esencia de Santander: el mar. Y lo haremos bajando a pie hasta el amplio, elegante y refinado Paseo de la Pereda (antigua zona de muelles mercantiles), y siguiendo por la calle de Castelar, donde podremos contemplar las casas repletas de miradores, balcones y mansardas, que dan a esta calle un toque especial.

Seguimos paseando y, casi sin darnos cuenta, llegaremos al Paseo Marítimo y a la playa del Sardinero , sin duda el lugar más representativo de la ciudad. Aquí se hacen competiciones de surf, voleibol, palas, fútbol, etc. También ha sido el antiguo lugar de veraneo de personajes ilustres, como la reina Isabel II o Amadeo de Saboya. Dejarse llevar y disfrutar del ambiente familiar que le dan las terrazas, las cafeterías o los que hacen esculturas de arena a pie de playa, será lo mejor.

Es imprescindible acercarnos al Gran Casino de Santander (Plaza de Italia s/n), lugar en el que se rodaron algunas de las escenas finales de la mítica Airbag, de Juanma Bajo Ulloa. Su terraza exterior es todo un lujo y permite tener unas privilegiadas vistas del Sardinero. ¡Quizá esta sea una buena excusa para tomarnos un vermú si nos apetece!

Primera tarde

14.00 h - Banquete con vistas

El paseo ha sido largo, las piernas se resienten y se nos ha hecho la hora de comer. Ya que estamos en el Sardinero, qué menos que buscar mesa en el restaurante del Hotel Chiqui (Av. García Lago, 9). Si somos tan afortunados de encontrar sitio, degustaremos una excelente cocina de vanguardia (el mejillón en vinagreta con salsa rosa y chupito de gazpacho, o la patata rellena de marisco con cocochas al pilpil son irresistibles), mientras disfrutamos de unas maravillosas vitas a la playa. Será un plan inmejorable, sobre todo si tenemos un día de soleado.

16.30 h - De relax

Después de haber comido bien y sin prisas, abandonaremos el Hotel Chiqui y nos dirigiremos aproximadamente a la mitad del Paseo Marítimo, donde se encuentran los Jardines de Piquío. Desde su mirador, situado bajo una pérgola, hay unas vistas increíbles de toda la bahía. A la derecha, se puede ver todo el Paseo Marítimo, el Casino y, al fondo, la Isla de Mouro y la península de la Magdalena. A la izquierda podremos contemplar la continuación del paseo y, al final del mismo, el campo de golf de Santander. Ojo con tanto relax, que es la hora de la siesta y este es un lugar espléndido para cerrar los ojos al sol sentado en un banco. ¡Y queda mucho por ver!

18.00 h - De plaza en plaza

Abandonamos la calma y deshacemos el camino para volver al centro (cogemos la Avenida de la Reina Victoria y continuamos por la calle Castelar y el Paseo de la Pereda) para sumergirnos en el bullicio de la tarde santanderina.

La Plaza Velarde, más conocida como la Plaza Porticada, es la más animada de la ciudad. En ella se encuentran los edificios más importantes como el de la delegación del Gobierno cántabro y acoge restos romanos y de la muralla del siglo xiii en uno de sus extremos. A unos cien metros, se encuentran la plaza del Ayuntamiento (con su farola de las Cuatro Estaciones) y la catedral gótica de Nuestra Señora de la Asunción , curiosa por ser el resultado de la unión de dos iglesias adosadas.

En los alrededores de esta zona, encontraremos tiendas especializadas en un comercio de calidad y propio de la ciudad, con establecimientos tradicionales dedicados a ropa, muebles, joyas, artículos del sector náutico, etc. También encontraremos los locales comerciales de ropa de las marcas de moda más conocidas (Ángel Schlesser, Adolfo Domínguez, Lacoste) y establecimientos dedicados a la imagen y al cuidado personal. Aquí podremos encontrar un poco de todo, suficiente para pasar una tarde de lo más distraída. Tampoco faltan en esta zona las cafeterías. Una de las más conocidas es la Cafetería Central, ideal para hacer un alto en el camino y tomarnos un cafecito.

20.30 h - A cenar

Remataremos este día completo con una buena cena y una copa. Si queremos cenar en la zona cercana al ayuntamiento, podríamos ir al Restaurante Cañadío (galardonado con un sol de Repsol) (Gómez Oreña, 15), un local moderno donde Paco Quirós nos dejará maravillados con su excepcional cocina de mercado. También podemos caminar diez minutos en dirección al puerto y probar en la marisquería Los Peñucas (Marqués de la Ensenada, 32), que regentan los padres del famoso futbolista cántabro Iván de la Peña.

Para los amantes del buen marisco, hay que remarcar que las cigalas y los bogavantes que sirven son para llorar de emoción.Y para acabar la noche, vayamos hasta la zona de la Plaza de Cañadío si hemos cenado en el restaurante que lleva el mismo nombre, no hará falta que nos movamos. Aquí los bares suelen cerrar hacia las 3, salvo excepciones como el Rockambole, en la calle Hernán Cortés, o el Indian, en Casimiro Sainz.

Si preferimos un ambiente más refinado, siempre podemos volver al Gran Casino . Allí disponen de una sala de juegos tan espectacular como las vistas que hay desde la terraza.

Segunda mañana

9.30 h - De excursión

Segundo y último día en Santander, y aún hay más cosas por ver y hacer. Empezamos por recorrer los casi seis kilómetros en dirección oeste que separan el centro de la ciudad de San Román de La Llanilla, para visitar la playa y la ermita de la Virgen , las cuales están unidas gracias a un puente peatonal. Este rincón maravilloso es muy conocido por los santanderinos pero no por los visitantes ocasionales, así que merecerá la pena ir hasta allí si queremos descubrir la verdadera Santander.

En la ermita se custodia la imagen de la Virgen del Mar, que cada año por su festividad se traslada temporalmente en procesión desde la isla hasta la catedral. Es un lugar maravilloso para respirar un poco de paz y darnos un chapuzón si tenemos la suerte de ir en verano.

12.00 h - El faro

No dejamos el mar y nos desplazamos hasta uno de los símbolos de la ciudad: el faro de Cabo Mayor , situado al norte de las playas del Sardinero, en la Avenida Faro s/n. Este faro, que también fue un fortín, fue el primero de los construidos por el gobierno de Isabel II, en 1839, al desarrollar el primer Plan de Alumbrado Marítimo. Está constituido por una impresionante torre cilíndrica de 30 m con revestimiento de piedra. En sus comienzos, el faro utilizaba aceite vegetal para alumbrar, pero fue el primero en utilizar petróleo, en 1877. En su interior, encontraremos el Centro de Arte Faro de Cabo Mayor, que reúne una colección de obras de arte y de objetos relacionados con el mar. Es curioso y bien merece una visita.

Por otro lado, la panorámica desde el cabo es realmente impresionante y, si la visibilidad es buena, veremos el bullicio de las terrazas del Paseo Marítimo y hasta la gente bañándose en la playa. Contemplar los acantilados y la fuerza del Cantábrico desde este faro es una experiencia que no podemos perdernos.

Segunda tarde

14.00 h - Stop gastronómico

Se acerca la hora de comer y será bueno buscar un lugar para reponer fuerzas y encarar la última etapa de nuestro viaje. Así que bajemos hasta el Paseo Marítimo y caminemos hasta encontrar la Plaza del Doctor Fleming (a cien metros del estadio de fútbol donde juega el Racing de Santander) para meternos en La Sardina de Plata. Situado junto a la playa, dispone de aparcamiento para clientes y basa su carta en lo mejor de la cocina marinera tradicional. Sus fritos del mar gratinados son especialmente recomendables.Otra opción sería volver al centro por la Avenida de la Reina Victoria hasta Castelar, donde, en el número 19, encontramos el restaurante La Posada del Mar , una excelente alternativa para bolsillos más holgados.

16.00 h - Rinconcito playero

Después de comer, podríamos acercarnos a la Playa del Camello, situada en el lado izquierdo del Palacio de la Magdalena , cerca del inicio de la primera playa del Sardinero. Es pequeña pero bonita y fuera de temporada es ideal para ir a relajarse y observar la roca con forma de camello que se ve cuando la marea está baja (y que da nombre a la playa). Esta es una playa que suele gustar especialmente a los más pequeños, ya que el agua rompe con fuerza en la orilla y suele haber buenas olas. Además es bastante frecuente encontrar estrellas de mar. Incluso hay una zona reservada para jugar a las palas ya que, en esta playa, es casi un deporte oficial. Vayamos en verano o en invierno, disfrutar un rato de ella nos vendrá de lujo para ir pensando en nuestra última etapa del viaje, localizada justo al lado de este rincón de mar.

18.00 h - La última joya

Nos despediremos de esta preciosa ciudad visitando una de sus joyas indiscutibles: El Palacio de la Magdalena, situado al sur del Sardinero, en la península de la Magdalena, fue construido entre 1909 y 1911 con el fin de albergar a la familia real española. De hecho, Alfonso XIII lo convirtió en su residencia de verano hasta la proclamación de la II República. Su ubicación y entorno (completamente rodeado de vegetación) es una auténtica maravilla y no visitarlo sería un pecado. El edificio esbelto y elegante, tiene dos entradas principales: una al norte, con pórtico, y otra en la fachada meridional, con escalinata. En su interior, cabe destacar la escalera principal y sus dependencias, entre las que sobresale un salón de estilo Adam. También podremos ver una colección de muebles, fotografías y cuadros de la época en que fue residencia real. Entre las obras pictóricas, cabe destacar los cuadros de maestros como Sorolla o Sotomayor. Desde 1932, es la sede de los cursos de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Es un lugar especial, digno de ser considerado uno de los más hermosos de toda España.

Fuente: Guía Repsol

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