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El «campamento de los horrores» en La Torre de Esteban Hambrán

Alimentos en mal estado, suciedad e incluso ratas. Este es el escenario que encontró la Guardia Civil en el centro de Asedis

El «campamento de los horrores» en La Torre de Esteban Hambrán ana pérez herrera

m. cebrián

Son las 12 del mediodía y dos veinteañeros vecinos de la localidad toledana de La Torre de Esteban Hambrán pasean plácidamente por el Camino de las Huertas, conocido como el paseo del colesterol y que se asfaltó cuando Gerardo Díaz Ferrán , otrora presidente de los empresarios españoles, visitaba la finca que tenía en los alrededores. Pero lo que quizás no sepan estos jóvenes es que hasta hace una semana, a escasos cien metros de ellos, en el Paraje del Otero, que se encuentra a unos cuatro kilómetros del pueblo, seis chicos con discapacidad intelectual de su misma edad vivían el peor verano de sus vidas.

Lo que iba a ser algo parecido a un campamento de verano, gestionado y publicitado por la asociación Asedis en su página web, se ha convertido en la peor de las pesadillas de estos seis jóvenes y sus familias. La realidad supera muchas veces a la ficción y esta especie de albergue juvenil que funcionaba de manera ilegal , tal y como han confirmado fuentes de la Consejería de Bienestar Social a ABC, se convirtió en una «casa de los horrores» propia de cualquier película de terror.

A raíz de la denuncia que hicieron los tres monitores de este centro en el cuartel de la Guardia Civil de La Torre de Esteban Hambrán el pasado 4 de agosto, en torno a las 16.00 horas, se han conocido las condiciones infrahumanas en las que se encontraban los seis chicos con discapacidad intelectual. Alimentos escasos y en mal estado, medicamentos caducados, un pequeño baño común, habitaciones y espacios llenos de suciedad por los que merodeaban las ratas . Este es el escenario que se encontraron los agentes del Instituto Armado cuando acudieron a detener al responsable de este campamento por ser el autor de un presunto delito de abandono y maltrato a sus internos.

Testigo de todos estos hechos ha sido un perro blanco y negro que recibe a todo aquel que se acerca a las puertas de la finca, que fue adquirida por el responsable del centro, y que contiene una antigua casa de labranza en un estado precario, varios árboles, una piscina desmontable y una furgoneta adaptada para minusválidos , ya que una de las chicas que se estaba interna necesita de silla de ruedas.

Ninguna sospecha

La asociación Asedis, según ha podido saber ABC y como figuraba hasta hace poco en su página web, cobraba de 600 a más de 1.000 euros por quincena para hacerse cargo de cada uno de los residentes durante las vacaciones estivales de sus padres y familiares. Lo sorprendente del asunto es que nadie en el pueblo, ni siquiera en el Ayuntamiento torreño, tenía conocimiento de un centro de estas características, ni mucho menos sospechaba de los hechos tan deleznables que se denuncian.

Pero sorprende más aún que ninguno de los padres o familiares conociera ni el lugar ni la situación en la que se encontraban los jóvenes discapacitados, ya que todos se han enterado ahora. La razón, según aducen, es que el responsable del centro se encargaba de recogerlos y dejarlos en sus propias casas y no tenían la más mínima sospecha de cualquier ilegalidad o delito.

Tal y como aseguran fuentes municipales, tanto el presunto autor de los hechos, ahora en libertad con cargos y cuyo caso lo instruye un juzgado de Torrijos , como los monitores, los internos y sus familiares no son vecinos de esta localidad toledana, sino que provendrían en su mayoría de la Comunidad de Madrid.

Lo que sí queda claro es que el suceso ha dejado huella en La Torre de Esteban Hambrán y más aún en la residencia de mayores «La Blanca Paloma» , donde los agentes de la Guardia Civil llevaron de madrugada a los seis jóvenes discapacitados . Los hechos pillaron en casa al responsable de este centro de la tercera edad, Saturnino Lara, quien reconoce a ABC que en un principio no tenían camas disponibles, pero pronto habilitaron algunas habitaciones para acogerles.

Lara indica que uno de los seis jóvenes discapacitados intelectuales venía en «muy malas condiciones» y tuvieron que llamar al 112 para que mandaran una ambulancia «porque los monitores no conseguían reanimarlo y presentaba varias heridas».

Exhaustos y asustados, pudieron descansar y comer hasta el día siguiente, cuando los padres y familiares fueron llegando de sus vacaciones para retornar a sus lugares de origen. Las familias de los jóvenes discapacitados han mostrado su agradecimiento a la la labor realizada tanto por sus monitores como por el personal de la residencia «La Blanca Paloma» y esperan que algo así no vuelva a suceder.

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