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toledo

«Si enfermo de ébola, quiero morir aquí con la gente de Sierra Leona»

El religioso toledano considera que «cualquier español tiene derecho a ser repatriado» y pide que «la gente sepa lo que pasa aquí, y eche una mano»

«Si enfermo de ébola, quiero morir aquí con la gente de Sierra Leona» blog de misiones

maría josé muñoz

Toledano de la Avenida de Barber, al padre Luis Pérez Hernández, de 62 años, Sierra Leona no le es una desconocida. Junto a sus gentes vivió la cruenta guerra que asoló el país, e incluso fue víctima de un secuestro del que pudo escapar de milagro. Durante años, rehabilitó a niños-soldado y, tras un paréntesis fuera de aquellas tierras, ha vuelto. Este sacerdote javeriano, simpático y hablador, es uno de los tres misioneros españoles que viven en Sierra Leona. Él llegó hace siete meses y medio a Makeni, distrito de Bombali, donde la pandemia de ébola , con centenares de muertos, tiene aislada a la población. Nadie puede entrar ni salir y el ejército vigila noche y día los campos y ciudades. Contactamos con el padre Luis vía telefónica.

—¿Qué estaba haciendo en estos momentos?

—Acabo de venir del hospital de ver a un enfermo, no de ébola, porque a ellos no podemos acercanos ni tocarlos.

—¿Dónde están entonces los infectados por ébola?

—El Gobierno nos prohíbe acercanos a ellos. En la parroquia tenemos cuatro casas con casos aislados y la policía está en la puerta. Nosotros vamos a comprar comida con el coche y la dejamos en el camino, frente a las casas, y vienen a por ella.

—¿No tiene usted miedo?

—Bueno...miedo. Miedo teníamos más al principio, que la enfermedad era algo desconocido y el aspecto de las víctimas, con hemorragias en los ojos, daba terror. Ahora sabemos que el periodo de incubación es de 21 días. Un día puede usted estar bien y estar infectando a gente sin saberlo. Aquí el problema es que el aislamiento no se haya hecho antes. Cuando aíslas una aldea y pones en cuarentena a la población, baja el número de casos.

—¿Qué medidas de protección utilizan?

—La protección es no tocar a nadie, no tener ningún contacto físico porque el virus se transmite por los fluidos, el sudor, etc. Hay que tener cuidado hasta de dónde te sientas.

—¿Qué opina de lo que ha pasado en el hospital Carlos III de Madrid, con el contagio de la auxiliar de enfermería?

—Nos hemos quedado de piedra. Aquí en la clínica te pones una bata, una máscara y unos guantes. Y si allí, con todos los medios que tienen, pasa eso, ¡fíjese usted lo que puede pasar aquí!. Ojalá la pobre mujer, Teresa, mejore pronto. Me quedé de piedra al oír que cuando llegó enferma al Carlos III la mandaron al hospital de referencia. Seguramente ha sido fruto de la desinformación. Aquí, cuando pasa algo así, enseguida los envían a las unidades especializadas de aislamiento. Si no hay contacto físico, no pasa nada; esto no se contagia como la gripe.

—¿Cree que se salvará?

—Los que más posibilidades tienen de salir adelante son los que tenían mejor salud antes del contagio y estaban mejor nutridos. Aquí, en Sierra Leona, la salud es precaria, hay malaria y otras enfermedades, y la mayor parte de la población está desnutrida. Aquí, en África, el personal de mayor riesgo es el sanitario. En los tres países más afectados han muerto unos 375 entre médicos, enfermeras y asistentes sanitarios, de ellos 112 en Sierra Leona.

Los murciélagos son los que contagian el ébola. El problema es la falta de información

—¿La población tiene miedo?

—Claro, hay miedo. Los síntomas son los mismos que para la malaria o el tifus y la gente no viene al hospital por temor a que los síntomas que tienen sean del ébola. En África nunca se ha conocido lo que son los huérfanos. Si un niño perdía a sus padres, enseguida le acogía otra familia vecina en la aldea. Ahora, cientos de niños vagan por las calles solos, y todo el mundo les señala con el dedo porque sus padres han muerto por el ébola.

—En Madrid hay personal sanitario que no va a trabajar por miedo.

—Sí, lo he oído. Aquí, hace una semana, hubo 121 muertos en solo un día. Ya no hay sitio donde aislarlos; se quedan en sus casas esperando...y el goteo es constante, unos días 5, otros 4...

—En España han sacrificado al perro de la enferma para evitar un posible contagio. ¿En Sierra Leona no hay perros por las calles?

—Sí, y muchos. Los murciélagos son los que contagian el ébola. El problema es no saber, es la falta de información, y la gente se alarma por lo que ve en la televisión, como la niña que murió aquí en la calle el otro día.

—Con este panorama. ¿Qué le da fuerza para seguir en este país?

—Mire, aquí hacemos poco. La parroquia prácticamente está cerrada. La misa, y poco más, dar la comunión es fundamental. Todo lo que sea reunión está prohibido por el estado de emergencia en que nos encontramos. Ni reuniones de jóvenes, ni de matrimonios, ni cataquesis. Y luego, con los enfermos no podemos estar. Pero lo nuestro no es solo hacer, sino estar. Hemos venido aquí para compartir la vida con la comunidad cristiana. Hay que estar a las duras y a las maduras.

—¿Cree que fue imprudente la repatriación a Madrid de los dos religiosos españoles enfermos de ébola?

—Cualquier español tiene derecho a ser repatriado. Se repatría a un alpinista, a un pescador, a un turista... ¿Por qué no a un misionero? No creo que hubiera imprudencia con la repatriación; también se pensaba que la cosa no iba a suceder...La repatriación es una decisión muy personal. Entiendo a la gente que se aferra a una mínima posibilidad de sobrevivir.

«Si enfermo, no quiero ser repatriado»

—¿Si usted enfermara pediría ser repatriado?

—Mire, yo tengo una idea muy clara, y es que vine aquí a ayudar, y aquí moriré. Si enfermo, no quiero ser repatriado; quiero permanecer aquí con la gente de Sierra Leona.

—¿Alguna vez ha pensado, ha sospechado, que había cogido el ébola?

—Sí, porque haces cosas sin pensar como rascarte un ojo si te pica, o dar la mano a alguien sin darte cuenta.

—Debe haber sentido mucho la muerte del misionero Manuel García Viejo.

—Sí, fue muy triste conocer su muerte; había estado con él dos semanas antes. Era uno de los mejores médicos de Sierra Leona. Después de morir su ayudante de quirófano, estaba contento porque habían pasado 21 días y se encontraba bien. Pero enfermó.

—Dicen ustedes, los misioneros, que no quieren ser mártires, pero reconozca que en cierta forma lo son.

—Hombre (dice, no muy convencido), siempre estamos bajo riesgo, sobre todo los sanitarios...

—¿Y qué dice su familia?

—Mis hermanos...mi madre ya murió; mi hermana, que vive en Toledo. Están muy preocupados, me llaman muy frecuentemente.

—Le deseo mucha suerte, que no le pase nada.

—Muchas gracias, pero quiero decirle que es importante que la gente sepa lo que pasa aquí, también para echar una mano. El ébola es fácil de curar siempre que haya voluntad de hacerlo y que se pongan los medios para ello. Pero a África no se la ayuda; África ayuda más a Occidente que al revés. Aquí hay muchas compañías extranjeras, mucha manufactura...

—¿Occidente es egoísta? Solo reacciona cuando siente el peligro.

—Está la sociedad de consumo, hay mucho individualismo. Pero ya le digo, hay que actuar rápido con medidas de localización y aislamiento de los afectados, que ahora se estiman en más de 6.000 pero que podrían llegar a 20.000. Claro, cada uno está centrado en lo suyo, y también las naciones. Alguno dijo que el ébola nunca llegaría a Europa, pero no sabía que el mundo es una aldea global. Comprendo el pánico y la desazón, pero podrían haber ayudado antes. El ébola no es una cosa solo de África, o de Asia…las cosas son casi todas universales, la política, la economía…Ya no se puede decir «me arreglo solo en mi casa con cuatro patatas».

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