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artes&LETRAS

2015, el año de la Segunda Parte del Quijote

«Está ahí, a la vuelta de la esquina, y debemos recordar y celebrar de nuevo este libro universal, y, sobre todo, debemos leerlo»

2015, el año de la Segunda Parte del Quijote archivo abc

por antonio illán illán

En 1615, por el mismo editor y la misma imprenta que habían dado a luz la Primera, aparece la Segunda parte del Ingenioso Cavallero don Quijote de la Mancha . Ese es el título, ahora ya no es «Hidalgo», es «Cavallero». 2015 está ahí, a la vuelta de la esquina, y debemos recordar y celebrar de nuevo este libro universal, y, sobre todo, debemos leerlo. Que no os importe empezar por la Segunda parte, es hermosísima, plena de aventuras de camino y, según la mayor parte de los cervantistas, muy superior a la Primera, sobre todo en la composición novelística. ¡Qué diálogos los de esta Segunda Parte! Son setenta y dos capítulos con un don Quijote triste y desengañado, pero que ganará batallas, se proclamará vencedor Caballero de los Leones, dará toda una lección a los Duques aragoneses, en cuya casa pasa algún tiempo por ellos invitado, llegará a Barcelona y sucumbirá a nte el Caballero de la blanca Luna . Y al fin regresará a su pueblo con juicio y pleno de cordura, ya como Alonso Quijano, el Bueno.

Leamos, leamos, leamos y celebremos que en el Quijote se nos da una lección trascendente de vida con dos personajes que tienen poco de monocordes, nada de estrafalarios y que, en esta Segunda Parte , llegan a identificarse prescindiendo cada uno de la defensa que hasta entonces ha hecho de su mundo. Idealismo y realidad se confunden y en el fondo, como cada uno de nosotros, d on Quijote es un poco Sancho y Sancho es un poco don Quijote , y a ambos les importa la libertad, la justicia, los ideales inquebrantables de conducta y «desfacer los tuertos» que por el mundo hay. Ese es nuestro Quijote, manchego y, por tanto, plenamente español, además de símbolo universal de toda humana actitud.

En esta Segunda parte, la vida de don Quijote, que hace camino al andar en esa trashumancia de ida y vuelta que le lleva fuera de la llanura manchega hasta las playas de Barcelona, la vida se llena de encuentros y aventuras, y el personaje se detiene en la casa o «castillo» de don Diego de Miranda , en la de Basilio el Pobre, en la de los duques, en Aragón, y en la de don Antonio Moreno, en Barcelona. Entre parada y parada se distribuyen las aventuras camineras, entre las que pongo de ejemplo (para abrir el apetito de la lectura) el encuentro con los comediantes del Auto de la Muerte , el tropiezo y batalla con el Caballero de los Espejos , las pláticas con el Caballero del Verde Gabán , la de los leones, la del titiritero, el descenso a la Cueva de Montesinos, la de Clavileño , l a del barco encantado, la de los bandoleros de Roque Guinart, la de Ricote, la de la cabeza encantada o la sin par historia del rebuzno (muy interesante esta como ironía de lo que hoy es el lenguaje político).

El Quijote es libro para leer muchas veces . Es un libro con un magnetismo especial, un humor inverosímil, una ironía desbordante, un conocimiento de la realidad que trasciende el momento y el espacio en los que transcurre la peripecia, y un no sé qué que hace que cada vez que abrimos las páginas del libro sintamos un poco de envidia de este héroe que, a pesar de las costillas hundidas, los dientes rotos o los palos diarios, siempre es capaz de subyugar a las circunstancias y sobreponerse a las mismas. No en vano este personaje singular respira ternura y queda retratado por Sancho, cuando responde al Caballero del Bosque, que ha tratado a don Quijote de bellaco, con estas palabras: «Eso no es el mío –respondió Sancho-: digo, que no tiene nada de bellaco; antes tiene una alma como un cántaro: no sabe hacer mal a nadie, sino bien a todos, ni tiene malicia alguna: un niño le hará entender que es de noche en la mitad del día, y por esta sencillez le quiero como a las telas de mi corazón, y no me amaño a dejarle, por más disparates que haga» (II,XIII).

Gocemos de la parodia, de las burlas, de las paradojas y de las ironías en las aventuras de estos personajes manchegos y universales que dialogan. El diálogo sirve a los personajes de ficción don Quijote y a Sancho de una verdadera propedéutica vital que bien pudiéramos imitar nosotros, personas de carne y hueso, hoy.

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