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artes&Letras

El Greco en el siglo XIX (II)

Veíamos en la anterior entrega cómo descubren al Greco los románticos franceses. Hoy abordamos ese redescubrimiento y valoración por ingleses y alemanes

El Greco en el siglo XIX (II)

Por antonio illán illán y óscar gonzález palencia

Entre los viajeros ingleses había comenzado a cundir una inquietud semejante a los franceses por España y el Greco. Nombres como el de William Stirling-Maxwell, estudioso del arte y coleccionista, había acudido a España, donde adquirió un buen número de obras de El Greco , al que dedicó una atención pormenorizada en sus Anales de los artistas españoles, una muy estimable historia de nuestro arte publicada en 1848 en tres volúmenes. Sin embargo, el primer contacto de este erudito con nuestro país fue en 1842, y aún tuvo oportunidad de volver a viajar a España en 1845. Nos advierte Álvarez Lopera de que la interpretación de Stirling-Maxwell está algo viciada por la tradición dieciochesca, pero eso no fue óbice para que le reservara un espacio tan amplio como distinguido en sus Anales y en su propia colección, y que incluso adquiriera tres piezas del pintor cuando, por causa de las iniciativas revolucionarias en Francia, la Galería Española, devuelta a Luis Felipe como legítimo poseedor, fue subastada en Londres.

Un paso más dio, en el ámbito británico, Frederic William Burton, pintor irlandés, nombrado tercer director del por entonces Victoria and Albert Museum, actualmente, Nacional Gallery, en Londres. Durante el tiempo en que Burton fue director del museo (1874-1894), la pinacoteca experimentó la etapa en que más acrecentó sus fondos de pintura española. No conocemos que Burton ofreciera opiniones sobre El Greco de las que haya dejado constancia documental, pero sí adquirió las dos primeras pinturas de la escuela española, una de las cuales era de El Greco : San Jerónimo vestido de Cardenal, si bien Burton pudo haberla adquirido como muestra perteneciente a la escuela veneciana.

Especialmente llamativo resulta el hecho de que Edmund Head ubicara a El Greco como uno de los más sobresalientes representantes de la escuela española, dato tanto más curioso cuanto que, por causa del nacionalismo imperante a lo largo del XIX, los estudiosos de nuestro país no emplazarían a El Greco entre los pintores de la escuela española hasta 1910. Resulta sorprendente la disparidad de adscripciones de El Greco entre la crítica nacional y la extranjera, puestmo que el criterio de los ingleses fue secundado también por la crítica francesa, como lo demuestra la obra coordinada por Charles Blanc, que, en su Historia de la pintura de todas las escuelas, cuyo capítulo dedicado a la pintura española, escrito por Paul Lefort, que se remonta a 1869, no duda en situar a El Greco entre los máximos representantes de la tradición pictórica de nuestro país. De quien sí conocemos no sólo una activa dinámica de adquisiciones para el citado museo, sino también una opinión mucho más avanzada que la de sus predecesores con respecto al Cretense es de John Charles Robinson, lo cual le hizo ser postergado por el común de la crítica británica, que se remitió a Stirling-Maxwell como la personalidad que mejor conoció a nuestro pintor.

Como en el caso de los franceses, a partir de las primeras décadas del siglo XIX, también los viajeros llegados de Inglaterra harían de El Greco una de las referencias básicas del sobrecogedor atractivo del arte español. En este contexto es en el que debemos filiar la figura de nuestro pintor con nombres de visitantes ilustres de Toledo como Richard Ford, uno de los primeros en percatarse de la condición sublime de El entierro del Conde de Orgaz, que también suscribiría, apenas unos años después, dentro de la década de 1830, su compatriota George Borrow, que, consciente de su valía, llegó a tasarlo como «barato» si pudiera adquirirse en «5.000 libras, –piénsese en la atmósfera mercantilista creada por la desamortización y las sustracciones de obras artísticas que se siguieron de la invasión napoleónica. Otro tanto podemos decir de Richard Cumberland, que, en su condición de diplomático, tuvo fácil acceso a la contemplación de las obras que reseñó en su obra Anécdotas de eminentes pintores españoles de los siglos XVI y XVII, donde El Greco merece juicios elogiosos.

Alemania

La fascinación que franceses y británicos mostraron por El Greco fue algo más tardía en Alemania . La recepción de nuestro pintor en tierras alemanas es debida, antes que nadie, a Carl Justi (1832-1912), profesor de Historia del Arte en la Universidad de Bonn, uno de los historiadores alemanes que más se interesaron por el arte español en la segunda mitad del siglo XIX, autor de una obra, Diego Velázquez y su siglo, editada en 1888, muestra de cómo la intelectualidad alemana se había posicionado a la vanguardia intelectual al considerar la historia del arte como una disciplina con autonomía académica dentro del ámbito científico-universitario. En tal obra, producto tanto del historicismo alemán como de la corriente que había elevado a Velázquez a una de las cotas más altas del Olimpo pictórico, El Greco representaba un primer conato de constitución de una escuela española de pintura. El Cretense habría puesto en contacto a los españoles de su época y posteriores con la pintura veneciana -capítulo clave, en opinión de Justi, para que Velázquez asumiera el uso del color de los maestros venecianos- , y, al tiempo, nuestro pintor, ya radicado en Toledo, habría roto con los vestigios de la escuela de Venecia para instaurar, siquiera de manera incipiente, un realismo verdaderamente español del que Velázquez sería, más tarde, su mayor exponente. La tesis de Justi, rápidamente difundida en Inglaterra y Francia, caló también en intelectuales españoles como Aureliano de Beruete, que secundaría el juicio de Justi –en una monografía escrita en francés, en el año 1898- al estimar a Velázquez como un genio con un aliento creativo sin predecesores ni influjos, con la única salvedad de El Greco , a quien Velázquez debía un cierto tributo en el arte del retrato. En términos semejantes se expresó el crítico y pintor Jacinto Octavio Picón en su Vida y obras de don Diego Velázquez (1899).

La atención creciente por la figura de El Greco de franceses, británicos y alemanes, que señalaban la genialidad del Cretense, fertilizó el territorio del Romanticismo español que, como veremos en la próxima entrega en estas páginas, comenzó a valorar el genio de un pintor por largo tiempo preterido.

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