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artes&Letras

Manuel B.Cossío, Casiano Alguacil y el Greco en la Navidad de 1904

Manuel B.Cossío, Casiano Alguacil y el Greco en la Navidad de 1904 abc

rafael del cerro malagón

Manuel Bartolomé Cossío (1857-1935), intelectual vinculado a la Institución Libre de Enseñanza, regeneracionista interesado por la historia del arte y la pedagogía entre otros aspectos, pasa por ser uno de los primeros investigadores de la obra del Greco con un consultado libro/manual aparecido en 1908 después de años de trabajo en museos, colecciones y, por supuesto, Toledo , ciudad que, desde finales del XIX, era evocada por pintores e intelectuales que comenzaban a estudiar verdaderamente la obra de Doménico Theotocópui en España. En la nómina de interesados por el pintor y la ciudad aparecen, entre otros, Pérez Galdós, Pardo Bazán, Barres, Azorín, Pío Baroja, Matías Moreno, Fortuny, Rusiñol, Beruete, Zuloaga, Navarro Ledesma, Salvador Viniegra, etc.

De las investigaciones de Cossío en Toledo, en su búsqueda de noticias alusivas al cretense, hay un artículo titulado «Documentos inéditos del arte español. El autógrafo del Greco», que apreció sucesivamente en tres publicaciones en el primer semestre de 1905. Primero en una selecta cabecera de Madrid, La lectura. Revista de Ciencias y de Artes (febrero, núm. 50), a la que agradecería acoger de manera pronta el hallazgo situado en Toledo; luego en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza (31-mayo-1905), publicación ligada a la propia vida de Cossío y, por fin, el 24 de junio, en las páginas de El Heraldo Toledano. Según consignó, aquel documento le fue facilitado a finales de 1904 por su amigo «Don Casiano Alguacil sabedor del interés con que persigo cuanto concierne al Greco». Noticia que recibió pocas jornadas después del gran mitin de la Unión Republicana, celebrado en el Rojas, el domingo 18 de diciembre. Aquel día habían llegado a Toledo Lerroux con otros políticos y periodistas de Madrid bajo los acordes de la Marsellesa y el apoyo de la comisión local que reunía a personajes como José Vera, Luis de Hoyos, Julián Besteiro y el del propio fotógrafo mazarambroceño.

El artículo de Cossío se centraba en un texto autógrafo del cretense después de tres siglos de olvido encajado en unos renglones, «tratados con tan hermosa y clara letra, por la misma mano que, cuatro años atrás, inmortalizaba a Parivicino». El historiador reconocía la importancia de este hallazgo archivístico, aunque confesaba gustarle más localizar las pinturas perdidas de Doménico, citando como ejemplos el haber hallado un retrato de Fray Hortensio Félix de Paravicino en el dormitorio de una acomodada viuda o descubrir «entre trastos viejos, en el nuevo Seminario de Toledo, el único grupo escultórico del Greco». Cabe aclarar que en estos años, en la prelatura del cardenal Sancha Hervás (1898-1909), se añadían dos grandes cuerpos en el costado izquierdo del seminario, bajo la dirección del arquitecto Juan García Ramírez. La talla aludida por Cossío no es otra que la Imposición de la casulla a San Ildefonso, ahora visible en la Sacristía de la Catedral, realizada por el cretense, en 1585, para el banco del retablo del Expolio, con seis figuras agrupadas en una nube sostenida por ángeles. Cuando en 1803 se cambió el retablo original por otro de mármol -según trazas de Ignacio Haan (1756-1810) y el escultor coetáneo Mariano Salvatierra (1752-1808)- tan solo quedó esta talla, una de las escasas muestras que revelan el acercamiento del Greco a la escultura, junto al Salvador del Hospital de Tavera o la pareja de figuras de Pandora y Epimeteo, sacadas de una colección particular a la luz en 1945 y luego donadas al Museo del Prado.

Cossío confesó que este hallazgo le animó a continuar revisando, y con éxito, los fondos de la parroquia de Santo Tomé, regresando a la ciudad el «tercer día de Pascua», con deseos desbordados y cierta impaciencia, «aguardando yo en el archivo municipal, a que abriese», para salir, «gracias a la amabilidad de su jefe», después de ser la hora cierre con las copias de los documentos encontrados. Relata que descifró once referidos a las obras de Jorge Manuel Theotocóipuli en las Casas Consistoriales y tres legajos más centrados en la figura del padre. El investigador destaca el que contenía un texto manuscrito del Greco, firmado el 17 de abril de 1613, asociado al contrato del retablo de la capilla Oballe en la iglesia de San Vicente que aún acogía la Asunción, actualmente en el Museo de Santa Cruz. De dicho documento, Cossío encargó una reproducción fotográfica «del mismo tamaño que el original» con la citada declaración del pintor, agradeciendo las facilidades dadas por los «Srs. D. José Benegas, al alcalde de Toledo y D. José López, jefe del archivo». En febrero de 1905, como ya hemos aludido, en la revista La lectura, salía a la luz la primera fotografía de un documento autógrafo del Greco, realizada gracias a la cámara y al artesanal laboratorio de Casiano Alguacil que aún era requerido para colaborar en tareas científicas y de divulgación. Un año después, en 1906, cundía la voz de alarma en España por la salida de los grecos de la capilla de San José desde Toledo al extranjero, como ha vuelto a recordar desde estas páginas , con todo lujo de detalles, Enrique Sánchez Lubián en dos entregas sucesivas.

Un dato secundario para Cossío, pero relevante para valorar a Alguacil, es que, tras agradecerle el hallazgo, añade: «hablóme el pasado día de Navidad, en una de mis excursiones a Toledo de varios papeles, que referentes al artista, había visto en aquel archivo municipal donde la moderna abundancia de kodacks ha obligado a refugiarse con modestísimo empleo, el fotógrafo toledano». En esta breve digresión se manifiesta que en 1905, con 73 años de edad, el gran patriarca de la foto toledana era ya un venerable profesional, superado técnicamente por otros colegas o cualquier aficionado con modernos materiales que satisfacían los nuevos gustos de una clientela, más ávida de ser retratada en envaradas poses de galería, que de adquirir las ilustres imágenes del patrimonio toledano plasmadas por Casiano Alguacil en sus añejas placas de cristal.

El testimonio de Cossío sobre Alguacil enlaza, involuntaria y perfectamente, con el galardón honorífico que tuvo el anciano fotógrafo en agosto de 1906, la magra pensión que recibió del Ayuntamiento en 1908 a cambio de ceder centenares de imágenes y de su último beneficio en especie en diciembre de 1914: ser enterrado a perpetuidad en una sepultura municipal del cementerio de Toledo.

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