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Éxito del teatro clásico con mayúsculas

Hécuba, el despertar de la venganza

Hécuba, el despertar de la venganza luna revenga

por antonio illán illán, crítico de teatro de abc toledo

Título: Hécuba . Autor: Eurípides . Versión: Juan Mayorga. Dirección: José Carlos Plaza . Intérpretes: Concha Velasco, José Pedro Carrión, Juna Gea, Pilar Bayona, María Isasi, Alberto Iglesias, Luis Rallo, Alberto Berzal, Denise Perdikidi, Marta de la Aldea y Zaira Montes . Música: Mariano Díaz. Vestuario: Pedro Moreno. Iluminación: Toño Camacho. Producción: Jesús Cimarro

La «Hécuba»/ Concha Velasco , de Eurípides/Mayorga, es un monumento al teatro. La obra que escribiera el trágico griego Eurípides en el siglo V a. de C. la ha puesto de actualidad el dramaturgo Juan Mayorga , que ha sido reconocido con el Premio Nacional de Literatura, en la modalidad de Literatura Dramática (2013). Espectáculo total con un gran texto, una magnifica dirección y escenografía de José Carlos Plaza y el elenco de extraordinarios actores que acompaña a doña Concha Velasco, formado por profesionales reconocidísimos del teatro español como José Pedro Carrión, Juan Gea, Pilar Bayona y otros, si no con la trayectoria de los anteriores, sí con la misma solvencia como son: María Isasi, Alberto Iglesias, Luis Rallo, Alberto Berzal, Denise Perdikidi, Marta de la Aldea y Zaira Montes . Una obra excepcional como esta, tan bien realizada y de mensaje tan actual, no debiera haber persona, amante del teatro o no, que se quedara sin verla.

Los sentimientos no sienten el peso de los siglos. En el ser humano, cuando está al límite, manda el instinto y no hay conducta, moral ni religión que pueda dictarle lo que tiene que hacer. Hécuba es la madre que nos muestra dos sentimientos y dos reacciones ante la muerte de sus hijos Polixena y Polidoro. Nos encontramos ante una tragedia humana. Son dos las desdichas de Hécuba y, por tanto, bien distintas las partes de la tragedia, a la que solo ella da unidad, en que la protagonista aparece con dos estados de ánimo: abatida y casi resignada en la primera (muerte de Polixena) y ferozmente airada en la segunda (muerte de Polidoro y consiguiente venganza). Mayorga, con un lenguaje limpio y perfecto, logra transmitir esa transformación psicológica de Hécuba que tan bien retrata Eurípides, y así nos muestra, ante el primer gran dolor, un acercamiento a la aflicción de la Hécuba madre, incluso al presentar a Polixena con tonos heroicos a la vez que dulces; en la segunda parte, la fuerza surge de las entrañas y hace vivir a la protagonista una hazaña bárbara frente a personajes mediocres, como Agamenón, o repugnantes de crueldad y vileza, como Poliméstor. La dirección de Plaza y la versatilidad de Concha Velasco superan el desafío y hacen posible que se muestren esas dos caras de una madre, que ha sido reina y ahora es esclava, ante la doble tragedia de la muerte violenta de sus hijos. Al dolor, mezclado con un cierto orgullo, por la hija muerta le sucede otro dolor irrefrenable mezclado con el sentimiento de odio por el asesino de su hijo y violador de todas las leyes sagradas. La madre abatida y deshecha por la pena, se siente lúcida y animada con una nueva fuerza, la venganza, contra el enemigo más abyecto, el traidor impío.

El teatro griego siempre ofrece un mensaje trasladable en el tiempo. Hécuba así nos lo demuestra. En ella percibimos el llanto por la guerra, por la derrota, por las pérdidas, por el infortunio. Y vemos cómo en esa jornada, que es metáfora del vivir, el inmenso dolor que se produce no desaparece sino que permanece enraizado en el alma y transforma a las personas en puro instinto animal pero cargado de esa pasión del alma colérica que convierte al ser humano en bestia irracional que, cegado por esa rabia que le emponzoña, le conduce hacia la venganza. No son los dioses del cielo los que transforman a Hécuba; los verdaderos dioses de esta historia son la injusticia, la traición y la ignominia.

Además de lo ya comentado, el acierto del coro de las mujeres troyanas, la música de Mariano Díaz, que nos acerca la historia con un aire de modernidad, el escenario funcional pero que contextualiza muy bien la decrepitud de una ciudad destruida y entre escombros, el excelente vestuario de Pedro Moreno que eleva los personajes a símbolos, logra una producción teatral de tal dignidad contra la que no ha de poder ni el feroz ariete de los (ir)responsables que nos gobiernan sometiendo a la cultura a la tortura de un 21 por ciento de IVA.

El gran salón, de casi mil asientos, del Palacio de Congresos de Toledo, se llenó totalmente y hubo de repetirse la sesión en el mismo día. El público aplaudió con fuerza insistente el trabajo realizado y manifestó un cariño especial por esa grande de la escena que es Concha Velasco. Éxito con mayúsculas.

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