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artes&Letras

Félix Ledesma y la Legión de Honor

Este alcalde toledano fue condecorado hace ahora cien años

Félix Ledesma y la Legión de Honor

por enrique sánchez Lubián

La Legión de Honor es una de las distinciones más reconocidas internacionalmente. Fue establecida por Napoleón I en 1802 . Dos años después, el 14 de julio de 1804, en Los Inválidos, se entregaban las primeras medallas a mariscales, soldados, heridos de guerra, científicos, artistas y escritores que se habían distinguido por sus méritos con la patria francesa. La iniciativa recibió algunas criticas, alegando sus detractores que estas medallas eran sonajas para adultos. A ellos respondió Bonaparte con una de sus sentencias: «Gracias a estas sonajas, los hombres me siguen». La distinción premia conductas civiles excelentes o hechos militares excepcionales. Desde su creación han sido miles los españoles que han formado parte de su Orden. Entre nuestros contemporáneos destacan el ex fiscal general del Estado, Cándido Conde Pumpido; la empresaria Esther Koplowitz ; el alcalde de Bilbao, Iñaki Azkuna , los cantantes Julio Iglesias y Joan Manuel Serrat, el cineasta Pedro Almodóvar , el dramaturgo Fernando Arrabal ; o Rafael Gómez , superviviente de la mítica compañía de republicanos españoles que agosto de 1944 fueron los primeros en entrar en París para liberarla de los nazis. En la extensa nómina de legionarios habidos en estos dos siglos figura también un alcalde toledano: Félix Ledesma Navarro, quien fue condecorado hace ahora cien años.

Comenzado el otoño de 1913, la ciudad de Toledo engalanó sus calles para recibir al presidente de la República Francesa Raymond Poincaré . La visita a España del dignatario galo había levantado gran expectación pues en aquellos momentos las políticas exteriores de las potencias europeas generaban todo tipo de especulaciones, conformando un enrarecido magma que meses después explotó en la Primera Guerra Mundial. Se pensaba que tras el encuentro entre Alfonso XIII y Poincaré se anunciaría un acuerdo hispano-francés, posibilidad vista con inquietud en Alemania e Italia. Con ese trasfondo se registró la visita a España del presidente galo, constituyendo su excursión de Toledo uno de los momentos más destacados.

La madrugada del ocho de octubre llovió torrencialmente en Toledo. Un par de horas antes de amanecer escampó y la jornada lució magnífica. Desde la Estación de Atocha partió el tren real, cuya locomotora estaba engalanada con banderas francesas, españolas y flores. A las once menos cuarto el convoy llegó a nuestra ciudad. La sala de espera de la estación toledana estaba adornada con tapices de la Real Fábrica de Madrid y sobre un caballete se mostraba una acuarela y planos con el proyecto de la futura estación neomudéjar que Narciso Clavería acababa de diseñar. A la salida, en el Paseo de la Rosa, varios arcos levantados por la Diputación Provincial, la Cámara Oficial Agraria y la Asociación Defensora de los Intereses de Toledo daban la bienvenida a los ilustres visitantes.

En el Puente de Alcántara, frente a la muralla, esperaban al rey y al presidente la Corporación Municipal bajo mazas, así como un grupo de «bellísimas señoritas, elegidas entre las familias más distinguidas de la sociedad toledana», según crónica de la época. Allí, tras saludar a los concejales, Poincaré entregó al alcalde Ledesma la cruz de la Legión de Honor. Durante las siguientes horas, el cortejo visitó la Fabrica de Armas, el Monasterio de San Juan de los Reyes, la Casa del Greco, la Sinagoga del Tránsito, la iglesia de Santo Tomé, la Catedral y el Alcázar, en cuya sala de esgrima se ofreció el almuerzo oficial. Tras presenciar algunos ejercicios de los cadetes de la Academia de Infantería, faltando diez minutos para las cinco de la tarde, el tren regresó a Madrid. Varios biplanos sobrevolaron el trayecto de ida y de vuelta. La visita fue seguida por numerosos periodistas, entre ellos cámaras de algunos noticiarios de actualidad franceses, figurando aquellas imágenes cinematográficas entre las primeras que se conservan de Toledo.

Horas después de abandonar los visitantes la capital, la Corporación Municipal celebró sesión plenaria. Los concejales expresaron a Félix Ledesma su felicitación por haber sido condecorado con la Legión de Honor, resaltándose la excepcionalidad de que la distinción se hubiese realizado sin tramitación previa. El alcalde agradeció estos parabienes, resaltando que en su persona se había querido rendir homenaje a toda la ciudad de Toledo, acordándose que el Ayuntamiento remitiese un mensaje de agradecimiento al presidente galo.

En su edición del nueve de octubre, ABC dedicaba tres páginas a relatar los pormenores de esta visita a Toledo . Parte de la información fue publicada en francés, algo inusual en el diario. Esa misma jornada, Poincaré remitió al Ayuntamiento la cantidad de 1.500 francos para ayudas a los necesitados . El consistorio repartió ese dinero entre instituciones benéficas, reservándose trescientos francos para bonos de una peseta canjeables por alimentos y otros productos básicos. Ese mismo día falleció en Toledo el cardenal primado, monseñor Gregorio María Aguirre y García .

Apenas transcurrido un mes desde esta jornada, Félix Ledesma presentó su renuncia a la alcaldía toledana. Su mandato no llegó a cumplir dos años y tuvo momentos de gran tensión, como el registrado en marzo de 1913 cuando afrontó un motín popular contra el cobro de impuestos de consumo al matar uno de sus encargados a un joven en el fielato del Puente de Alcántara, tras discrepar sobre las tasas a abonar. Una muchedumbre indignada asaltó e incendió las casetas de cobro ubicadas en la Puerta de Bisagra, Puerta Nueva, Puerta del Cambrón y Puente de San Martín.

Consuma la dimisión, el combativo periodista y abogado Cándido Cabello pidió que Ledesma entregase la Legión de Honor al nuevo alcalde, Félix Conde Arroyo, interpretando que la condecoración se había dado a la ciudad no a la persona física del regidor. Años después, en 1916, Ledesma Navarro volvió a ostentar la alcaldía entre los meses de enero a mayo. Por su parte, Raymond Poincaré se mantuvo como presidente de la República Francesa hasta 1920, dirigiendo al país durante los dramáticos años de la Primera Guerra Mundial. Entre 1924 y 1929 fue en dos ocasiones primer ministro. Su gestión dio origen al «poincarismo», movimiento orientado al reforzamiento del franco y el apoyo a los sectores financieros y empresariales.

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