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Cerro del Bú: El origen de Toledo

¿Quién vivió allí? ¿Por qué? ¿A qué se dedicaban? Estas son las preguntas que intenta contestar el equipo que trabaja desde hace semanas en este yacimiento de la Edad de Bronce

Cerro del Bú: El origen de Toledo JOSE MORA

VALLE SÁNCHEZ

Misterio y leyenda rodean desde hace siglos al Cerro del Bú, en donde, en la Edad de Bronce, mucho antes de que llegaran los romanos a Toledo , habitaba un poblado perfectamente organizado. Un enclave envuelto de magia para los toledanos y cuyo estudio puede ayudar a desvelar los enigmas que esconde bajo tierra este precioso cerro rocoso situado al otro lado del Tajo, entre el Arroyo de la Degollada y la Peña del Rey Moro, que también fue ocupado durante la dominación islámica, en el siglo X antes de Cristo. [FOTOGALERIA: La intervención, en imágenes]

A estas preguntas pretenden dar respuesta el proyecto que desde hace unas semanas está realizando el Consorcio del Real Patronato de Toledo , en el que plantea, en primer lugar y con urgencia, proteger, consolidar y limpiar las estructuras existentes para frenar el deterioro continuo que ha sufrido en las últimas décadas, tras las excavaciones que se realizaron en los años 80 y que dejaron al descubierto y al aire libre los restos.

Con un presupuesto de 242.548,71, con Joaquín A. López López como arquitecto y Juan Manuel Rojas como arqueólogo, el Consorcio quiere recuperar en un plazo estipulado de ocho meses este yacimiento que, hasta ahora, se encontraba completamente abandonado y deteriorado.

Y es que estamos hablando, según explica Juan Manuel Rojas a ABC, del que podría ser el poblado más antiguo de Toledo, del segundo milenio antes de Cristo. Aunque se habla de la existencia en otras zonas próximas de restos del Neolítico, el Cerro del Bú «podría considerarse como el origen de ciudad como urbanización» porque «aquí hay una organización espacial, con unas estructuras determinadas, no estamos hablando de una agrupación de chozas sin urbanismo; aquí hay arquitectura e ingeniería porque se organizan para vivir y protegerse», afirma el arqueólogo.

El estudio que se está desarrollando bajo el auspicio del Consorcio está centrando, sobre todo, en esa etapa tan desconocida de la Edad de Bronce. El origen del poblamiento se puede situar en el 2.500 antes de Cristo, aunque es posible que haya algunos indicios de final de la Edad del Cobre, «pero lo que es el grueso del yacimiento, de las estructuras que estamos analizando y de las que hasta ahora se han estudiado gracias a las excavaciones que se hicieron en los años 80 nos hacen pensar que estamos hablando siglo XIX o XX antes de Cristo». Por eso, «creemos que hay más que suficientes datos para poder afirmar que este es uno de los yacimientos más importantes que hay en la cuenca media del Tajo y posiblemente en el centro de la península en la Edad de Bronce, del Bronce antiguo o medio, siglo XIX, XX o XVIII antes de Cristo».

El equipo que trabaja en este peñón está buscando respuestas para conocer «qué es lo que movía a nuestros antepasados a hacer determinadas cosas; a saber por qué se establecieron aquí; para qué; qué les hizo agruparse en este cerro y por qué eligieron este lugar que es una defensa natural, en una pendiente escarpada, rodeada por un río y un arroyo». Y ahí radica la importancia del Cerro del Bú porque, según dice Juan Manuel Rojas, «hemos excavado en otros yacimientos extensos en zonas más llanas, pero no tenían este tipo de estructuras tan definidas. Aquí hay un esfuerzo, hay una evidencia de realización de un gasto importante para conseguir este tipo de hábitat y conseguir estas estructuras» que les han costado más esfuerzo porque «tuvieron que aterrazar para asentar sus casas, tuvieron que hacer unos balcanes con unas terrazas artificiales y utilizando piedras. Hay una gran cantidad de rocas recogidas y talladas. Y eso está claro que evidencia un conocimiento de la arquitectura y de la ingeniería».

Aunque el estudio incide en la Edad de Bronce, también da mucha importancia a la ocupación islámica que se relaciona con el asedio a la ciudad de Toledo por parte de Abd al-Rahman III en el siglo X después de Cristo con una fortificación, actualmente visible, que fue construida y utilizada por tropas musulmanas.

Lo que sí está claro es que desde el siglo pasado este cerro ha despertado no solo interés por su halo mágico fruto de las leyendas de dioses demoniacos y crueles sino también la curiosidad de los aficionados a la arqueología que realizaban excursiones por la zona para intentar encontrar algún objeto valioso para estudiarlo. Ahora, si se confirman las hipótesis en las que trabaja este equipo se habrá logrado averiguar quiénes eran y cómo vivían los pobladores de Toledo en la Edad del Bronce.

De descifrar todos estos enigmas se encarga el equipo de Juan Manuel Rojas, un experto arqueólogo que lleva años trabajando en la ciudad de Toledo, pero de dar forma al proyecto se encarga otro toledano, el arquitecto Joaquín A. López, autor de este proyecto que, además de marcarse como principal objetivo la conservación y protección de los restos expuestos durante siglos a la intemperie, tiene un segundo objetivo. Se trata, según explica Joaquín A. López a ABC, de «volcarlo al público», es decir, la idea es conservar los restos que están en el exterior y, además, mostrarlos al visitante para que, con unos papeles informativos, se conozca el enclave, pero «aportando los menos recursos exteriores que se pueda». Así, se han propuestos tres mecanismos: mediante los propios restos, la creación de un itinerario de visita más accesible y dirigido que el actual y una señalización mediante plano y texto explicativo que ayude a comprender al visitante lo allí existente.

Con este proyecto culminan una serie de intervenciones que han venido sucediéndose a lo largo del siglo pasado plasmadas en hipótesis que confirmaban la antigüedad del poblado que allí existió y el carácter defensivo de las murallas que se levantaron en él. Las primeras excavaciones realizadas en el Cerro del Bu fueron dirigidas en febrero del año 1905 por el académico Manuel Castaños y Montijano quien llegó a concluir que el recinto amurallado fue un castro ibérico; se encontraron entonces hachas prehistóricas, piedras labradas, una maza de pizarra, huesos fosilizados de cuadrúpedos y aves y otros testimonios que hicieron pensar en que desde el Cerro del Bu las tribus ribereñas se defendían de las acometidas enemigas. Y en el año 1990 se declaró el Cerro del Bu «Bien de Interés Nacional» en la categoría de «Monumento Arqueológico Nacional». Y mientras continúan los trabajos, el Cerro del Bú sigue siendo un misterio aún sin descifrar.

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