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OPINIÓN

Una madre llamada Talavera

Ángel Ballesteros, premio Ciudad de Talavera, tiene dos amores: su familia, a la que acaba de dedicar un libro de poemas, y Talavera, a la que ha dedicado muchos libros

HILARIO

La ciudad rinde hoy homenaje a uno de sus hijos predilectos. Ángel Ballesteros, premio Ciudad de Talavera , tiene dos amores: su familia, a la que acaba de dedicar un libro de poemas, y Talavera, a la que ha dedicado muchos libros. El profesor Ballesteros conoce la Ciudad de la Cerámica de la misma manera que conoce a su familia. Ha escrito guías, ha abierto caminos, ha resucitado «Las Mondas»; ha escrito en la soledad del Tajo palabras de amor; ha cocido en el barro de la pasión a una ciudad; ha moldeado platos donde la luz se hacía fuego y azulejos donde ha contado historias antiguas y modernas; ha plantado en el Paseo del Prado árboles de sabiduría, y se ha arrodillado ante la Virgen del Prado.

Ángel Ballesteros tiene, aparte de su familia y de su Talavera, a un amigo, un hermano con el que ha compartido, desde aquel mediodía bajo los soportales de Zocodover donde se conocieron hace ya muchos, muchos años, tiempo de poesía, tiempo de familia, tiempo de amistad. Cuando el amigo-hermano llegó a Barcelona, huyendo de la mirada inquisitorial de la ciudad, Ángel Ballesteros le acogió y le dio cobijo y así las tardes de domingo, que le ahogaban, se hicieron más suaves. Y con la ternura de su madre y el afecto de su esposa Sagrario, la vida volvió a tener sentido.

¡Fueron tiempos felices en el piso de la calle Bofarull! Por entonces Ángel escribía un precioso libro de poesía, Precipitada sangre, para la primera hija que les venía. Y al nacer Eva, el amigo-hermano le escribió villancicos y le hizo un nacimiento de plastilina. Y nació Sara, que más tarde bordaría con el fuego de su cuerpo una rima de luz y sombra a los poemas de Juan de la Cruz. Sara bailarina, bailaora mística, hoguera atea. Y luego llegó Ismael, que completó el lado del triángulo del amor.

Pasó el tiempo y el piso de Bofarull se cerró y volvieron a Talavera. Y comenzó el idilio entre la luz azul talaverana y el poeta, entre la erudición y el profesor, entre el pasado y el historiador, entre la ciudad y el enamorado. Talavera, cuna de mi madre, es madre de Ángel Ballesteros y él es hijo amante y predilecto. Humilde, prudente, amigo de sus amigos, padre amantísimo y esposo modelo. Hoy recibe de manos de la Reina Doña Sofía un merecido galardón que le honra. En el último libro de poemas que Ballesteros ha publicado, Versos y circunstancias (II), hay una parte entrañable y tierna que el abuelo orgulloso dedica a sus numerosos nietos y hay, también, otra parte en la que el poeta habla de sus soledades y sus recuerdos, de sus sueños y de su mirada a la muerte. «Tal vez, no sé por qué, solo me quede / dejar que el vino envejezca en mi sangre. / Después de todo, uno no sabe / qué ventana abrir / para renovar los vientos». Ángel Ballesteros ha abierto muchas ventanas por donde corre un viento lleno de poesía, de historia y de erudición. Con este premio la ciudad recompensa y gratifica lo que un hijo predilecto ha hecho, durante casi toda su vida, por una madre llamada Talavera.

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