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Napster: la semilla del mal y el motor del cambio

La plataforma comenzó a rodar en junio de 1999 gracias a una idea de Shawn Fanning

Napster: la semilla del mal y el motor del cambio REUTERS

J.M.SÁNCHEZ

Si alguien a finales de los años noventa, cuando el formato compact disc se podía encontrar en cada casa, nos hubieran dicho a cualquiera que miles de contenidos musicales podrían descargarse rápida y fácilmente desde un ordenador, a más de uno le hubiera dado un síncope. Napster , uno de los programas de software pioneros en «peer-to-peer» («P2P») que permitiría el intercambio de archivos, comenzaba a rodar hace justo quince años, un 1 de enero de 1999 y, en cuestión de escasos meses, se popularizó casi a nivel mundial.

Aquella idea fue un enjambre del que salieron otras plataformas y cuyo modelo, imitado por otros portales, ha puesto en jaque a discográficas y proveedores de contenidos. El caldo de cultivo generado ha desembocado en juicios en diferentes áreas de varios sectores como las discográficas. En caso más cercano, la justicia española considera que crear tecnología P2P es legal pese a las críticas de las multinacionales. Pero recordando la hazaña de esta plataforma cuyo icono es reconocido (la silueta de un personaje con auriculares), su desarrollo ha supuesto toda una revolución auspiciada por la entonces emergente era de internet, hoy en día asumida y absorbida por los ciudadanos.

Detrás del proyecto estaba Shawn Fanning, de 33 años. Este joven inquieto y espabilado, que pasaba tiempo en casa de su tío, gastaba tiempo libre en investigar programas informáticos. Se sabe que abandonó sus estudios en la Universidad de Northeastern para lanzarse de lleno en su proyecto, cuya semilla se plantaría un 1 de junio de 1999. Ese día se lanzó una versión beta del programa. Nunca pensó que el programa que desarrolló, con apenas 19 años, fuera a convertirse en el centro de la polémica mundial y en el motor del cambio de una de las industrias, la discográfica, más arraigadas dentro del sector del entretenimiento que, hasta entonces, su modelo tradicional no había sido cuestionado.

Este niño prodigio procedente de una familia humilde de Brockton, tímido, desaliñado y muy inteligente, consiguió desarrollar su potencial gracias al único miembro de su familia que tenía dinero, su tío John, que siempre creyó en él. Incluso le financió sus estudios (en primer lugar) y la empresa que le hizo famoso en el mundo entero (después).

La idea cuajó pronto y fueron primero los estudiantes universitarios quienes comenzaron a utilizar el servicio, que se mejoraría sustancialmente a raíz de la mudanza de su «padre» desde Hull, municipio de Massachusetts, a unas oficinas en San Mateo, el la lujuriosa y glamurosa California. Aquella idea tenía mucho que ofrecer y no se podía quedar de brazos cruzados, por lo que fundó una pequeña empresa con varios trabajadores encargados de parir un potente y funcional programa, al que llamaría Napster, que llegó a albergar unos 24 millones de usuarios.

El nombre de este programa trae importantes consecuencias y cambios. Pese a las presiones y movimientos de la industria, y a las denuncias por parte de estas, el intento de cierre de Napster, que parece estar destinado a no desaparecer, no ha conseguido frenar el tráfico ilegal de música a través de internet. El acoso de Napster fue posible porque su tecnología cliente-servidor se basaba en una serie de grandes ordenadores, que actúan a modo de servidor, que alojaban a todos los usuarios y les proporcionaban la pasarela necesaria para realizar los intercambios de archivos musicales. Como los servidores pertenecían a Napster, fue considerado que el programa actuaba como distribuidor ilegal de música.

Sin embargo, el protocolo P2P en el que se edifican los actuales programas de intercambio no necesita servidores que centralicen el tráfico, ya que se basa en una cadena de usuarios conectados unos a los otros, en donde cada usuario comparte con los demás una carpeta diferentes archivos (música, imágenes, vídeos), lo que, al final, se produce una gran cantidad de ficheros disponibles.

Napster fue denunciado ante la justicia por la Asociación de Industria de -grabación Americana (RIAA), que argumentaba que el intercambio de archivos era «robar», mientras que los usuarios defendían que esta era una propiedad intrínseca y natural de internet. Y es que con los archivos obtenidos muchos usuarios hacían sus propios álbumes de música en discos grabables. Y, claro, sin pagar en absoluto a la discográfica. El juez ordenó el cierre cautelar del servicio.

Frente a todo, uno de los detonantes por lo que se le dio más voz y asunto a Napster fue la denuncia del grupo de thrash metal Metallica, quien descubrió que su canción «I Disappear» estaba siendo intercambiada tiempo antes de lanzarla junto con el disco. En su cruzada se unieron otros artistas como Dr. Dre, que defendía esta misma posición.

El tribunal de apelaciones de San Francisco, después, suspendió la resolución adoptada. Sin embargo, en 2001 se le devolvió a la juez Marilyn Hall el caso, quien exigió el cierre para prevenir el intercambio de archivos protegidos por los derechos de autor. Finalmente, la empresa acordó pagar a los creadores de música unos 26 millones de dólares. Ahora, la marca sigue viva, aunque como un servicio de música por suscripción lanzado en 2011 a raíz de su fusión con Rhapsody , pero en su esfuerzo se consiguió abrir una puerta hasta la fecha inexplorada.

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