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No solo Facebook se «chiva» de sus datos

Su despertador, su reloj, su televisión e incluso el parquímetro. Los múltiples dispositivos conectados recogen las 24 horas de su actividad, hasta durmiendo

Los dispositivos electrónicos recogen todos los datos personales ABC

PATRICIA BIOSCA

Suena el despertador a las siete de la mañana. Es una aplicación que ya venía preinstalada en su «smartphone» . La apaga. Esta herramienta le pregunta si desea introducir sus patrones de sueño o incluso le propone configurar el brillo de la pantalla de su móvil cuando en horas nocturnas no lo utilice. Con un solo movimiento para desactivar la melodía que le despierta, está dando información al desarrollador o plataforma que posee los derechos de esta herramienta, porque en los términos de uso marcó un día que no recuerda un «sí, acepto» en las condiciones.

Algo tan íntimo como son sus horas de sueño están registradas con su primer parpadeo del día, y eso que aún ni siquiera ha comprobado el correo electrónico o los mensajes de WhatsApp . Ni le ha dado los buenos días a Facebook, la red social en el ojo del huracán por haber recopilado datos de 87 millones de usuarios que luego fueron utilizados por la compañía Cambdridge Analytica con fines poco lícitos. Pero Mark Zuckerberg no es el único que sabe todos sus movimientos.

Media hora después, mientras desayuna, mira el tiempo que va a hacer. Esta nueva aplicación le pide que active su geolocalización (si no está permanentemente en funcionamiento). Con ese simple gesto, su teléfono tiene las coordenadas exactas de su posición. De hecho, es probable que alguna «app», como Google Maps (que tiene más de 1.000 millones de descargas en todo el mundo según Google Play), le diga cuánto le queda para llegar al trabajo.

«Google Maps es sólo una gota en el océano de información que Google tiene sobre cada uno de nosotros. Todo está interconectado», afirma Luis Corrons, experto en ciberseguridad de Avast, quien explica que la multinacional tecnológica tiene en su poder Android, el sistema operativo que utilizan más del 84 por ciento de los móviles en todo el mundo; y también Chrome .

Navegadores

Por eso, cuando llega a la oficina y enciende el ordenador, al utilizar este sistema le vuelve a dar más información a su archivo de datos. Puede elegir otro navegador, como Internet Explorer o Firefox (navegador de código abierto y, en principio, no adscrito a ninguna firma) pero en el momento que inicie sesión con una cuenta de Google ( como Gmail) , volverá a conectar sus movimientos online. «Los usuarios en general no son conscientes de la información que facilitan», afirma Corrons.

A media mañana, realiza un alto en el trabajo mientras repasa lo que ha ocurrido en sus redes sociales . Hay siete «stories» en Instagram que «chivan» a su creador que usted ha estado mirándolas. También se pasea un rato por Facebook y entra en Twitter , que es buena opción a estas horas. ¿Sabía que la plataforma del pajarito le permite saber qué empresas han utilizado su perfil con fines publicitarios? Solo tiene que ir al apartado de « Configuración» de su cuenta, entrar en «Tus datos de Twitter» y, de ahí, solicitar un informe en «Audiencias personalizadas».

Lo más seguro es que se sorprenda con el resultado y encuentre cantantes que no sabe que existen, actrices de las que nunca ha oído hablar o empresas online de nombre impronunciable y con sede en Rusia que le han agregado en su lista de contactos. Y eso que esta red social es de las más claras en cuanto a términos de servicio.

Anuncios comerciales

A la hora de la comida decide pedir a través de una aplicación por el móvil, ésta geolocaliza su posición para darle los resultados de los restaurantes más cercanos. Se decide por un tailandés y realiza el pedido, con sus datos personales, que le llegan no solo al encargado del restaurante, sino también a la aplicación, que comparte datos con Facebook, ya que decidió que era más sencillo registrarse con un solo «clic» que rellenar un cuestionario. Por eso, cuando en la sobremesa abre esta red social, en los anuncios se le sugiere restaurantes de comida tailandesa de los que nunca ha oído hablar.

Mira el reloj. Le indica que son las seis y es hora de salir. Y también que durante todo el día ha dado 2.549 pasos, su ritmo cardiaco ha estado en una media de 93 pulsaciones por minuto, ha subido treinta escaleras con una pendiente de 45 grados y ha consumido, en total, 1.367 calorías. Toda esa información ha pasado también a su «smartphone» quedando compilada con todo su historial de ejercicio y los deportes que ha registrado en su «smartwatch» . Estos datos se incorporan a bases de datos que indican a la compañía si es un experto «runner» o si sus marcas personales están por encima de la media de corredores en España, información con la que se elaborarán estudios de los que no sabe que forma parte.

El Estado también

En la puerta del trabajo no recuerda dónde ha aparcado, por lo que utiliza la aplicación conectada de su coche que le dice la calle y el número donde está su vehículo y cuántos minutos tardará andando hasta él. De camino, se acuerda que falta leche en casa, y hace una parada técnica en un supermercado . Decide utilizar un parquímetro público, pero no necesita de monedas porque paga su estancia a través de una aplicación, en la que introduce su matrícula, previamente se encuentra registrada en una base de datos en el Ayuntamiento donde paga la tasa de circulación . ¿Dónde van a parar esos datos cuando las administraciones públicas están involucradas en el servicio?

«Los datos personales serán recogidos con fines determinados y legítimos, y no serán tratados de manera incompatible con dichos fines», se recoge en la guía de la Agencia Española de Protección de Datos dirigida a los organismos públicos para que adecuen el tratamiento de la información ciudadana que recogen en padrones, documentos para subvenciones, bolsas de trabajo, recaudación de tasas o incluso actas de defunción, a la próxima normativa europea que se aplicará este en toda la Unión Europea .

Cada apartado tiene su propio objetivo, pero además pueden ser utilizados con «fines de archivo de interés público, fines de investigación científica e histórica o fines estadísticos », por lo que pueden acabar en estudios de miles de personas. Con restricciones, eso sí: que la información procesada se limite al mínimo imprescindible y que se evite que se pueda identificar directamente a la persona. «Por ejemplo, en ningún caso sería proporcional realizar una clasificación del número de ciudadanos por el tipo de orientación sexual de los establecimientos de una determinada zona de un municipio o el tratamiento del número de personas que se encuentran en un determinado espacio de culto religioso », se especifica en la guía.

Hasta en la cena

Una vez en casa, es hora de cenar y los móviles quedan fuera de la mesa, pero la televisión no, porque ya está listo el último capítulo de su serie favorita, tal y como le ha advertido la plataforma de pago que utiliza nada más encender su «smart TV» . Debajo de ese anuncio, aparecen decenas de recomendaciones de series y películas que se basan en su edad, perfil e historial en la aplicación desde el momento en el que plantó su primer « pie cibernético» en ella: sabe su gusto por el género policíaco, los documentales y hasta los dibujos que ve su hijo.

Una vez termina, y resistiendo la tentación de ver un capítulo más, decide apagar la televisión. Va hacia la cama con su móvil en la mano y vuelve a poner el despertador para el día siguiente. Vuelta a empezar. Así es como día a día engorda de manera exponencial la base de datos que las tecnológicas tienen de nosotros.

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