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Vallejo Balda comparece por primera vez ante el juez para escuchar los cargos que se le imputan

El fiscal dice que ha imputado a dos periodistas «por el modo de obtener las informaciones y no por haberlas publicado»

Los periodistas Gianluigi Nuzzi (izq. de la imagen) y Emiliano Fittipaldi, Francesca Chaouqui y monseñor Vallejo Balda AFP

Javier Martínez-Brocal

«Estoy bien, ¿no me me ves?», ha saludado monseñor Lucio Ángel Vallejo a los pocos españoles autorizados a presenciar la primera audiencia del proceso por robo y filtración de documentos secretos.

Monseñor Vallejo alternaba sonrisas nerviosas con gestos de solidaridad hacia su colaborador Nicola Maio, también imputado, pero era mucho más serio y distante hacia la tercera del «sodalicio» la relaciones públicas Francesca Immacolata Chaouqui, que no escondía con maquillaje las ojeras.

En las últimas horas, la joven italiana ha publicado varias declaraciones a través de Facebook. «Rezo y me pregunto por qué Jesús me somete a esta prueba» , escribía el domingo. Y hoy martes, minutos antes del inicio del proceso, enlazó una canción titulada «No tengo miedo». «Desafié a la suciedad dentro de aquellos muros como me pidió Francisco, ¿y ahora debería tener miedo de las mentiras? Ningún miedo. Todos conmigo. Por el Papa», comentó.

Pero las cosas no son tan fáciles. El canciller del tribunal leyó en voz alta por qué Vallejo Balda, Chaouqui y Maio estaban allí sentados: «Dentro de la prefectura de Asuntos Económicos y de la COSEA (la comisión para reformar los departamentos financieros y administrativos del Vaticano) se asociaban entre ellos formando un sodalicio criminal organizado para cometer delitos de divulgación de noticias y documentos relativos a los intereses fundamentales de la Santa Sede y del Estado Ciudad del Vaticano», ha detallado el canciller del tribunal.

En el banquillo de acusados, a la izquierda del presidente, también estaban sentados los dos periodistas italianos, Emiliano Fittipaldi e Gianluigi Nuzzi, autores de los libros que revelaban material confidencial.

“Vallejo Balda, Chaouqui y Maio obtenían aquellas informaciones y documentos como parte de sus respectivos encargos en la Prefectura para Asuntos Económicos y en la COSEA; mientras Fittipaldi y Nuzzi solicitaban y ejercían presiones, especialmente sobre Vallejo Balda, para obtener documentos y noticias reservadas, que luego han utilizado para la redacción de dos libros publicados en Italia en noviembre de 2015”, continuó el canciller.

Anulación de la acusación

Cuando concluyó, Fittipaldi pidió la palabra y solicitó que se anule su acusación ya que “en Italia, la conducta por la que se me está interrogando no es penalmente perseguible, porque no se me acusa de haber publicado noticias falsas o difamatorias sino de haber publicado noticias”.

Su petición fue desestimada cuando el el fiscal adjunto aclaró que los dos periodistas están imputados “por el modo en el que han adquirido las informaciones, una conducta que la fiscalía considera ilícita”, en referencia a esas supuestas “presiones” hacia Vallejo Balda.

Emiliano Fittipaldi retiró de su declaración escrita una referencia que había hecho a la libertad de prensa. Su compañero en el banquillo, Gianluigi Nuzzi, siguió dándola por supuesta: “Nosotros no somos mártires, somos periodistas, cronistas, y hay principios que hay que defender”, aseguró a varios reporteros. Ya fuera del tribunal negó que hubiera ejercido presiones sobre Vallejo Balda y dijo que estaba viviendo “una situación absurda y kafkiana”.

Muy pronto conoceremos en qué consistieron las supuestas presiones, ya que a partir del lunes comenzarán los interrogatorios públicos a los cinco imputados, comenzando por Vallejo Balda, quien asegura además que “el Papa quiere que esto termine pronto”. Efectivamente, el tribunal tiene previsto celebrar audiencias mañana y tarde hasta el sábado 5 de diciembre.

Sus respuestas permitirán conocer los agravantes y los atenuantes de este caso, ya que podrían incurrir en penas incluso de entre 4 y 8 años de prisión.

Concluida la vista, Vallejo Balda subió de nuevo a un coche oficial del Vaticano. Ya no está en la celda de la pequeña prisión vaticana sino retenido en un cuartel de la gendarmería . “Aquí me siento protegido”, explicó a una periodista y a los dos representantes de la embajada española ante la Santa Sede que acudieron a la vista.

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