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El Papa visita la mezquita de Bangui para pedir paz entre cristianos y musulmanes

Francisco ha recordado a ambas comunidades que «son hermanos» y les ha pedido que detengan la violencia en la República Centroafricana

JUAN VICENTE BO

La primera visita de un Papa a un país en guerra culmina hoy lunes con la visita a la Mezquita central de Bangui, situada en barrio-fortaleza «Kilómetro 5», donde los musulmanes viven asediados por la violencia de las milicias anti-Balaka, formadas por animistas y cristianos adictos al asesinato y el saqueo, que ignoran por completo a sus líderes religiosos.

Del mismo modo que el pasado mes de enero se empeñó en ir a Tacloban -la zona devastada por el supertifón Yolanda, el mayor de la historia en Filipinas- justo cuando comenzaba otro poderoso tifón, Francisco ha vencido ahora una resistencia tras otra -empezando por la del gobierno francés- hasta llegar a Bangui y a su mezquita central, el mejor púlpito para invocar la amistad entre cristianos y musulmanes.

Los «cascos azules» de Naciones Unidas y los soldados franceses de la operación Sangaris, las únicas fuerzas de seguridad en todo el país, llevaban 48 horas trabajando día y noche para proteger al Papa y la población, que salió ayer por primera vez sin miedo a las calles para recibir apasionadamente a Francisco.

A su llegada a la Mezquita, el Papa ha podido ver más de un kilómetro de tiendas cerradas, las de los comerciantes musulmanes que ahora están arruinados. También vió las tiendas de refugiados musulmanes, prácticamente idénticas a las del campo de refugiados de la Iglesia del Salvador que había visitado el domingo. A la salida de la mezquita, iría a saludarles como había hecho el día anterior.

Una y otra vez, la gente del barrió decía a los periodistas «Ya lo véis, vivimos encerrados aquí no podemos salir del barrio».

A pesar de la dificultad de la situación, el ambiente era de alegría. Los vecinos estaban felices con la visita del Papa y la presencia de los periodistas que le acompañaban. Todo el grupo estaba vigilado a lo largo del itinerario por centenares de «cascos azules», docenas y docenas de vehículos blindados de Naciones Unidas y tiradores de élite en lugares altos, incluídos los tres minaretes de la mezquita.

Acompañado por otros cinco imanes de las mezquitas del barrio, el imán de la mezquita central,Tidiani Moussa Naibi, dio efusivamente las gracias al Santo Padre por haber llegado hasta ese lugar y «poner la situación ante los ojos del mundo entero».

Pero, sobre todo, le aseguró que «nuestras relaciones con los cristianos son tan profundas que no podrá triunfar ninguna maniobra que intente sabotearlas».

Quienes han intentado dar un carácter religioso a una guerra desatada únicamente por codicia del poder y de los recursos naturales de la República Centroafricana –diamantes, maderas preciosas, petróleo y uranio- pueden lograr, según el imán «retrasar proyectos de interés común, pero jamás podrán, ‘in sha Allah’, Dios lo quiera, destruir los lazos de fraternidad que unen nuestras dos comunidades. Sí, os lo repito Señor, los cristianos y musulmanes de esta país están ‘condenados’ a vivir juntos y a amarse».

El Papa le dio las gracias por la acogida y aseguró que «los cristianos y musulmanes somos hermanos. Debemos considerarnos como tales y comportarnos como tales».

Coincidiendo plenamente con el análisis de los líderes espirituales islámicos, Francisco afirmó: «Sabemos bien que la violencia que ha sacudido vuestro país no estaba fundada en motivos verdaderamente religiosos. Debemos permanecer unidos para que cese toda acción que, de una parte u otra, desfigura el rostro de Dios y pretende, en realidad, defender intereses particulares a costa del bien común».

Ante la mirada acorde de sus anfitriones, el Papa insistió: « Digamos juntos no al odio, a la venganza y a la violencia, especialmente a la perpetrada en nombre de la religió o de Dios. ¡Dios es paz! ¡Salaam!».

Francisco reconoció satisfecho que «en estos tiempos dramáticos, los responsables religiosos cristianos y musulmanes han estado a la altura de los desafíos del momento. Han jugado un papel importante para restablecer la fraternidad, y quiero manifestar mi gratitud y aprecio».

Recordó también «tantos gestos de solidaridad de tantos cristianos y musulmanes respecto a compatriotas de la otra religión, acogiéndolos y defendiéndolos a lo largo de la crisis en vuestro país y en otros países del mundo».

La población de la RCA está formada por un 35 por ciento de animistas, un 25 por ciento de católicos, otro 25 por ciento de evangélicos y un 15 por ciento de musulmanes.

El Papa se estaba refiriendo a los líderes de las tres principales confesiones que le acompañaban hoy -el arzobispo de Bangui, Diedonné Nzapalainga; el presidente del Consejo Islámico, Oumar Kobine Layama; y el presidente de la Alianza Evangélica, Nicolás Guerekoyame-Gbangou, que llevan dos años trabajando y viajando juntos por la RCA y por el mundo para llamar al abandono de la violencia y clarificar que esta no es una guerra religiosa.

Decenas de millares de musulmanes han ayuda a refugiados cristianos y viceversa, aun arriesgando la vida. El líder islámico del país, Oumar Kobine Layama ha vivido meses refugiado en la residencia del arzobispo Diedonné Nzapalainga, y ese tipo de gestos son continuos en un país que suma un millón de refugiados, la quinta parte de su población.

Al final de los discursos, el Papa pidió al Iman ir dentro de la Mezquita hasta el Mihrab que mira a la Meca, ante el cual rezaron durante algunos momentos en silencio.

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