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El Papa pide en Lesbos «que todos nuestros hermanos y hermanas de Europa vengan a ayudaros»

Saluda individualmente a cuatrocientos refugiados y propone llevarse de regreso tres familias a Roma

El Papa Francisco durante una reunión con el primer ministro de Grecia, Alexis Tsipras (d), a su llegada a la isla de Lesbos EFE

JUAN VICENTE BOO

Nunca un campo de detención de refugiados ha sido escenario de tantas lágrimas de alegría y agradecimiento como las que han corrido esta mañana en la isla de Lesbos por las mejillas de cientos de mujeres y hombres jóvenes, obligados a huir de las guerras en Siria e Irak, a medida que –uno a uno- saludaban al Papa Francisco, acompañado del Patriarca Ecuménico de Constantinopla , Bartolomé, y el arzobispo ortodoxo de Atenas y toda Grecia, Ieronimos.

Coincidiendo con su llegada , un funcionario del gobierno griego revelo que el Papa deseaba llevarse en el vuelo de regreso a Roma a tres familias , con un total de diez personas, en situación especialmente vulnerable. Pero no es tan sencillo, y no estaba claro si podrían ir con él o bien le seguirán en los próximos días. « ¡Quería deciros que no estáis solos! », era el mensaje de la presencia de Francisco, y el que repetiría después en su discurso ante las tres mil personas encerradas desde el 20 de marzo en un campo diseñado para acoger a 2.500 durante solo dos noches.

El campo se levantó para las personas –en su mayoría familias jóvenes- que cruzaban los cinco kilómetros de mar Egeo desde la costa de Turquía camino de la Unión Europea, que había decidido acoger 160.000 refugiados pero, por egoísmo de los estados miembros, ha concedido ese estatuto a sólo 1.145, el siete por ciento de lo previsto. España ha dado asilo a 18 en el 2015 y, desde entonces, a ninguno más.

«Welcome!», «Thank you!», «Kalimera!» («!Buenos días!»), eran las palabras más repetidas de saludo en el campo de detención, así como los nombres del respectivo país de origen: «Siria», «Siria», «Irak», «Siria», «Siria», «Afganistán»… Era el mapa de las desastrosas guerras alimentadas en Oriente Medio por intereses extranjeros. Llamaba la atención la presencia de numerosos yasidíes, perseguidos con especial saña por el Estado Islámico en el norte de Irak. Otras refugiadas y refugiados repetían el nombre del país al que quieren ir, o donde tienen ya algunos familiares: «¡Canadá!» «¡Alemania!»…

En su discurso a los refugiados, el Papa manifestó su respeto por «el sufrimiento de dejar todo lo que amáis y, quizás lo más difícil, no saber que os deparará el futuro». Al mismo tiempo, hacía notar que muchos otros refugiados «aguardan en campos o ciudades, con la esperanza de construir una nueva vida en este Continente ». El primer ministro griego, Alexis Tsipras, que le había recibido en el aeropuerto de Mitilene y le acompañaba en la visita, escuchaba atentamente.

Francisco afirmó que los tres líderes cristianos «hemos venido para atraer la atención del mundo ante esta grave crisis humanitaria y para implorar la solución de la misma. Deseamos unir nuestras voces para hablar abiertamente en vuestro nombre». El Papa manifestó su esperanza «en que el mundo preste atención a estas situaciones de necesidad trágica y verdaderamente desesperadas, y responda de un modo digno de nuestra humanidad común».

«Personas con rostro»

Francisco recordó que « Dios creó la humanidad para ser una familia» , y concluyo con un deseo que, a la vez, era una petición a Europa: «Ojalá que todos nuestros hermanos y hermanas en este Continente, como el Buen Samaritano, vengan a ayudaros con aquel espíritu de fraternidad, solidaridad y respeto por la dignidad humana, que los ha distinguido a lo largo de la historia».

El Papa había insistido en que la mayor parte de su tiempo en el campamento -convertido en prisión desde la firma del acuerdo UE-Turquía- fuese dedicado a poder saludar a 150 jóvenes y 250 adultos pues, como afirmó en un tuit antes de salir de Roma, «los refugiados no son números sino personas con rostros , nombres e historias, y deben ser tratados como tales». Uno a uno, ciento cincuenta jóvenes menores de edad, la mayoría de ellos sin adultos que les acompañen, dieron la bienvenida al Papa Francisco a su llegada al campo. Los muchachos le daban la mano, mientras que las muchachas y mujeres, le saludaban casi todas con una inclinación de cabeza, pues son musulmanas.

Al término de los discursos, los tres líderes religiosos firmaron una declaración conjunta en la que piden urgentemente a todos los cristianos mayor solidaridad con estos cientos de millones de personas obligadas a escapar de sus países. Después pasaron a un barracón para un almuerzo con ocho de los refugiados, representativos de los distintos países de origen, para conocer mejor lo que está sucediendo.

El programa de la tarde incluye un encuentro con los ciudadanos de Lesbos en el muelle del puerto, una plegaria y el homenaje de lanzamiento de tres coronas de flores al mar, en memoria de los millares de refugiados que mueren ahogados en el Mediterráneo.

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