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JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ

El Papa pide abolir la pena de muerte y la deuda externa de los países pobres

Hace balance del año 2015 en el que se vive «una tercera guerra mundial a trozos»y pide «no perder la esperanza»

El Papa recibió el lunes en audiencia a miembros de «Progetto Policoro» en Vaticano EFE

JUAN VICENTE BOO

Ante un mundo en el que demasiados países se lanzan a hacer guerras o a promoverlas en otros territorios con absoluto cinismo, el Papa Francisco pide que se evite «arrastrar a otros pueblos a conflictos o guerras que destruyen no sólo las riquezas materiales, culturales y sociales, sino también –y por mucho tiempo- la integridad moral y espiritual».

La alarma del Santo Padre en su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2016, presentado este martes en el Vaticano, se debe a extraordinaria frivolidad con la que algunos países han fomentado guerras en otros territorios y se han lanzado después a intervenir, desatando una «tercera guerra mundial a trozos» con cientos de miles de víctimas y un total de 52 millones de refugiados en estos momentos, la cifra más alta desde la Segunda Guerra Mundial.

Como siempre, el documento del Papa no menciona países, pero estas maniobras han tenido lugar en todos los continentes –como la guerra de Ucrania en Europa– pero sobre todo en Oriente Medio, donde se ha creado un desastre de una extensión sin precedentes. Y también en África, donde el número de países desestabilizados supera la decena.

En su balance del 2015, Francisco afirma que «las guerras y los atentados terroristas, con sus trágicas consecuencias, los secuestros de personas, las persecuciones por motivos étnicos o religiosos (…) han marcado el año de principio a fin, multiplicándose dolorosamente en muchas regiones del mundo hasta asumir la formas de una tercera guerra mundial a trozos».

El mundo sigue en una racha desastrosa de terrorismo -que alcanzó en el 2014 un total de 32.000 víctimas y ha oscurecido también el 2015- y de múltiples matanzas a manos de los yihadistas de siempre o de los nuevos matarifes del Daesh, que hostigan a grupos étnico-religiosos enteros como los yasidíes.

Los telediarios de los países occidentales no suelen dar un cuadro adecuado de la proporción de violencia. Entre las víctimas del fanatismo violento islámico tan sólo algo más del cinco por ciento de cristianos. Casi el 95 por ciento de los civiles muertos violentamente son musulmanes .

Ante ese panorama, el Papa considera necesario «renovar la exhortación a no perder la esperanza en la capacidad del hombre de superar el mal». De hecho, como «ejemplos de la capacidad humana de actuar con solidaridad más allá de los intereses individualistas», el obispo de Roma menciona la reciente Cumbre del Clima en París, al tiempo que pide generosidad en la Conferencia Mundial de Addis Abeba destinada a recoger fondos y en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

Aunque hay continuos ejemplos de solidaridad en todos los países, el Papa constata que a lo largo del año ha seguido contagiándose la indiferencia, «superando decididamente el ámbito individual para asumir una dimensión global y producir el fenómeno de la globalización de la indiferencia».

La indiferencia ante el prójimo asume, según Francisco diversas formas. En primer lugar menciona la de «quien está bien informado, escucha la radio, lee los periódicos o ve programas de televisión, pero lo hace de manera frívola; esas personas conocen vagamente los dramas que afligen a la humanidad pero no se sienten comprometidas, no viven la compasión».

El Papa advierte que «el aumento de las informaciones, propias de nuestro tiempo, no significa de por sí un aumento de atención a los problemas» y, de hecho, «puede comportar una cierta saturación que anestesia».

Pero el caso peor es el de quienes no prestan atención «ante la realidad circundante, en especial la más lejana. Algunas personas prefieren no buscar, no informarse, y viven su bienestar y su comodidad indiferentes al grito de dolor de la humanidad que sufre».

El largo documento del Papa destaca entre los «ejemplos de actuaciones loables» la actividad de muchas ONGs y asociaciones caritativas «dentro de la Iglesia y fuera de ella, cuyos miembros, con ocasión de epidemias, calamidades o conflictos armados, afrontan fatigas y peligros para cuidar a los heridos y enfermos». El mismo plauso merecen «las asociaciones que ayudan a los emigrantes que atraviesan desiertos y surcan los mares en busca de mejores condiciones de vida».

El Papa elogia también el trabajo de «periodistas y fotógrafos que informan a la opinión pública sobre las situaciones difíciles que interpelan las conciencias, y a los que se baten en defensa de los derechos humanos, sobre todo de las minorías étnicas y religiosas, de los pueblos indígenas, de las mujeres y de los niños».

Aplaude también, como actividad muy valiosa y constructiva, la de tantas familias que «en medio de dificultades laborales y sociales» se esfuerzan en «educar a sus hijos ‘contracorriente’, con tantos sacrificios, en los valores de la solidaridad, la compasión y la fraternidad». Y rinde homenaje a « los jóvenes que se unen para realizar proyectos de solidaridad, en sus ciudades, en su país o en otras regiones del mundo».

En conjunto, todas estas personas, familias y organizaciones, realizan un esfuerzo positivo y constructivo que mitiga los estragos causados por los grupos fanáticos y los países belicistas que convertirían el mundo en un montón de escombros si nadie les hiciese frente.

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