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Historia a la catalana

El relato «romántico» de la historia catalana hace posible que mucha gente siga creyendo que Rafael Casanova murió aferrado al pendón de Santa Eulàlia

Caricaturas de Cervantes y Santa Teresa NIETO

SERGI DORIA

Las teorías de la conspiración, que tanto daño causaron a lo largo de la Historia, hallan su caldo de cultivo en las mentes perezosas que renuncian al esfuerzo de escrutar la complejidad del mundo. Es más; las ideologías que aplican la divisa sartreana de «el demonio son los otros» -léase nacionalismos- necesitan de las conspiraciones como agua de mayo.

La historiografía catalanista agitó un pernicioso cóctel de mitos y leyendas hasta los años sesenta, cuando Jaume Vicens Vives aportó un poco de sentido común a aquella colección de quimeras que buscaban su justificación en la represión cultural del franquismo. Por aquellos años, Agustí Calvet, Gaziel, pedía también «repensar a fondo, de arriba abajo, y volver a escribir toda nuestra historia, y especialmente la ideología política y social desplegada desde la Reinaixença» .

Leonardo Da Vinci NIETO

Pese a la inestimable labor de historiadores como Joan-Lluís Marfany, José Enrique Ruiz-Domènec, Enric Ucelay da Cal, Ricardo García Cárcel, Josep Maria Fradera o Gabriel Tortella, el relato «romántico» de la historia catalana -con la complicidad de unos medios públicos adictos al secesionismo- hace posible que mucha gente siga creyendo que Rafael Casanova murió aferrado al pendón de Santa Eulàlia , que es lo que insinúa la estatua patriótica a la que los partidos políticos depositarán flores este 11 de septiembre: basta echar una ojeada a la placa de la calle Casanova para constatar que el buen señor falleció de muerte natural en 1743 -¡veintinueve años después!: exculpado por los borbónicos, ejerció la abogacía en Sant Boi hasta el final de sus días. Pero el icono romántico de Casanova que esculpió Rossend Nobas se impone a la realidad que no conviene a la estrategia nacionalista. Igual de confusa es la creencia de que la guerra (dinástica y europea) de Sucesión fue un combate entre España y Cataluña, cuando en la misma Cataluña había ciudades borbónicas y ciudades austracistas... Los historiadores lo constatan una y otra vez, pero la «ilusión lírica» es de más fácil deglución que las notas a pie de página.

Además de nuestros gobernantes, tan propensos a atribuir todos los males de Cataluña a las maquinaciones de «Madrit» (nunca a su demostrada incompetencia), contamos con una curiosa entidad, el Institut de Nova Història, empeñado en desvelar la identidad catalana de muchos de los genios que en el mundo han sido y que había permanecido oculta por los tejemanejes del pérfido «Estat Espanyol» .

La primera semana de agosto, el INH celebró en Montblanc su universidad de verano. La misión de estos curiosos historiadores es poner de relieve que «a lo largo de los siglos XV, XVI y XVII tantos literatos (catalanes) denunciaban que fueron obligados a traducir sus obras al castellano» . La mirada del INH, en palabras de su impulsor, Jordi Bilbeny, sacará a la luz «centenares de autores, millares de obras, hechos incontables que se han evaporado de nuestra mirada atónita... ¿Cómo se explica que durante dos siglos ningún catalán escribiese nada de valor, sobre todo cuando venían de un movimiento humanista incipiente e innovador con tamaña abundancia de referencias literarias? La decadencia que nos han inoculado no ha sido otra cosa que la incapacidad de los eruditos por comprender los estragos de la censura de estado...».

Rafael Casanova NIETO

Por si no fuera poco, el pasado jueves organizaban un cineforum sobre el «Enigma Cervantes» , documental que pretende demostrar que el autor del Quijote se llamaba en realidad Sirvent -¿sería horchatero?- y escribió su Opera Magna en catalán: Cataluña está a punto de recuperar su soberanía. El Estado Español ha querido destruir nuestra memoria histórica y cultural para destrozarnos como pueblo. Por ejemplo con el caso cervantes/Sirvent», clamaba Bilbeny en la nota de prensa. Informado en su momento de tan pintoresca «aportación, el escritor Eduardo Mendoza apostilló con su ironía habitual que le hubiera encantado conocer la obra de aquel que tradujo el Quijote del catalán al castellano...

Con entusiasmo digno de mejor causa, el INH no se conforma en reivindicar la catalanidad de Colón y Cervantes , va todavía más lejos: Santa Teresa era abadesa del monasterio de Pedralbes, el Lazarillo de Tormes se llamaba Llàtzer de Torms y provenía de la Marina Alta, el apellido Vespucio de Américo era Despuig y el protector de los indios Bartolomé de las Casas, Bartomeu Cases. Sin renunciar, tampoco, a la catalanidad de Hernán Cortés y el mismísimo Leonardo da Vinci...

Aunque tales «descubrimientos» suenen a chiste , revelan la estructura profunda de un nacionalismo que ve en la conspiración exterior la causa de sus males: como el famoso «contubernio judeo-masónico» de Franco. Tras asistir al pronunciamiento del 6 de setiembre en el Parlament cabría postular la catalanidad de Simón Bolívar. O de Rosa Parks, a la que el Govern rinde hoy homenaje en el Born: otro tramposo maridaje con el Proceso separatista.

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