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Santiago Martín

Francisco, mensajero de paz

Es un viaje valiente, que demuestra el coraje del Papa y su deseo de mediar en los conflictos

Santiago MartínTodos los artículos de Santiago Martín

La valentía del pueblo venezolano está logrando que la cortina del silencio exterior sobre la represión del régimen comunista poco a poco se vaya rompiendo. La OEA se ha manifestado dispuesta a hacer algo, por fin, y ante esto ha sido el gobierno de Venezuela el que ha decidido abandonar esa institución, lo cual aumentará su aislamiento internacional. Por parte de la Iglesia, el sábado hicieron público su apoyo a los obispos venezolanos los episcopados de Panamá y Colombia, rompiendo un silencio que estaba convirtiéndose en ominoso. Está a punto de hacerlo el episcopado de Ecuador, tras su asamblea plenaria. Y, lo más importante y significativo, ha sido la llamada que el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Parolin, hizo al arzobispo de Caracas, cardenal Urosa, dándole su apoyo y el del Papa tras la agresión chavista. Esta llamada se hizo pública el martes 25 y no sólo honra a quien la hizo, sino que supone un necesario consuelo para quien la recibió y para todos los obispos venezolanos.

Sin embargo, el foco de atención de esta semana está puesto en Egipto. El Santo Padre se encuentra allí, en una visita organizada no hace mucho, pero ya anunciada antes de las matanzas del domingo de Ramos en dos iglesias coptas, que provocaron 49 muertos y más de cien heridos. En un viaje valiente, que demuestra el coraje del Papa y su deseo de mediar en los conflictos para el bien de las víctimas de la violencia, sea cual sea su religión. Aunque es recibido con agrado tanto por coptos como por musulmanes, no lo tiene fácil el Pontífice con estos últimos. La Universidad de Al-Azhar es una gran escuela de teología sunní, pero que lleva usando los mismos textos desde hace siete siglos, según declaró recientemente el jesuita egipcio Samir Khalil Samir. En Egipto el fundamentalismo está profundamente arraigado, hasta el punto de que el 86 por 100 de la población está a favor de la pena de muerte contra el que abandona el islam y el 74 por 100 quiere que la ley islámica sea ley del Estado y sea aplicada también a los no musulmanes. Por eso la difícil y heroica misión del Papa no sólo debe ser aplaudida, sino acompañada con nuestras oraciones.

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