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El Ebro «respira» cada vez peor

La contaminación y la reducción del caudal empeora la capacidad metabólica del río

El Ebro, a su paso por Zaragoza Fabián Simón

ROBERTO PÉREZ

Las aguas respiran . Parece una paradoja, pero no lo es. Bacterias, algas y plantas acuáticas conforman un delicado sistema de «digestión» hidrológica, que degrada materia orgánica mediante el consumo y emisión combinada de oxígeno y CO2. Tanto por el día como por la noche, todos los organismos del río consumen oxígeno y emiten CO2 ; pero, durante el día, los que realizan fotosíntesis -algas y plantas- desprenden oxígeno en el agua.

La salud de un río depende de que exista un equilibrio adecuado en ese sistema de intercambio de gases . Lo contrario puede degenerar en problemas medioambientales en cadena. Y eso es lo que le está ocurriendo al Ebro desde hace algunos años, según acaba de confirmar un estudio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y de la Universidad San Jorge. La conclusión es clara: el Ebro «respira» menos ahora que hace unos años. «Los resultados muestran que el Ebro tiende a reducir la respiración de la materia orgánica que transporta el río», explica el investigador del CSIC Enrique Navarro.

De 15 años a esta parte, la capacidad respiratoria del Ebro se ha reducido en más de un 11% . Un dato que, según destacan los investigadores, debe servir como alerta para mejorar la gestión que hacemos de este río.

Jonatan Val , de la Universidad San Jorge, señala que este problema es consecuencia de una combinación de factores: «Por una parte, la incidencia del cambio climático; por otra, la reducción de caudales en determinados periodos, que acentúa el impacto de los contaminantes que vertemos en las aguas de los ríos».

El Ebro, en su estado natural, era un río con grandes y bruscas oscilaciones de caudal, con acusados estiajes y severas crecidas. Pero este gran río cada vez se comporta de un modo menos natural -apunta este investigador- por la gestión de los caudales a través de los embalses y por la detracción de agua del río para usos industriales o agrícolas. «La gestión que se hace de los caudales en la cuenca del Ebro podría mejorarse, lo que contribuiría en el mantenimiento y mejora de muchos de los servicios que nos presta este ecosistema, como la autodepuración de sus aguas o la conservación de la biodiversidad autóctona», afirma Enrique Navarro. «Es un río que se ha domesticado en exceso, y eso está afectando a la calidad de sus aguas», indica.

Quizás el ejemplo más claro se da en el tramo del Ebro a su paso por la capital aragonesa. En 2008 se construyó un azud para mantener una lámina estable de agua durante todo el año y que pudieran navegar barcos turísticos. La experiencia de los barcos salió ruinosa , pero el azud ha quedado ahí, «convirtiendo el Ebro, en este tramo, en un sistema más similar a un embalse que a un sistema fluvial», explica este investigador del CSIC.

Los cambios que realizamos en la dinámica de los ríos, no salen gratis -advierte Enrique Navarro -, y suelen tener consecuencias medioambientales y económicas. Si los cambios afectan a la salud ecológica del río, la calidad del agua empeoraría y, por ejemplo, su potabilización resultaría más cara.

Especies invasoras

Los cambios en la dinámica natural de los caudales también pueden facilitar la llegada y proliferación de especies invasoras, como la mosca negra y el mejillón cebra, o contribuir a la proliferación masiva de plantas acuáticas. « El que un río presente menos oscilaciones de caudal y de menor intensidad puede facilitar la colonización de determinadas especies invasoras», explica Navarro.

«Como sociedad, debemos intentar conciliar nuestras necesidades de agua con el buen estado ecológico de nuestros ríos», apunta este investigador.

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