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Deyan Sudjic: «Una ciudad es un lugar que ofrece esperanza, que proporciona las condiciones para prosperar»

El director del Museo del Diseño de Londres publica en España «El lenguaje de las ciudades»

Dejan Sudjic ABC
Alfonso Armada

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Nacido en Londres en 1952, Deyan Sudjic dirige el Museo del Diseño de su ciudad. Educado en Edimburgo, escribió el guion de la película «¿Cuánto pesa su edificio, señor Foster?» y acaba de publicar en España un esclarecedor ensayo que concierne a todo el que crea que el ser humano es un animal político, es decir, un animal social: «El lenguaje de las ciudades» (Ariel). Amable y directo, responde a vuelapluma por email. Acaba de participar en el Hay Festival de Segovia. Sería el guía ideal para recorrer Londres, o cualquier ciudad del mundo, con ojos de observador al que nada humano le es ajeno.

—Hope es el nombre que ha elegido para abrir su libro, el lugar («HOPE. Pob. 10.290») donde nació un presidente de Estados Unidos, Bill Clinton. ¿Qué es y qué no es una ciudad? ¿Qué necesita una ciudad para ser considerada como tal?

—Una ciudad es un lugar que ofrece esperanza, que tiene las condiciones para atraer a la gente y permitirle prosperar. Esas condiciones pueden desvanecerse, o afianzarse. Las ciudades pueden empezar a hundirse, y recobrarse. Un campo de trabajo o una base militar no son una ciudad.

—Conseguir los datos exactos es siempre un problema, sobre todo en periodismo. ¿Por qué que es tan difícil conseguir las cifras precisas cuando se trata de averiguar la población de las principales ciudades del mundo?

—En parte tiene que ver en cómo definimos los límites de una ciudad. Los lindes políticos raramente reflejan cómo una ciudad funciona. Si trabajas dentro de los lindes de una ciudad pero no duermes en ella, ¿formas parte de ella o no? Si tienes a gente que todos los días coge un tren de alta velocidad puedes imaginar una ciudad de 120 kilómetros de ancho, pero esa no es la manera en que se confeccionan las estadísticas. También sabemos que las ciudades que estás creciendo de forma más acelerada son aquellas en las que las cifras no son precisamente fiables. Resulta ahora mismo muy interesante empezar a estudiar los movimientos de la gente a través del GPS, Uber y datos procedentes de los teléfonos inteligentes para crear mapas que cuenten de verdad cómo son las ciudades en relación a cuánta gente, dónde y cuánto tiempo pasa en ellas.

—La gente colecciona prejuicios sobre las ciudades, como por ejemplo sobre México DF. Usted escribe algunas cosas buenas sobre la capital mexicana. ¿Cómo cambiar esas visiones de la opinión pública?

«Para entender una ciudad tienes que tener una mente abierta, y abrir los ojos»

Deyan Sudjic

—Hay modas intelectuales a la hora de interpretar las ciudades, y cada nueva generación de críticos y pensadores se hacen un nombre descartando las devociones de sus predecesores. Reyner Banham se enamoró de Los Ángeles justo en el momento en que se suponía que debíamos verla como la encarnación de todo lo que está mal con las ciudades estadounidenses sin un centro y nada más que autopistas. Él vio algo más. Robert Venturi y Denise Scott Brown hicieron lo mismo por Las Vegas. Rem Koolhaas está intentando descubrir los aspectos positivos de Lagos [la ciudad más poblada de Nigeria]. Para entender una ciudad tienes que tener una mente abierta, y abrir los ojos.

—Usted asegura que las megaciudades están perdiendo influencia. La socióloga Saskia Sassen cree que el futuro del mundo reposa más sobre los hombros de ciudades interconectadas que de los estados. ¿Comparte esa visión?

—Lo que a menudo nos preguntamos es sobre la tensión entre ciudades y estados. Hasta hace poco veíamos la ciudad como dominante, la dinamo económica, el centro del poder y de la creatividad. El voto británico a favor de abandonar Europa sugiere que Inglaterra quería castigar a Londres por ser demasiado exitosa. En circunstancias geopolíticas difíciles las ciudades empiezan a parecer vulnerables. Piense por ejemplo en la relación entre Hong Kong y Pekín, o entre Doha y Arabia Saudí.

Deyan Sudjic, frente al Museo del Diseño de Londres

—Dedica espacio en su libro a lugares como Barcelona y Bilbao. ¿A qué atribuye que ambas reinvenciones salieran tan bien?

—Barcelona y Bilbao tuvieron la fortuna de ser el comienzo de algo, no de imitar a otras. Construir el primer Guggenheim diseñado por Frank Gehry no es lo mismo que tratar de seguir el mismo camino sin comprender que un edificio espectacular por sí solo no basta. Barcelona tuvo la suerte de un liderazgo en los años de [Pasqual] Maragall cercano a los arquitectos y urbanistas que comprendieron que las ciudades están formadas por gentes muy diversas.

—Asegura que no basta cn un museo (como el Guggenheim de Bilbao) para redefinir una ciudad, sino que es necesario crear una nueva identidad para el museo y toda la ciudad para poder llenar ambos con gente feliz.

«Barcelona y Bilbao tuvieron la fortuna de ser el comienzo de algo, no de imitar a otras»

Deyan Sudjic

—No deberíamos usar la cultura como coartada. Deberíamos crear museos, formar colecciones de arte y propiciar la cultura porque creemos en ellos por su propio valor, no porque pensamos que esa sería la mejor forma de hacernos ricos. Esa es la visión de los cínicos especuladores e inversores inmobiliarios que se apoderan de un barrio barato, ofrecen a artistas alquileres asequibles, consiguen que el valor de la propiedad se dispare y luego les desahucian para desarrollarlo sacándole el máximo partido.

—¿Se podría entender el fracaso de París y de otras grandes ciudades (me refiero a los barrios periféricos, las «banlieues») como un eco de Le Corbusier y el brutalismo?

—Lo que pensamos como un fracaso podría encontrar nueva vida y nuevos bríos si las circunstancias son las adecuadas. Piense en las viviendas sociales en Berlín que encontraron un nuevo objetivo tras la caída del Muro. Los peores problemas se suscitan cuando las ciudades se congelan o bien porque hay demasiada riqueza o demasiada pobreza y se vuelven incapaces de cambiar. Hay muchas zonas en muchas ciudades, por ejemplo de Londres y Los Ángeles, donde las nuevas viviendas están pensadas solo para especular y donde nadie vive. Eso es tan negativo para las ciudaes como la falta de trabajo.

—¿Comparte la idea de que esos lugares olvidados (donde, aparentemente, tanto dinero ha sido invertido) son viveros del yihadismo?

—No son solo los olvidados los que se convierten en terroristas. Pienso en Bin Laden, descendiente de una de las familias más ricas de Arabia Saudí, o en las Brigadas Rojas italianas, o en la banda Baader-Meinhof de Alemania. No eran precisamente hijos de pobres.

—¿Dentro del reino de los arquitectos-estrella, quiénes son sus preferidos en lo que respecta a planeamiento urbano, y quiénes los peores en lo que respecta a la creación de ciudades vivibles, asequibles y atractivas?

—Creo que la idea de los arquitectos-estrella ha pasado de moda. Lo que es interesante es cuántos nuevos jóvenes arquitectos han dejado de usar su nombre para sus estudios, o buscan denominaciones más anónimas.

—Escribe con admiración acerca de la reinvención de los muelles de Londres gracias al gran proyecto de Canary Wharf. ¿Por qué cree que tuvo tanto éxito y cómo de grande es su temor tras el Brexit para que Londres siga siendo una gran capital del mundo?

—No estoy seguro de que sea correcto decir que escribo con entusiasmo sobre Canary Wharf. Lo uso como ejemplo de las inesperadas consecuencias del planeamiento urbano. Esta fue una zona que se convirtió en un centro de rascacielos financieros por accidente. Es también un ejemplo de un lugar donde muy pocos individuos logran un gran impacto persiguiendo una gran idea.

—¿Cómo de peligrosos son los desafíos de la escasez de recursos como el agua, aparte del tratamiento de residuos, congestión y contaminación, para las grandes metrópolis?

—Las ciudades con alta densidad ofrecen muchas ventajas en lo que respecta a reducción del consumo de energía gracias al mayor uso de transporte público de masas, peatones y ciclistas.

—Quebec y Montreal, Glasgow y Edimburgo, Barcelona y Madrid, Pekín y Shanghái, Sídney y Melbourne... ¿Cuáles son las dinámicas creativas y problemáticas para las parejas de ciudades? ¿Y qué piensa de las nueva realidad de ciudades gemelas a los dos lados de la frontera entre Estados Unidos y México?

«Las ciudades transfronterizas son especialmente interesantes porque suponen un desafío sobre la identidad nacional»

Deyan Sudjic

—Creo que es una forma de contemplar las características por las que las ciudades compiten, y al mismo tiempo obtener ideas inesperadas sobre el carácter particular de cada una de ellas. Es una reflexión acerca de cómo las ciudades forman parte esencial de la estructura de un país, una suerte de ecología. Las ciudades transfronterizas, algunas de las cuales estuvieron divididas en el pasado, como Berlín y Beirut, o que se han desarrollado a ambos lados de una frontera internacional, son especialmente interesantes porque suponen un desafío a la hora de asumir una identidad nacional.

—Dice que el sentimiento de pertenencia a la ciudad (y a los clubs de fútbol) se está volviendo más intenso que hacia los países. ¿Está seguro? ¿A qué atribuye este fenómeno?

—Creo que a lo que me refería es a que un equipo de fútbol, un acento o la elección de un periódico local son formas en las que la gente desarrolla un sentimiento de pertenencia. Estamos en un momento en que el nacionalismo está creciendo en muchos países, y ese es un movimiento que observa el esencial cosmopolitismo de algunas ciudades como una amenaza.

—¿Son las ciudades más sexis que los países?

—Creo que los países ofrecen una acogida menos amable, menos acogedora desde el punto de vista de la identidad, que las ciudades.

—Google no ha conseguido cartografiarlo todo. Hay lugares prohibidos incluso desde el cielo. Usted escribe acerca de la zona de Pekín conocida como la Ciudad Prohibida de Mao, un lugar que podía ser leído desde el cielo en la época de los emperadores (como la Gran Muralla). En su «Trilogía de Nueva York», el novelista Paul Auster escribe acerca de cómo sus personajes escriben frases con sus cuerpos en el cuaderno de la ciudad, caminando. ¿Cómo podemos leer las ciudades en nuestros días, con los drones, los satélites, la imaginación?

—Los vuelos tripulados por el hombre nos hicieron ver nuestras ciudades de manera muy diferente a comienzos del siglo pasado. Eso hizo que arquitectos como Le Corbusier las vieran como una especie de hongos, feliz de aplicarles una cirugía radical. Los drones y los satélites son herramientas incluso más poderosas a la hora de modificar nuestra visión de la ciudad y de la forma de navegar sobre ellas. Google maps es la cristalización de la famosa película de Charles y Ray Eames «Powers of Ten», que cambió la comprensión de nuestro entorno.

—Muchas de nuestras ciudades han sido modificadas pensando en los coches. En su libro recuerda los trabajos y las luchas de figuras como Jane Jacobs, que evitó la destrucción de Manhattan. ¿Cuán importante será el transporte público y los vehículos sin conductor para el futuro de las ciudades?

«Ya no necesitaremos aparcamientos, garajes o

Deyan Sudjic

—La relación que tenemos con los automóviles ha cambiado por completo. Incluso los más devotos de la gasolina perderán la sensación de íntima satisfacción que suponía conducir un coche en el sentido clásico. Ya no necesitaremos aparcamientos, garajes o gasolineras. Eso es un cambio gigantesco. Pero también necesitamos tener en cuenta que los coches sin conductor van a convivir con ciudades tradicionales, vías tortuosas y peatones errantes. Vamos a experimentar una gran presión para crear vías solo para automóviles sin conductor.

—Uno de los tópicos del momento es el de las ciudades inteligentes. ¿Qué debemos tener en cuenta para considerar a una ciudad lo suficientemente inteligente?

—La expresión «ciudades inteligentes» es sobre todo un recurso de mercadotecnia para cierto paquete de servicios que se ofrece a los alcaldes. Por supuesto que hay grandes ventajas cuando un sistema de transportes como el de Londres supervisa el movimiento de vehículos y medios de transporte de todo tipo en tiempo real y eso alimenta las aplicaciones que ayudan a la gente a desplazarse de la manera más rápida posible a través de la ciudad. Es uno de los aspectos positivos de la explosión digital, pero también anti urbanos. El teléfono inteligente ha acabado con la idea de privacidad. Lo que ahora necesitamos es encontrar caminos para recuperar cosas que hemos perdido.

—Una ciudad vacía es una ciudad muerta, y una ciudad superpoblada puede ser una pesadilla. El turismo está aquí para quedarse. En algunas zonas de España, como Barcelona, hay un movimiento contra los excesos del turismo. ¿Cómo encara este fenómeno?

«El turismo rápido es como la comida rápida, puede ser considerado como una suerte de polución industrial»

Deyan Sudjic

—Todos lo encaramos. En Londres no resulta fácil llegar al trabajo cuando las calles están llenas. En París hay una multitud de siete en fondo ante la «Mona Lisa». En Berlín los políticos se quejan de que tienen que pedir el menú en inglés para ser atendidos en algunos restaurantes. Tenemos que hacer frente al hecho de que el turismo rápido es como la comida rápida y la moda rápida y que todo ello puede ser considerado como una suerte de polución industrial.

—¿Comparte la visión de científicos como Stephen Hawking acerca de la necesidad de colonizar nuevos planetas y crear nuevas ciudades en el espacio para que la especie humana pueda sobrevivir?

—Creo que ya tenemos bastantes problemas ahora mismo aquí en la Tierra. Pero no puedes dejar de tener en cuenta que hay una generación de multimillonarios que están planeando viajar a Marte, vivir mil años y construir espacios flotantes para escapar de todo tipo de autoridad gubernamental.

—¿En qué parte de Londres vive? ¿Cuánto tiempo le lleva llegar a su trabajo? ¿Tiene una segunda residencia en el campo?

—Vivo en Camden Town, una zona que por una parte tiene un inmenso mercado callejero en el que puedes tatuarte o colgarte un hierro en cualquier rincón de tu cuerpo, donde los helicópteros de la policía persiguen a camellos de poca monta algunas noches, y que los domingos las calles amanecen llenas de botellas rotas de la noche anterior, y por otro dispone de uno de los mejores parques urbanos del mundo, Regents Park. Cuando atravieso el parque caminando hacia mi casa tengo la sensación durante un instante de que ya no estoy en Londres, y que voy camino de una casa en el campo. Pero no, no tengo una segunda residencia en el campo. Cuando la mañana es soleada recorro el parque durante veinte minutos, y luego cojo el metro, que me lleva hasta el Museo del Diseño en diez minutos.

—¿Quién es Deyan Sudjic?

—Un londinense.

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