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Antonio Fornés: «Creer es una decisión tan racional como la de no creer»

El filósofo sotiene que «el principal anhelo del hombre sigue siendo el afán de trascendencia»

El filósofo y escritor Antonio Fornés ABC

JOAN CARLES VALERO

En esta época de tribulaciones presidida por un racionalismo simplista y ramplón sometido a la técnica, que es la nueva religión imperante, lejos de que la pregunta sobre la existencia de Dios huela a naftalina, lo que está detrás de esa cuestión es algo tan intrínsecamente humano y radicalmente existencial como la interrogación sobre el sentido de la vida.

El doctor en filosofía Antonio Fornés, siguiendo el consejo del filósofo ateo Kant «atrévete a pensar», no duda en confesarse creyente y cristiano desde el título de su tercer libro «Creo. Aunque sea absurdo, o quizá por eso» (Diëresis), una obra trufada de relatos de filósofos, en su mayoría ateos, en la que sostiene que «creer es una decisión tan fundamentada racionalmente como la de no creer», hoy tan en boga.

Aunque en Occidente se ha producido un abandono total y una estigmatización de la cuestión de Dios, la pregunta sigue sin resolverse. Por eso el asunto de la existencia de Dios no pertenece a la categoría de lo antiguo. No en vano, uno de los principales anhelos de los seres humanos sigue siendo el afán de trascendencia , la necesidad de proyectarnos hacia el infinito, de sentir que somos algo más grande que un simple animal mortal.

Con todo, lo que abunda en nuestros días no es un ateísmo verdadero, porque a juicio de Fornés, «ser ateo de verdad es muy difícil porque supone ser consecuente ». Lo que existe es un seguimiento de las religiones actuales: el fútbol, la música, el nacionalismo y la tecnología que nos librará de todo, incluso de morir. Es la fe de la tecnología.

Fornés dedicó su primer libro «Las preguntas son respuestas» a una puesta al día de la mayéutica socrática. En «Reiníciate» (Diëresis), un libro que lleva tres ediciones y más de 3.000 ejemplares vendidos , el autor plantea la necesidad de resetear nuestras vidas para volver a comenzar, al igual que hacemos con los ordenadores cuando colapsan.

En la misma línea motivadora, los mensajes claros, contundentes y eruditamente ilustrados por más filósofos ateos que creyentes, Fornés ha vuelto a escribir un libro corto pero intenso, conquistando un lugar en el mundo de la literatura del crecimiento personal. La búsqueda de Dios, escribe ahora en «Creo», forma parte de nuestro deseo de infinitud, «que nace del corazón y no queda colmado por las expectativas racionales que nos condenan a una vida gris, carente de poesía y grandeza». Porque para Fornés, «no podemos dejar de buscar el significado de nuestra existencia», ya que, de lo contrario, «estaríamos renunciando a nuestra identidad como personas».

El autor confiesa que en el inicio de su amplio periplo universitario quiso especializarse en herejías medievales, de modo que, además de cursar Historia, se matriculó en teología. Acabó licenciándose en Humanidades y en Filosofía, materia en la que el año pasado obtuvo el grado de doctor con una tesis sobre el pensador francés Joseph de Maistre.

«No podemos dejar de buscar el significado de nuestra existencia, ya que estaríamos renunciando a nuestra identidad como personas»

Pero Fornés también se graduó en Ciencias Religiosas. Y de aquellas clases recuerda cómo el profesor de la asignatura de Ateismo, argumentaba a los incautos y creyentes alumnos que es imposible demostrar de forma racionalmente incontestable la existencia de Dios. Un extremo que todo creyente debe aceptar . «Pero que la existencia de Dios no pueda probarse sólo significa eso, pero en ningún caso que no exista», sostiene

La creencia atea

En ausencia de prueba racional o científica que fundamente definitivamente una opción, también los ateos, quieran admitirlo o no, se sustentan en una creencia igual de legítima como el que cree la existencia de Dios, de forma que el ateo convencido y militante no es más que un auténtico creyente, con la única diferencia de que su fe se dirige en la dirección opuesta a la del religioso, pero sin dejar de ser fe, ya que cree algo para lo que no hay evidencia empírica ni argumentación racional definitiva.

Pero Fornés en su libro huye de la erudición para llevar al lector a los límites de la razón hasta demostrar que creer se reduce a una cuestión de voluntad. El creyente apuesta por la fe, por la voluntad de creer, pero el ateo también, ya que al no poder demostrar la inexistencia de Dios, hace otra apuesta de fe por no creer. Es igualmente racional y legítimo creer que no creer. «Y se engañan quienes desde la presunta modernidad dicen lo contrario», sentencia.

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