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Santiago Martín

Alguien tiene prisa

Ha aparecido en las revistas de diez diócesis alemanas un artículo que plantea la posibilidad de dar la comunión a las parejas no casadas y a parejas homosexuales

Santiago Martín

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Las prisas no son buenas para nada. Excepto para revelar a todos que, el que actúa así, lo hace porque cree que se le acaba el tiempo. Cuando alguien se comporta de forma extraña, aunque los demás no sepan por qué, siempre hay alguna causa. Me refiero a las prisas que les han entrado a algunos por precipitar los cambios en la Iglesia. Apenas aprobada por la Conferencia Episcopal alemana la norma que, en la práctica y con algunos matices, permite la comunión a los divorciados vueltos a casar, ha aparecido simultáneamente en las revistas de diez diócesis de ese país un artículo que plantea la posibilidad de dar la comunión a las parejas no casadas, a las parejas homosexuales y a los protestantes casados con católicos. Que esto iba a pasar, se sabía, y lo he dicho hace mucho, pero no me imaginaba que fuera a ocurrir tan pronto.

A la vez, nada menos que «La Civiltà Cattolica» -la revista de los jesuitas que es revisada por la secretaría de Estado del Vaticano antes de ser publicada- recoge un artículo del subdirector de la misma que vuelve a plantear el debate sobre la ordenación sacerdotal femenina, dando gran importancia al hecho de los cambios que sobre el rol de la mujer han tenido lugar en la sociedad.

Discutir o plantear un tema no es de por sí negativo. Lo que pasa es que es una estrategia que ya hemos visto aplicada muchas veces. Se empieza con un artículo en una revista diocesana y luego se dice que hay una fuerte demanda social para que lo que se pide en ese artículo se produzca, tras lo cual se termina por aprobar. E inmediatamente se pasa a otra cosa, siguiendo el mismo esquema.

Aceptar la comunión de los divorciados vueltos a casar está generando una profunda convulsión en la Iglesia. Por lo que significa de cara a los sacramentos del matrimonio y la eucaristía, y por lo que se ve venir a continuación, que es lo que las revistas diocesanas de Alemania han puesto ya negro sobre blanco sin ningún pudor. Lo que me pregunto es ¿por qué tantas prisas? Debe haber algún motivo que a mí se me escapa pero que, sin duda, alguien conoce.

Santiago MartínSantiago Martín

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